-Tallas de la Ciudad de Salamanca-
CRUCIFICADOS
Índice:
Siglo XI
001 CRISTO DE LAS BATALLAS
002 CRISTO DEL CID
002 CRISTO DEL CID Museo Diocesano |
Se trata de un pequeño Crucifijo denominado Cristo pequeño del Cid por llevarlo el Campeador sobre su pecho, bajo la armadura, cuando entraba en combate y que hoy puede admirarse en el Museo Diocesano en una vitrina junto a otra que existe con los recuerdos que se denominan documentos cidianos. El Cristo del que hablamos es bizantino y renegrido, del siglo XI, de bronce dorado, no macizo, de 17.5 cm de altura por 14 cm de ancho, de medio centímetro de espesor, con esmaltes de Limoges, de los Cristos denominados Maiestas Domini por llevar sobre la testa corona real (en este caso enorme), siguiendo los dictados en el arte de lo que afirmaba San Juan Crisóstomo: "Lo contemplo crucificado y lo llamo Rey". Es de los de cuatro clavos, brazos largos, rígidos y delgadísimos, horizontales a distinta altura, lo que hace flexionar el tronco en forma extraña a la verticalidad bizantina, manos abiertas con los dedos juntos y extendidos y suppedaneum bajo los pies divergentes, lo que le da rigidez a las piernas paralelas y hace que parezca sujeto a la Cruz y no colgado, cabeza inclinada hacia el hombro derecho, con las facciones contraídas, ojos redondos y abiertos significando su victoria sobre la muerte, barba rala y plana y toquilla que le cubre la oculta melena, labra tosca de torso alabeado y vientre abultado y enorme paño de pureza, que le cubre desde las caderas hasta casi los pies, con franja adornada -como cinturón- y esmaltado en blanco y azul, con caídos pliegues verticales, rígidos y geométricos, que se van abriendo hacia las rodillas, (un poco flexionadas en forma anormal para la época bizantina) y con nudo en el centro. La Cruz plana y tosca es de madera, con algún atisbo de carcoma, de época posterior y presenta un tono verdoso en su pintura, debido al material metálico de la construcción del Cristo, que con el paso del tiempo y de la herrumbre ha ido sedimentando en ella tal color. Lleva enorme cartela apergaminada asimétrica, con voluta en su extremo izquierdo sin que apenas se lea la inscripción infamante, suponiéndose de época más tardía. El Cristo debió pertenecer en tiempos "a una cruz procesional del siglo XIII, de obra de Limoges, como la del Museo de Chartres y otra del de León, por ejemplo, cuyos crucifijos son absolutamente iguales a éste"¹, por lo que no parece verosímil la teoría de que procediera del Cid Campeador. Hasta el siglo pasado se veneraba junto con el Cristo de las Batallas, sujeto por un pequeño fleje a la parte posterior de éste y saliendo hacia su izquierda, como si fuera su pequeña sombra. Por tradición se da a besar esta imagen a los Reyes cuando hacen su entrada en la Catedral. El estilo es similar al del Cristo de las Batallas aunque su procedencia no sea la misma pues llega a Salamanca como regalo del arzobispo de Valencia don Martín López de Hontiveros, según el padre Alfonso Rodríguez G. de Ceballos² en 1655 y en 1647 según Juan José Andrés Matías³ y Daniel Sánchez y Sánchez⁴. Ambas fechas pudieran no ajustarse a la realidad si tenemos en cuenta que don Martín López de Hontiveros no llegó al arzobispado de Valencia hasta 1658, según indica don Manuel Villar y Macías⁵. 1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. pg. 214. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. pg. 34. 3.- Juan José Andrés Matías, Semana Santa en Salamanca. Historia de una tradición. Salamanca, 1986. pg. 115. 4.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Nueva de Salamanca. Salamanca, 1993. pg. 206. 5.- Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca. (9 volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión de 1973. Tomo VII. pg, 129. |
Siglo XII
003 CRUCIFICADO SALMANTINO
003 CRUCIFICADO SALMANTINO Museo Arqueológico Nacional |
El rostro presenta la frente y la nariz casi en idéntico plano vertical, enormes orejas, nariz chata de reducidas aletas y distanciada de la boca por bigote apenas dibujado, cejas arqueadas, grandes párpados de pequeños ojos que miran hacia la derecha y abajo, frente despejada con el inicio del cabello sin apenas dibujo pegado al cráneo, recortado en forma de solideo y con caída hacia atrás y en ligeros mechones sobre la parte alta de los hombros, clara y corta barba con mechones regulares de talla basta y vertical demasiado geométrica. Carece de corona de espinas, aunque por la forma de capacete del cabello, cabe la suposición de que tuviera corona en tiempos pero de las del tipo majestad. Brazos horizontales pero con ángulo en la articulación del codo, redondeados, sin apenas forma, manos grandes con las palmas abiertas y los dedos juntos y paralelos al travesaño de la Cruz. La unión al pecho se efectúa con una figura arqueada en las axilas, muy poco natural. Tórax plano de anatomía esquemática con costillas que se vislumbran sólo en el costado y que desaparecen cercenadas por el plano de la espalda, llaga en el costado sin apenas huella sanguinolenta, piernas juntas y gruesas, talladas en una sola pieza, rodillas finas y gruesas pantorrillas, pies paralelos de grandes dedos y basta talla, apoyados en tosco supedáneo y atravesados por un clavo cada uno. El paño suprafemoral parecido al del Cristo de los Carboneros en cuanto a dimensiones y plegaduras, si bien está dispuesto en dos órdenes distintos: el superior con anudamiento central plano y ancho y dos caídas laterales al doblarse hacia abajo el paño sobre la cinta de sujeción y el inferior con elevación