-Tallas de la Ciudad de Salamanca-
CRUCIFICADOS
Índice:
Siglo XI
001 CRISTO DE LAS BATALLAS
002 CRISTO DEL CID
002 CRISTO DEL CID Museo Diocesano |
Se trata de un pequeño Crucifijo denominado Cristo pequeño del Cid por llevarlo el Campeador sobre su pecho, bajo la armadura, cuando entraba en combate y que hoy puede admirarse en el Museo Diocesano en una vitrina junto a otra que existe con los recuerdos que se denominan documentos cidianos. El Cristo del que hablamos es bizantino y renegrido, del siglo XI, de bronce dorado, no macizo, de 17.5 cm de altura por 14 cm de ancho, de medio centímetro de espesor, con esmaltes de Limoges, de los Cristos denominados Maiestas Domini por llevar sobre la testa corona real (en este caso enorme), siguiendo los dictados en el arte de lo que afirmaba San Juan Crisóstomo: "Lo contemplo crucifi-cado y lo llamo Rey". Es de los de cuatro clavos, brazos largos, rígidos y delgadísimos, horizontales a distinta altura, lo que hace flexionar el tronco en forma extraña a la verticalidad bizantina, manos abiertas con los dedos juntos y extendidos y suppedaneum bajo los pies divergentes, lo que le da rigidez a las piernas paralelas y hace que parezca sujeto a la Cruz y no colgado, cabeza inclinada hacia el hombro derecho, con las facciones contraídas, ojos redondos y abiertos significando su victoria sobre la muerte, barba rala y plana y toquilla que le cubre la oculta melena, labra tosca de torso alabeado y vientre abultado y enorme paño de pureza, que le cubre desde las caderas hasta casi los pies, con franja adornada -como cinturón- y esmaltado en blanco y azul, con caídos pliegues verticales, rígidos y geométricos, que se van abriendo hacia las rodillas, (un poco flexionadas en forma anormal para la época bizantina) y con nudo en el centro. La Cruz plana y tosca es de madera, con algún atisbo de carcoma, de época posterior y presenta un tono verdoso en su pintura, debido al material metálico de la construcción del Cristo, que con el paso del tiempo y de la herrumbre ha ido sedimentando en ella tal color. Lleva enorme cartela apergaminada asimétrica, con voluta en su extremo izquierdo sin que apenas se lea la inscripción infamante, suponiéndose de época más tardía. El Cristo debió pertenecer en tiempos "a una cruz procesional del siglo XIII, de obra de Limoges, como la del Museo de Chartres y otra del de León, por ejemplo, cuyos crucifijos son absolutamente iguales a éste"¹, por lo que no parece verosímil la teoría de que procediera del Cid Campeador. Hasta el siglo pasado se veneraba junto con el Cristo de las Batallas, sujeto por un pequeño fleje a la parte posterior de éste y saliendo hacia su izquierda, como si fuera su pequeña sombra. Por tradición se da a besar esta imagen a los Reyes cuando hacen su entrada en la Catedral. El estilo es similar al del Cristo de las Batallas aunque su procedencia no sea la misma pues llega a Salamanca como regalo del arzobispo de Valencia don Martín López de Hontiveros, según el padre Alfonso Rodríguez G. de Ceballos² en 1655 y en 1647 según Juan José Andrés Matías³ y Daniel Sánchez y Sánchez⁴. Ambas fechas pudieran no ajustarse a la realidad si tenemos en cuenta que don Martín López de Hontiveros no llegó al arzobispado de Valencia hasta 1658, según indica don Manuel Villar y Macías⁵. 1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. pg. 214. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. pg. 34. 3.- Juan José Andrés Matías, Semana Santa en Salamanca. Historia de una tradición. Salamanca, 1986. pg. 115. 4.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Nueva de Salamanca. Salamanca, 1993. pg. 206. 5.- Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca. (9 volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión de 1973. Tomo VII. pg, 129. |
Siglo XII
003 CRUCIFICADO SALMANTINO
003 CRUCIFICADO SALMANTINO Museo Arqueológico Nacional |
El rostro presenta la frente y la nariz casi en idéntico plano vertical, enormes orejas, nariz chata de reducidas aletas y distanciada de la boca por bigote apenas dibujado, cejas arqueadas, grandes párpados de pequeños ojos que miran hacia la derecha y abajo, frente despejada con el inicio del cabello sin apenas dibujo pegado al cráneo, recortado en forma de solideo y con caída hacia atrás y en ligeros mechones sobre la parte alta de los hombros, clara y corta barba con mechones regulares de talla basta y vertical demasiado geométrica. Carece de corona de espinas, aunque por la forma de capacete del cabello, cabe la suposición de que tuviera corona en tiempos pero de las del tipo majestad. Brazos horizontales pero con ángulo en la articulación del codo, redondeados, sin apenas forma, manos grandes con las palmas abiertas y los dedos juntos y paralelos al travesaño de la Cruz. La unión al pecho se efectúa con