del pliegue en el centro y otras dos caídas externas en pliegues menudos, paralelos y verticales como los anteriores, que rematan por abajo en orla curvilínea en buena imitación de fina tela. La Cruz, de madera negra, que carece de cartela, es plana y de poca anchura y está dotada de un gran brazo travesero dada la extraordinaria longitud de los brazos del Cristo, siendo también largo el cabecero. Se encuentra el Cristo presidiendo hoy la sala XXXII del Museo Arqueológico Nacional, situado sobre un enorme bastidor rectangular negro que cuelga del techo y lleva el número de inventario 60.540. Se dice en su placa identificativa que el origen es probablemente Oña, lo que no concuerda con las afirmaciones de Walter Willian Spencer Coock y José Gudiol Ricart. Anteriormente se encontraba en la sala XXXI². Acompañan al Cristo, también colocados sobre sendos bastidores negros colgados del techo, pero con absoluta independencia entre sí, una Virgen y un San Juan, de tamaño reducido. La Virgen, de madera, bellamente policromada y colocada a la izquierda, pertenece a un Calvario sintético de estilo gótico de tradición románica del siglo XIII y procede de la iglesia de Valderrey en Zamora. Lleva el número 57.316 de Inventario. La imagen estilizada y ligeramente escorada hacia su derecha la cabeza y tronco, presenta bello rostro de reducida frente, cejas muy perfiladas, grandes ojos con la mirada hacia la izquierda y arriba, cuello estirado, manos juntas sobre el pecho en actitud orante. La toca, sobre la cabeza, tiene pliegues monjiles y le cae sobre los hombros. El manto rojo, con dorada orla, pegado al cuerpo con finos pliegues verticales, va recogido sobre los brazos para caer a ambos lados de ellos. La túnica de reducido escote redondo, en color azul verdoso, también ceñida y con pliegues verticales. San Juan, de similares características a la Virgen y de la misma procedencia lleva el número 57.318 de Inventario. Presenta rostro redondeado y lampiño, largo cuello, ojos enormes de arqueadas cejas, con la mirada hacia abajo, melena en forma de bucles cilíndricos, convergentes hacia el occipital, finos labios, mano derecha apoyada en la mejilla y la otra recogiendo el manto y a la vez portando un pergamino enrollado. Lleva los pies descalzos. Túnica roja de amplio escote redondo y manto azul con orla dorada y pliegues verticales en ambas prendas. Los dibujos del estofado de las dos imágenes son grandes y semejan tréboles de cuatro hojas con cuadrados en el centro. Debajo del Cristo y totalmente independiente, como las figuras de la Virgen y de San Juan, existe un pequeño frontal de altar que lleva el número 60.606 de Inventario. Es también gótico de tradición románica con el Pantocrátor dentro de la mandorla mística, rodeada de los símbolos de los Evangelistas: toro, águila, león y mancebo y en los laterales, en dos filas bajo arcos apuntados, los Apóstoles. Es de madera policromada del siglo XIII y de la escuela leonesa. 1.- Walter Willian Spencer Coock y José Gudiol Ricart, Pintura e imaginería románicas. ARS HISPANIAE. Madrid, 1980. Volumen VI. pg. 335. 2.- Ministerio de Cultura, Museo Arqueológico Nacional. Madrid, 1985. pg. 51. |
004 CRISTO DE LOS CARBONEROS
004 CRISTO DE LOS CARBONEROS Iglesia de San Cristóbal |
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En el muro de la epístola, junto a la entrada de la parroquia de Sancti-Spíritus, se halla un impresionante Cristo románico, del siglo XII, conocido como Cristo de los Carboneros, que se encontraba en la vecina parroquia de San Cristobal, declarada en ruina total e inminente hacia 1911 y que había sido erigida por la Orden del Hospital de Jerusalem en 1145, en el territorio de los toreses, (que llegaron capitaneados por el conde don Martín Fernández) por lo que puede afirmarse que el Cristo recibió culto en esta iglesia, románica, desde su fundación. Es citada ya en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca y con fecha 28 de julio de 1983 declarada Monumento histórico artístico. Al ser algo posterior, se trata de una copia más fina que el Cristo de la Zarza que recibe culto en la parroquia de San Juan de Barbalos, iglesia fundada por la misma Orden de Caballería hacia 1150, antes de que el papa Inocencio VII los incorporara a la Orden del Santo Sepulcro, en el territorio concedido a los castellanos, para la repoblación de Salamanca. Desconocemos el porqué del nombre de Cristo de los Carboneros, aunque cabe suponer que se lo darían cuando, en el siglo XVII, las cofradías de los diversos oficios artesanales comenzaron a sacar procesionalmente las imágenes de sus santos patronos. Sin embargo el gremio de carboneros no es citado por Gil González Davila, cuando relaciona hasta veintiuna cofradías diversas y detalla su adscripción a parroquias, iglesias, ermitas o conventos. Es un Cristo en madera pintada, con el dorso plano, con más de un repinte, de 1,92 metros de altura, de los denominados Cristos Majestad o Maiestas Domini por llevar corona real, -aunque haya desaparecido para acomodarle en tiempos una peluca, con lo que hoy es solamente un capacete-, de solemne hieratismo en su estricta frontalidad. El brazo transversal de la Cruz es potenzado, el cabecero cortísimo carece de cartela con el rótulo ofensivo y la cabeza, siguiendo los cánones del románico, es de tamaño reducido en comparación con el resto del estilizado cuerpo; cara afilada, de fina y larga nariz y facciones musulmanas, barba corta, fina y de perfecta simetría tallada someramente, ojos de párpados entornados con la mirada hacia abajo, sufrimiento expresado sin extremismos. Larga cabellera que cae en mechones simétricos sobre los hombros dejando al descubierto ambas orejas, brazos tendiendo a un incipiente naturalismo, muy horizontales, como consecuencia de apoyarse el Cristo en el reposapies, que ha desaparecido, pero que se intuye bajo los pies paralelos con ligera divergencia, piernas juntas sin alardes anatómicos, al igual que los brazos, con dos clavos en los pies, siguiendo las indicaciones de San Cipriano, San Gregorio de Tours o Benedicto XIV y las manos abiertas con los dedos estirados, pegados y sin flexionar. No presenta ni heridas ni escoriaciones, el pecho modelado con costillas paralelas esquemáticas en número de siete y alguna más bajo la garganta, pero sin salirse de la rigidez plana de los Cristos románicos, epigastrio con figura de arco muy abierto que en su parte superior corta una curva del esternón, lleva amplia llaga en el costado con ancha huella de sangre oscura que desciende hasta el borde del ceñido y amplio perizonium desde las caderas hasta las rodillas, con abundantes pliegues de rítmicas líneas geométricas y caídas verticales poco airosas, pliegues en los entrepaños y anudado al centro con ancha cinta decorada en rojo, cíngulo que cuelga en complicado nudo, tras desaparecer en los laterales al volver hacia abajo los bordes superiores del paño. Tiene la talla de las costillas y el paño de pureza un total parecido con el que cubre la desnudez del Cristo de Cabrera, que se venera en Las Veguillas y su comarca, (también de la misma época), imagen a la que sirven con dedicación las Carmelitas Descalzas del Cristo Crucificado. Al declararse en ruina la iglesia de San Cristóbal, donde alcanzó a verlo don Manuel Gómez-Moreno en 1901¹, pasó el Cristo a las dependencias del Museo Provincial y de allí fue trasladado a la iglesia de Sancti-Spíritus, donde es situado por Camón Aznar en 1932, en la sacristía del artístico coro2 y donde todavía continuaba en 1959 según don Antonio García Boiza³, habiendo sido colocado en la posición actual en los primeros años de la década de los sesenta, pues se aprecia su existencia sobre el muro en una fotografía del año 1965⁴. No obstante Rafael Santos Torroella⁵ todavía lo sitúa en 1976 en la sacristía del coro y en la fotografía que acompaña se aprecia la cabeza muy deteriorada, como de haberle fijado peluca de cabellos naturales, que luego se ha retirado de forma violenta, a pelluzgones, dejando la parte superior en estado desastroso. También se observan tales deterioros en otra fotografía de 1954⁶. Redactado ya este capítulo la imagen del Cristo se ha devuelto a la iglesia de San Cristóbal, para recibir culto en ella, al abrirse de nuevo tras la restauración efectuada, aunque no ha recibido el rango de parroquia que tuvo hasta el arreglo parroquial de 1867. 1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. pg. 173. 2.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. pg. 92. 3.- Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Madrid, 1959. pg. 93. 4.- Martín Sánchez Ruipérez, Salamanca. Libro fotográfico. Salamanca, 1965. foto 133. 5.- Rafael Santos Torroella, Salamanca. Barcelona, 1967. pg. 31. 6.- Rufino Aguirre Ibánez, Salamanca. Arte y espíritu de la ciudad y su provincia. Salamanca, 1954. foto 75. |
005 CRISTO DE LA ZARZA
005 CRISTO DE LA ZARZA Parroquia de San Juan de Barbalos |
El Cristo de la Zarza se encuentra hoy situado sobre el muro de la entrada, por los pies, de la iglesia de San Juan de Barbalos, nombre que le viene del pueblo de Barbalos, del partido de Sequeros, perteneciente a un mayorazgo que fue de la Orden militar del Hospital de Jerusalem, fundadora de esta iglesia, que pese a su antigüedad no es citada en el Fuero de Salamanca. Se erigió en los tiempos del obispo Berengario y siendo gobernador el conde don Ponce de Cabrera. Está situada la iglesia en el territorio de los castellanos, que vinieron a Salamanca al mando del conde don Vela de Aragón. Fue declarada Monumento histórico artístico con fecha 13 de julio de 1983 y en el arreglo parroquial de 1867 dejó de ser parroquia exenta para pasar a someterse a jurisdicción ordinaria en calidad de parroquia no exenta, de patronato particular, con derecho de presentación. Hay quien afirma que no es Barbalos sino Barbados, por barbudos, que "eran unos hombres que no salían de la iglesia por no ir a la cárcel y permanecían allí tanto tiempo que les crecía la barba"¹. Se acogían al derecho de asilo del que disfrutaba la iglesia. El Cristo, según la tradición, fue descubierto por los caballeros jerosolimitanos, cuando se disponían a construir los cimientos de la iglesia, bajo una zarza medio enterrada, de donde le vendría el nombre. Se trata de un enorme Crucifijo, de los denominados Maiestas Domini, en madera de nogal, de tonos claros y mates, de 1,97 metros de altura, de estilo románico del siglo XII, de impresionante aspecto y formas desproporcionadas, tosco y rudimentario en su hieratismo, todo el cuerpo en un solo plano con pectorales poco dibujados y en trapecio hacia las axilas y costillas sin ningún alarde anatómico. Llaga del costado poco señalada y con pequeños borbotones de sangre, de cabeza grande y alargada, rostro anguloso y feo con los ojos pequeños abiertos y la mirada hacia el cielo, nariz recta y alargada, boca entreabierta, barba espesa de mechones retorcidos recortada simétricamente y cabellera larga que se desparrama sobre los hombros en mechones también simétricos, que dejan ver las orejas, cuello cilíndrico y todo El sin sombra de congoja ni dolores.