una figura arqueada en las axilas, muy poco natural. Tórax plano de anatomía esquemática con costillas que se vislumbran sólo en el costado y que desaparecen cercenadas por el plano de la espalda, llaga en el costado sin apenas huella sanguinolenta, piernas juntas y gruesas, talladas en una sola pieza, rodillas finas y gruesas pantorrillas, pies paralelos de grandes dedos y basta talla, apoyados en tosco supedáneo y atravesados por un clavo cada uno. El paño suprafemoral parecido al del Cristo de los Carboneros en cuanto a dimensiones y plegaduras, si bien está dispuesto en dos órdenes distintos: el superior con anudamiento central plano y ancho y dos caídas laterales al doblarse hacia abajo el paño sobre la cinta de sujeción y el inferior con elevación del pliegue en el centro y otras dos caídas externas en pliegues menudos, paralelos y verticales como los anteriores, que rematan por abajo en orla curvilínea en buena imitación de fina tela. La Cruz, de madera negra, que carece de cartela, es plana y de poca anchura y está dotada de un gran brazo travesero dada la extraordinaria longitud de los brazos del Cristo, siendo también largo el cabecero. Se encuentra el Cristo presidiendo hoy la sala XXXII del Museo Arqueológico Nacional, situado sobre un enorme bastidor rectangular negro que cuelga del techo y lleva el número de inventario 60.540. Se dice en su placa identificativa que el origen es probablemente Oña, lo que no concuerda con las afirmaciones de Walter Willian Spencer Coock y José Gudiol Ricart. Anteriormente se encontraba en la sala XXXI². Acompañan al Cristo, también colocados sobre sendos bastidores negros colgados del techo, pero con absoluta independencia entre sí, una Virgen y un San Juan, de tamaño reducido. La Virgen, de madera, bellamente policromada y colocada a la izquierda, pertenece a un Calvario sintético de estilo gótico de tradición románica del siglo XIII y procede de la iglesia de Valderrey en Zamora. Lleva el número 57.316 de Inventario. La imagen estilizada y ligeramente escorada hacia su derecha la cabeza y tronco, presenta bello rostro de reducida frente, cejas muy perfiladas, grandes ojos con la mirada hacia la izquierda y arriba, cuello estirado, manos juntas sobre el pecho en actitud orante. La toca, sobre la cabeza, tiene pliegues monjiles y le cae sobre los hombros. El manto rojo, con dorada orla, pegado al cuerpo con finos pliegues verticales, va recogido sobre los brazos para caer a ambos lados de ellos. La túnica de reducido escote redondo, en color azul verdoso, también ceñida y con pliegues verticales. San Juan, de similares características a la Virgen y de la misma procedencia lleva el número 57.318 de Inventario. Presenta rostro redondeado y lampiño, largo cuello, ojos enormes de arqueadas cejas, con la mirada hacia abajo, melena en forma de bucles cilíndricos, convergentes hacia el occipital, finos labios, mano derecha apoyada en la mejilla y la otra recogiendo el manto y a la vez portando un pergamino enrollado. Lleva los pies descalzos. Túnica roja de amplio escote redondo y manto azul con orla dorada y pliegues verticales en ambas prendas. Los dibujos del estofado de las dos imágenes son grandes y semejan tréboles de cuatro hojas con cuadrados en el centro. Debajo del Cristo y totalmente independiente, como las figuras de la Virgen y de San Juan, existe un pequeño frontal de altar que lleva el número 60.606 de Inventario. Es también gótico de tradición románica con el Pantocrátor dentro de la mandorla mística, rodeada de los símbolos de los Evangelistas: toro, águila, león y mancebo y en los laterales, en dos filas bajo arcos apuntados, los Apóstoles. Es de madera policromada del siglo XIII y de la escuela leonesa. 1.- Walter Willian Spencer Coock y José Gudiol Ricart, Pintura e imaginería románicas. ARS HISPANIAE. Madrid, 1980. Volumen VI. pg. 335. 2.- Ministerio de Cultura, Museo Arqueológico Nacional. Madrid, 1985. pg. 51. |
004 CRISTO DE LOS CARBONEROS
004 CRISTO DE LOS CARBONEROS Iglesia de San Cristóbal |
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En el muro de la epístola, junto a la entrada de la parroquia de Sancti-Spíritus, se halla un impresionante Cristo románico, del siglo XII, conocido como Cristo de los Carboneros, que se encontraba en la vecina parroquia de San Cristobal, declarada en ruina total e inminente hacia 1911 y que había sido erigida por la Orden del Hospital de Jerusalem en 1145, en el territorio de los toreses, (que llegaron capitaneados por el conde don Martín Fernández) por lo que puede afirmarse que el Cristo recibió culto en esta iglesia, románica, desde su fundación. Es citada ya en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca y con fecha 28 de julio de 1983 declarada Monumento histórico artístico. Al ser algo posterior, se trata de