En lo alto de la cabeza se dibuja un cerco que atestigua la existencia en su día de una corona real. Hombros y axilas mal talladas, brazos cortos y horizontales, con los dedos de las manos pegados y abiertos, sin flexionar, dos clavos en los pies poco detallados y paralelos, apoyados en el suppedaneum que mantiene el cuerpo en mayestática rigidez a través de unas cortas piernas y gran paño femoral, pegado al cuerpo, de pintada tela dura, que llega hasta las rodillas desde más abajo de las caderas, con dos órdenes de sencillos y geométricos lineales pliegues verticales, anudado al centro con rebuscado lazo hacia arriba. Según Gómez-Moreno: "en su tiempo debió parecer, no obstante, obra maestra, según lo cuidadosamente que se halla recubierto con un lienzo encolado muy fino, aparejado encima con yeso, pintado, y dorados la cruz y el sudario"². La talla hoy no presenta rastros de las sangrantes pinturas que en su día tuvo repartidas por todo el cuerpo. La Cruz no es la original, que era de gajos, perdida en el siglo pasado cuando el Cristo, muy repintado, fue arrumbado en las dependencias parroquiales y luego en el Museo Provincial, donde todavía se encontraba en 1956. Es plana y ancha, con ménsula para descanso de los pies, de brazos poco acordes con la época del Crucifijo pues, en lugar de presentar patas o potenzas en los extremos, acaban éstos en adorno de curva y contracurva y con estrechamiento final. Carece de la cartela que por mofa colocaron sobre la Cruz los judíos al tiempo de crucificar a Jesús. Sobre este Cristo de la Zarza escribe Luciano González Egido en su libro, Salamanca, la gran metáfora de Unamuno: "Un Cristo que se ganó las simpatías de Unamuno por su desamparo y por su triste destino, con el que seguramente se identificaría, con el dolor de las premoniciones trágicas y la agudeza de la lucidez igualmente dolorosa: 'Había en la iglesia de San Juan de Barbalos de la ciudad de Salamanca, en que escribo, un viejo crucifijo románico, de casi tamaño natural, largo tiempo hace retirado del culto. Hoy está en el Museo Provincial, pero yo lo conocí en un desván o trastero del claustro de dicho antiguo templo. Hallábase desclavado y con los pies rotos. Su expresión, hierática. Es de madera recubierta de tela y pintada... Cuando lo descubrí, hace ya años, tramé conversación con el sacristán de cómo se encontraba el Cristo en tal sitio y tal estado. Y hubo de decirme que, resuelto el párroco a retirarlo del culto porque ya, lejos de excitar devoción y reverencia, provocaba, por su fealdad, risa... El pobre Cristo de San Juan de Barbalos, desterrado de su templo a un museo'. Pobre Cristo románico, Cristo hasta en su inutilidad conmovedora, sin cruz propia, humano en su abandono de telas pintadas y muñones dramáticos, sacado de la oscuridad por Unamuno, para no merecer ni siquiera un verso suyo"³. En el preámbulo de un libro de Fernando Chueca pone en boca de don Manuel Gómez-Moreno las siguientes palabras, pronunciadas en 1901: "una tarde leían en cierta plazoleta de las afueras la poesía de Gabriel y Galán "El Cristu Benditu"; los elogios eran extremados, y al propósito les hablé del crucifijo románico que había sacado de un gallinero en San Juan de Barbalos; fueron a verlo y de ello resultó otra poesía de Unamuno en él inspirada"⁴. (Las personas a que se refiere eran el citado Unamuno, don Luis Maldonado y los hermanos Rodríguez Pinilla, Cándido, el poeta ciego de Ledesma e Hipólito, catedrático de Hidrología médica en la Universidad y la poesía tal vez sea el relato anterior). El Cristo de San Juan de Barbalos alcanzaron todavía a verlo en el Museo Provincial, Camón Aznar en 1932 y Cirlot en 1956⁵. Para Julián Álvarez Villar, en 1994, el Cristo de la Zarza se encuentra situado en el altar⁶, cosa que no se ajusta a la realidad pues se trata de otro Cristo que luego se describirá. No hay constancia de la fecha en que se creó en esta iglesia la Cofradía del Cristo de la Zarza, que se trasladó luego a la parroquia de Santo Tomé y que en ella se extinguió a finales del pasado siglo, teniendo en ella también su sede la Cofradía de las Animas. 1.- Tomás Prieto, Salamanca, la ciudad de oro. Historia, monumentos, leyendas y tradiciones. Madrid, 1970. Pg. 25. 2.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 176. 3.- Luciano González Egido, Salamanca, la gran metáfora de Unamuno. Salamanca, 1983. Pg. 112. 4.- Fernando Chueca Goitia, La Catedral Nueva de Salamanca. Salamanca, 1951. Pg. IX. 5.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 106 y Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 160. 6.- Julián Álvarez Villar, Conocer Salamanca. León, 1994. Pg. 59. |
Siglo XIII
006 CRISTO DE JERUSALEM
006 CRISTO DE JERUSALEM Ermita desaparecida en el Camino Viejo de Villamayor |
Refiriéndose a la puerta de Villamayor dice Bernardo Dorado: "Por ser camino à una Aldèa cercana de esta Ciudad llamada Villamayor recibiò el nombre esta puerta; tiene à pocos pasos al mui Religioso Convento de Monjas Carmelitas Descalzas, y à su frente à la antiquisima Hermita de el Santisimo Christo intitulado de Jerusalem, desde donde la devoción de este Pueblo empieza los sagrados pasos de la Via-Crucis hasta acabàr tan santo y devoto egercicio en el penitente, y austèro Convento de el Calvario, de Padres Descalzos de San Francisco de la Provincia de San Pablo"1 . El lugar en donde se encontraba situada la ermita de referencia era una pequeña parte de lo que hoy constituye el Hospital de la Santísima Trinidad y "los sagrados pasos de la Vía-Crucis" se dirigían a través del camino que, atravesando las entonces tierras de labor, entroncaba con el llamado camino del Calvario, que había partido del lateral izquierdo del convento de los padres Bernardos, frente a la actual calle del Espejo. La ermita del Cristo de Jerusalem fue fundada por los caballeros de la militar Orden del Hospital o de San Juan de Jerusalem2 y quedó bajo la jurisdicción del prior de San Juan de Barbalos. Desapareció en 1899 cuando se iniciaron las obras del citado Hospital de la Santísima Trinidad, que se inauguró el 14 de agosto de 1904. Ya existía la ermita en 1220, pues consta que, a la fundación de las
Dueñas de Santa María (Claras), Urraca, -su fundadora y abadesa- dio permiso a
dos hermanas que le pidieron licencia para ir a Jerusalem. Pensó la superiora
se tratara de cumplir algún voto en la ermita del Santo Cristo de Jerusalem, que existía, como hemos visto, frente a
la puerta de Villamayor y tardaron muchísimo en volver, con asombro de la
abadesa y del resto del beaterio, cuando se encontraron con que venían de la
auténtica ciudad de Jerusalem, tras visitar en la de Asís a Santa Clara. Desconocemos las carácterísticas del Cristo pero cabe la intuición de que sería románico por la fecha de fundación de la ermita y porque sus fundadores, los caballeros de la Orden del Hospital de Jerusalem nos han dejado como muestras los Cristosde la Zarza, en la parroquia de San Juan de Barbalos, fundada por ellos hacia 1150, en el territorio de los castellanos y de los Carboneros, en la de San Cristóbal, también fundada por esta Orden en 1145, en territorio de los toreses. Dado el carácter hospitalario de la Orden es de suponer que junto a la ermita existiera un hospital, para atención de los peregrinos que se dirigieran a Guadalupe o a Santiago, al igual que el que habían creado en el Arrabal, conocido como Hospital de Santa María de Rocamador, también del siglo XII. La Orden militar de los Hospitalarios o caballeros de San Juan de
Jerusalem fue la primera de las comunidades guerreras de caballeros monjes que
se crearon para salvaguardar los Santos
Lugares, con motivo de la primera Cruzada.
Su fundador fue San Gerardo Tenque, en los primeros años del siglo XII y, como
se puede apreciar, a los pocos años ya se encontraban en Salamanca, luciendo
su hábito negro en el que destacaba la cruz blanca, pero llevando debajo la
armadura de guerreros. Los dos templos mencionados coinciden en haber tenido, hasta el pasado siglo, un púlpito a su puerta con la inscripción de: "Aquí predicó San Vicente Ferrer" y en que fueron lugar de asilo para emparedados y emparedadas en la edad media, como nos dice Gil González Dávila: "Las emparedadas se pasaron [desde S. Juan el Blanco] a la iglesia de S. Juan de Barbalos, con otras que había en aquella misma Iglesia" y dice más adelante: "y mando a cuatro Emparedadas de S. Juan de Barbalos" [cinco maravedis].3
1.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su
Santa Iglesia, su fundación y grandezas que la ilustran.
Salamanca, 1985 - Edición facsímil de la de 1.776. págs. 34 y 35. 2.- Gil González Dávila, Theatro eclesiástico de la iglesia y ciudad de Salamanca. Vidas de sus
obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca,
1618. Pg. 10. 3.- Gil González Dávila, Historia de las Antigüedades de Salamanca. Vida de sus obispos.
Salamanca 1606. Pg. 330. |
007 CRISTO DEL PAPELÓN
007 CRISTO DEL PAPELÓN Monasterio de las MM. Agustinas |
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En el cuerpo central las columnas extremas han sido sustituidas por estípites alargadas adornadas en la mitad inferior del fuste con ramajeados verticales, cartelas con adornos de serafines en la parte media y enanas pilastras acanaladas con coronación de capiteles dóricos y de nuevo estípites recubiertas de adornados motivos florales. El tablero central lo constituyen pilastras adornadas con motivos florales simétricos, rematadas por varias impostas lisas y con adornos geométricos. El ático lo conforma una hornacina rococó con abundante adorno de hojarasca en los laterales y en el copete de la coronación sobre las recargadas molduras curvas. El fondo del cuerpo y del ático es un tablero tallado con bajorrelieves de caprichosos adornos fitomorfos, que constituyen la hornacina del Cristo. Gómez-Moreno cita este Crucificado como: "Crucifijo del siglo XIII, bueno y bien conservado; tamaño natural"1. Presenta el Cristo cuerpo alargado con figura muy retorcida, de gran patetismo, con las caderas arqueadas hacia delante y muy distorsionado hacia la derecha, como expresión de sufrimiento; predominan las líneas curvas, cabeza pequeña inerte, más que caída hacia el hombro derecho, sin que se aprecie en ella corona de espinas, (aunque a principios de siglo la tuviera), cara redondeada de expresión serena, ojos cerrados de redondeadas cejas finas, nariz grande y reducida barba de trazado geométrico, melena abundante, de pelo lacio y sin gracia, caída hacia atrás, dejando que se vea la oreja izquierda. Brazos no muy horizontales, ni rígidos, doblados hacia el codo, con las manos abiertas y los dedos juntos, pierna derecha sobre la izquierda con el pie derecho clavado en postura forzadísima en su retorcimiento de rotación externa, presentando solamente tres clavos siguiendo las indicaciones de San Anselmo. Es elCristo salmantino más antiguo que presenta la característica de tres clavos en lugar de los cuatro que corresponden a la época románica. Torso hundido y plano, con pronunciadas costillas de suave modelado, así como son también pronunciadas las venas y músculos de piernas y brazos, asimétricos por la forzada postura. La zona epigástrica en arco descentrado y muy abierto. El paño de pudor enorme, le cubre hasta las rodillas, cayendo más por detrás, con pliegues sencillos rígidos, lineales y de poca gracia, con nudo al frente, sin que se aprecie el cordón por estar vuelta la tela en la parte superior. Se forma un pliegue vertical en cada una de las piernas, dejando otro más grande en el centro. Se asemeja en su disposición al Cristo
gótico de la Catedral Vieja, hoy en la capilla de Santa Catalina, pero éste no presenta figura tan distorsionada, aunque los brazos estén más horizontales. La Cruz es de madera oscurecida, plana y de brazos anchos, siendo el cabecero muy corto al igual que el resto, posiblemente para ajustarlo al espacio disponible en el retablo. La tablilla o titulus, con el rótulo sentenciador, es de forma romboidal apergaminada con volutas en los extremos y ocupando todo el cabecero. Desconocemos su procedencia pues las Agustinas llegan a este
monasterio en 1636. Pudiera haber recibido culto en el Hospital de San