una copia más fina que el Cristo de la Zarza que recibe culto en la parroquia de San Juan de Barbalos, iglesia fundada por la misma Orden de Caballería hacia 1150, antes de que el papa Inocencio VII los incorporara a la Orden del Santo Sepulcro, en el territorio concedido a los castellanos, para la repoblación de Salamanca. Desconocemos el porqué del nombre de Cristo de los Carboneros, aunque cabe suponer que se lo darían cuando, en el siglo XVII, las cofradías de los diversos oficios artesanales comenzaron a sacar procesionalmente las imágenes de sus santos patronos. Sin embargo el gremio de carboneros no es citado por Gil González Davila, cuando relaciona hasta veintiuna cofradías diversas y detalla su adscripción a parroquias, iglesias, ermitas o conventos. Es un Cristo en madera pintada, con el dorso plano, con más de un repinte, de 1,92 metros de altura, de los denominados Cristos Majestad o Maiestas Domini por llevar corona real, -aunque haya desaparecido para acomodarle en tiempos una peluca, con lo que hoy es solamente un capacete-, de solemne hieratismo en su estricta frontalidad. El brazo transversal de la Cruz es potenzado, el cabecero cortísimo carece de cartela con el rótulo ofensivo y la cabeza, siguiendo los cánones del románico, es de tamaño reducido en comparación con el resto del estilizado cuerpo; cara afilada, de fina y larga nariz y facciones musulmanas, barba corta, fina y de perfecta simetría tallada someramente, ojos de párpados entornados con la mirada hacia abajo, sufrimiento expresado sin extremismos. Larga cabellera que cae en mechones simétricos sobre los hombros dejando al descubierto ambas orejas, brazos tendiendo a un incipiente naturalismo, muy horizontales, como consecuencia de apoyarse el Cristo en el reposapies, que ha desaparecido, pero que se intuye bajo los pies paralelos con ligera divergencia, piernas juntas sin alardes anatómicos, al igual que los brazos, con dos clavos en los pies, siguiendo las indicaciones de San Cipriano, San Gregorio de Tours o Benedicto XIV y las manos abiertas con los dedos estirados, pegados y sin flexionar. No presenta ni heridas ni escoriaciones, el pecho modelado con costillas paralelas esquemáticas en número de siete y alguna más bajo la garganta, pero sin salirse de la rigidez plana de los Cristos románicos, epigastrio con figura de arco muy abierto que en su parte superior corta una curva del esternón, lleva amplia llaga en el costado con ancha huella de sangre oscura que desciende hasta el borde del ceñido y amplio perizonium desde las caderas hasta las rodillas, con abundantes pliegues de rítmicas líneas geométricas y caídas verticales poco airosas, pliegues en los entrepaños y anudado al centro con ancha cinta decorada en rojo, cíngulo que cuelga en complicado nudo, tras desaparecer en los laterales al volver hacia abajo los bordes superiores del paño. Tiene la talla de las costillas y el paño de pureza un total parecido con el que cubre la desnudez del Cristo de Cabrera, que se venera en Las Veguillas y su comarca, (también de la misma época), imagen a la que sirven con dedicación las Carmelitas Descalzas del Cristo Crucificado. Al declararse en ruina la iglesia de San Cristóbal, donde alcanzó a verlo don Manuel Gómez-Moreno en 1901¹, pasó el Cristo a las dependencias del Museo Provincial y de allí fue trasladado a la iglesia de Sancti-Spíritus, donde es situado por Camón Aznar en 1932, en la sacristía del artístico coro2 y donde todavía continuaba en 1959 según don Antonio García Boiza³, habiendo sido colocado en la posición actual en los primeros años de la década de los sesenta, pues se aprecia su existencia sobre el muro en una fotografía del año 1965⁴. No obstante Rafael Santos Torroella⁵ todavía lo sitúa en 1976 en la sacristía del coro y en la fotografía que acompaña se aprecia la cabeza muy deteriorada, como de haberle fijado peluca de cabellos naturales, que luego se ha retirado de forma violenta, a pelluzgones, dejando la parte superior en estado desastroso. También se observan tales deterioros en otra fotografía de 1954⁶. Redactado ya este capítulo la imagen del Cristo se ha devuelto a la iglesia de San Cristóbal, para recibir culto en ella, al abrirse de nuevo tras la restauración efectuada, aunque no ha recibido el rango de parroquia que tuvo hasta el arreglo parroquial de 1867. 1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. pg. 173. 2.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. pg. 92. 3.- Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Madrid, 1959. pg. 93. 4.- Martín Sánchez Ruipérez, Salamanca. Libro fotográfico. Salamanca, 1965. foto 133. 5.- Rafael Santos Torroella, Salamanca. Barcelona, 1967. pg. 31. 6.- Rufino Aguirre Ibánez, Salamanca. Arte y espíritu de la ciudad y su provincia. Salamanca, 1954. foto 75. |