Bernardino, cuya portada se conservó al edificar el convento sobre el solar
que ocupara este hospital, erigido en 1382 o bien en la ermita de San Roque,
abogado contra la peste, que fue el primer lugar en que se establecieron las
Agustinas a su llegada a la ciudad. Es denominado Santo Cristo del Papelón en la fotografía que publica "La Basílica Teresiana" como ilustración del artículo que sobre la V. M. Inés Francisca, escribió el padre agustino Pedro Abella "Cristo de quien tantos favores y mercedes recibió, como ella misma lo refiere en su vida"2. También lo denomina así Antonio García Boiza cuando dice: "Para ir al archivo había que pasar por el Capítulo que llaman también De profundis, pequeña pieza que preside un Cristo muy antiguo, que lleva el extraño título del Papelón, que es donde entierran a las religiosas"3 . Se desconoce el origen del nombre del Cristo pues no encaja su talla en madera con la que en siglos
posteriores se efectuaba porque, la mayoría de las imágenes, se confeccionaban
con cartón, paño de lino con la tela encolada y papelón.
1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 297 y Ángela Madruga del Real, Las Agustinas de Monterrey. Salamanca,
1983. Pg. 135. 2.- La
Basílica Teresiana. Publicación mensual. Salamanca, 1923. Pg. 41. 3.- Antonio García Boiza, Medallones salmantinos. Salamanca, 1924. pg. 92 y Una fundación de Monterrey. La Iglesia y el Convento de MM. Agustinas de Salamanca. Salamanca, 1945. Pg. 31. |
008 CRUCIFIJO
008 CRUCIFIJO Monasterio de las MM. Clarisas |
La pequeña ermita a la que se retiraron en 1220 una venerable señora de la nobleza salmantina, llamada doña Urraca, junto con algunas devotas compañeras para vivir en comunidad, se encontraba situada entre la iglesia de San Román y la muralla, bajo la advocación de Santa María y luego se conoció como de los Milagros. Construida por la Comunidad una nueva iglesia en 1238, se consagró el templo en 1250. Era de estilo gótico, destacando las ventanas y las puertas de la iglesia con arco apuntado, enmarcado por alfiz. Un incendio ocurrido en 1413 fue causa de la pérdida de la mayor parte
del estilo gótico que atesoraban monasterio e iglesia, pues solamente se
salvaron los muros maestros, según se afirma, lo que no parece del todo cierto
como se verá más adelante. Se reconstruyó de nuevo a comienzos del siglo XVI y se dotó a la iglesia y al coro con bóveda de estilo mudéjar con armadura central de par y nudillo, con arrocabe, tirantes y faldones y adornos de cenefas, florones, figuras y escudos reales de Castilla y León, conjunto que quedó tapado con la falsa bóveda barroca de yeso y ladrillo en la reconstrucción efectuada en el siglo XVIII. Bernardo Dorado, en 1776, dice: "La ampliación de este antiguo Religioso Convento, siendo uno de los esplendidos de la Provincia, se ejecutó en nuestros tiempos, mejorando su Iglesia con lucidas bobedas, y excelentes Retablos de primorosa talla, y escultura, dorados à toda costa y primor, como tambien el Convento en sus Claustros interiores, y demás oficinas, resultando ser oy uno de los magestuosos de este Pueblo".1 En las paredes del coro bajo, rehecho en 1747, y seguramente abovedado de ladrillo y enlucido de yeso por Andrés García de Quiñones, han aparecido en el año 1976, despues de dos siglos de ocultamiento, una colección de 20 medallones de excelente talla y factura y un valioso conjunto de cerca de 140 metros cuadrados de frescos murales del medievo, en dos franjas superpuestas, a modo de grandes tapices con historias de la vida de Santos, de Cristo y de la Virgen, que databan de los siglos XIV y XV, de estilo románico de transición. Son muestra de lo que debió ser el antiguo monasterio, como lo acreditan también los restos de pintura al fresco con motivos geométricos de sabor mudéjar. | ||||||
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Don Luis Garrido y don Ángel Pisón nos dicen, a propósito de este Crucificado: "Un gran crucifijo con un Cristo trabajado en madera a finales del siglo XIII o principios del XIV. Presenta un estilo de transición entre el románico y el gótico, tal como se advierte en la románica estaticidad horizontal de sus brazos y manos, perfectamente combinada con las notas goticistas que ofrecen su cabeza, ligeramente inclinada, y sus pies, montados y cogidos con un solo clavo".4 Colocado sobre una ventana de arco escarzano, que da vista a la iglesia, este Cristo presenta las siguientes características: Cabeza pequeña y alargada, con inclinación hacia la derecha que obliga a presentar el cuello forzado y curvo en el lado izquierdo, ojos cerrados, nariz pequeña, barba poco rizada y triangular, melena oscura poco ondulada y no muy abundante, que cae pegada a la cabeza en delgadas guedejas sobre los hombros, corona de espinas tallada toscamente. Tórax poco abombado de costillas mal dibujadas y contrahecha anatomía
por la cadera izquierda que se desplaza, arco del epigastrio muy abierto y
señalados pectorales, pequeña llaga poco pronunciada y sin apenas sangre,
brazos muy horizontales, largos y finos sin venas ni músculos, manos abiertas
con ligera flexión hacia los clavos, piernas poco musculosas y labra tosca, la
izquierda ligeramente curvada para apoyar el talón en el larguero y sobre ella
la derecha con la rodilla adelantada y con el pie en torsión lateral exterior
lo que le hace adoptar una extraña figura. Todo el cuerpo presenta colorido oscuro tostado que le da un aspecto tétrico. El paño de pureza es grande y de tono blanquecino que destaca sobre las carnes. Se levanta ligeramente dejando ver a partir de la rodilla derecha y cayendo en el resto con pequeños pliegues pegados al cuerpo, como si de tela mojada se tratara y colgando de la cintura sin anudamiento hasta casi las pantorrillas. Posiblemente sea el Cristo salmantino que presenta una postura más forzada entre la cabeza, el tronco y las extremidades inferiores. La Cruz no muy grande ni
ancha, es plana y de color negro con cabecero reducido en el que una pequeña
tabla alargada y de forma romboide de color gris aloja las letras infamantes.
1.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su
Santa Iglesia, su fundación y grandezas que la ilustran.
Salamanca, 1985. Edición facsímil de la de 1776. Pg. 196. 2.- Ángel Riesco Terrero, Datos para la Historia del Real Convento de Clarisas de Salamanca.
León, 1977. Pg. 18. 3.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 182. 4.- Luis Garrido y Ángel Pisón, El Real Convento de Santa Clara y su Museo. Salamanca, 1994. Pg. 31. |
009 CRISTO GÓTICO
009 CRISTO GÓTICO Iglesia desaparecida de San Bartolomé |
La iglesia, conocida como San Bartolomé de los Apóstoles, para distinguirla de la de San Bartolomé el Viejo, se alzaba en el territorio de los serranos, (que llegaron a Salamanca para repoblarla al mando de don Fruela de León), donde hoy se encuentra el Palacio de Congresos y Exposiciones, y erigida hacia el año 1174 por el caballero don Berengario fue consagrada por el obispo Pedro Suarez, citándose ya en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca. El templo románico, de pequeñas dimensiones y el ábside cubierto al interior con bóveda de cañón, se amplió y reformó a mediados del siglo XVI con mezclas de plateresco y barroco por los maestros canteros Martín Navarro y Miguel de Aguirre1, gracias al mecenazgo del duque de Alba, don García Álvarez de Toledo, que tenía su palacio junto a la iglesia, donde luego se edificara el Colegio Mayor de San Bartolomé. Fue de nuevo reformada la iglesia en 1757 por Manuel Ribera, bajo la supervisión de Simón Gabilán Tomé2 y dos años después consta que dora un retablo Diego Enríquez. En el arreglo parroquial de 1867 dejó de prestar sus servicios como
parroquia y fue cerrada al culto a finales del siglo pasado, terminando por
derrumbarse sus ruinas por los años veinte de este siglo. En la iglesia de San Bartolomé existe un "Crucifijo de tamaño natural, en la sacristía, obra del siglo XIII y muy bien conservado, aún en la encarnación o pintura; muestra expresión de dolor, la herida del pecho muy abierta, el cuerpo arqueado; corona real, mutilada; cruz de gajos".(*)
La cabeza reducida y de fealdad apreciable, que se acrecienta con la poca delicadeza del trabajo en cejas, bigote y barba, ojos cerrados y oblicuos, corona de espinas tallada burdamente y melena con desordenadas guedejas que caen lacias sobre los hombros. Brazos gruesos bastante horizontales, poco delicados, manos rudimentariamente labradas, pecho hundido y costillas pronunciadas, llaga del costado enorme con abundancia de huella sanguinolenta, piernas poco agraciadas con torsión inverosímil de ambos pies para ser atravesados por único clavo y sudario que cubre por encima de la cadera hasta las rodillas y por detrás, con caída vertical, plegaduras sobre las piernas muy artísticas -para la época en que fueron ejecutadas-, nudo central con lazada que deja caer el paño con bastante gracia, después de ancha doblez en la cintura. Presentaba extraordinaria similitud con el Cristo del claustro bajo del monasterio de las Claras: en la posición de la cabeza, en la colocación de los brazos, en la torsión del cuerpo hacia el mismo lado y sobre todo en el cruzamiento inverosímil de los pies. La Cruz de madera muy oscura, robusta, de tronco natural de gajos, con
cabecero y transversal muy cortos. El cartel con la condena, plano, grande y de
línea romboidal con enormes letras. La Cruz de gajos, con ramas tronchadas, tan utilizada en la iconografía románica y luego en la gótico-tardía, procede de los escritos de San Ambrosio: "Por un árbol Adán nos acarreó la muerte, por un árbol Cristo nos devuelve la vida".
1.- María del Camino
Paredes Giraldo, Documentos para la
historia del arte en la provincia de Salamanca. Segunda mitad del siglo XVIII.
Salamanca, 1993. Págs. 73, 83, 104 y 225. 2.- Andrea Barbero
García y Teresa de Miguel Diego, Documentos
para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Siglo XVI. Salamanca, 1987. Pg. 64. 3.- Manuel Gómez-Moreno
y Martínez, Catálogo monumental de
España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 278. 4.- Id.
id. ob. cit. Pg. 308. 5.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg.
106. 6.- Juan Eduardo Cirlot,
Salamanca y su provincia. Barcelona,
1956. Pg. 160. 7.- Juan Antonio Gaya
Nuño, Historia y guía de los museos de
España. Madrid, 1968. S/pg. 8.- Amelia Gallego de
Miguel, Museo de Bellas Artes. Salamanca. Salamanca, 1975. S/pg. 9.- Alfonso Rodríguez G.
de Ceballos, Guía de Salamanca. León,
1989. S/pg. 10.- Mercedes Moreno Alcalde, Museo
de Salamanca. Salamanca, 1995. S/pg. 11.- Manuel Gómez-Moreno
y Martínez, ob. cit. fotografía 399.
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010 CRUCIFIJO GÓTICO
010 CRUCIFIJO GÓTICO Capilla de Santa Catalina en el Claustro de la Catedral Vieja |
La Capilla de Santa Catalina, la más antigua de todas, se encuentra en la parte sur del claustro de la Catedral Vieja y se la denomina también del Canto porque era el lugar de ensayo para la música y cantos de los oficios litúrgicos y cátedra de la capilla de música de esta asignatura, que existía en la Catedral y en la Universidad desde los primeros tiempos de ambas. En ella han tenido lugar acontecimientos importantes como diversos concilios y sínodos compostelanos o el hecho de que en 1310 se declarara inocentes a los caballeros templarios de Castilla y Portugal, acusados de inmoralidad y heterodoxia. Fue también biblioteca del Cabildo desde el siglo XIV y sirvió de aula universitaria para impartir en ella lecciones, durante tres años, a los estudiantes en las facultades de Teología y Cánones, demasiado numerosos y sin sitio en la Universidad. En ella se representaban comedias, cuando le correspondía al Cabildo y en especial en las celebraciones del Corpus. Incluso se celebraron en ella los exámenes para obtener el grado de Licenciado de la Universidad y en determinada época los de Doctor y Maestro. También sirvió como recinto para que se celebraran en ella los ejercicios para las oposiciones de los prebendados y hasta que se habilitó la Capilla Dorada, de la Catedral Nueva para el culto, sirvió como coro para el rezo del oficio divino por parte del Cabildo. Contiene en la actualidad cuadros, tablas, sepulcros, tapices y
objetos varios que la convierten en una especie de Museo con obras de diversa
procedencia, en especial de las iglesias de la diócesis. Fue creación, en 1916,
del obispo de la diócesis don Julián de Diego García de Alcolea. Entre los objetos curiosos figura el original de la famosa veleta de la Torre del Gallo, de esta vieja Catedral, que fue desmontada por don Ricardo García Guereta, cuando hubo que reparar la cúpula entre 1918 y 1927 por amenaza de ruina. El Museo se encontraba protegido por una estupenda reja gótico-flamígera que, procedente de la desaparecida iglesia de San Adrián, donde cerraba la capilla de los duques de Abrantes en la que se veneraba el Ecce Homo, imagen que hoy recibe culto en la capilla de San Lorenzo de la Catedral Nueva, se colocó en 1885 y que desapareció en 1988 con motivo de la restauración de la capilla efectuada por el arquitecto don Valentín Berriochoa Sánchez-Moreno.
En fechas muy recientes ha sido trasladado a esta capilla y colocado a la izquierda de su entrada, sobre un pequeño altar junto al sepulcro del maestro de capilla del Palacio Real en el siglo XVIII, el músico salmantino Doyagüe, un Cristo desde un altar lateral de la nave de la Catedral Vieja, que había sustituido al Cristo de las Batallas en aquel lugar. Se trata de una imagen gótica de Cristo crucificado de finales del siglo XIII, de acusado patetismo, cuyo autor se desconoce, labrada toscamente y restaurada con fragmentos de otro Cristo que ardió en un incendio en 1892. La postura del cuerpo es distorsionada, con las caderas hacia la derecha y con los pies cruzados en forma inverosímil por cuanto la pierna derecha gira hacia el exterior por lo que el único clavo parece atravesar sólo el pie izquierdo. El Cristo, de cuerpo alargado, tiene la cabeza pequeña y ovalada, -carente de corona de espinas, aunque la talla del pelo lo asemeje-, ligeramente inclinada hacia el lado derecho, melena muy abundante de cabellos lisos que se desparraman sobre los hombros, cejas redondeadas y los ojos cerrados significando que ya ha muerto, aunque carece de herida en el costado, fino bigote y barba corta y redondeada; pecho hundido con las costillas pronunciadas a través de la piel, pectorales muy dibujados en trapecio hacia las axilas, epigastrio en ángulo agudo hacia el pecho, largos brazos de señalada anatomía, en posición tendente a la horizontalidad del románico; el gran perizoma carece de gracia en sus pliegues sencillos y tiene el Cristo muy marcados los gruesos goterones de la sangre producida por los clavos de pies y manos, que ya son sólo tres de acuerdo con los cánones del gótico. La Cruz es plana, sencilla, pequeña, poco artística, de madera oscura y va colocada sobre peana que figura un montículo de gran tamaño con elementos del Gólgota: calaveras y tibias, careciendo de cartela con la inscripción denigrante. Durante mucho tiempo las buenas gentes salmantinas confundieron este Cristo con el Cristo de las Batallas al sustituir a esta imagen en un altar lateral de la Catedral Vieja, hecho que ocurrió en 1732 al pasar el auténtico de las Batallas a donde hoy se encuentra en la girola de la Catedral Nueva. La imagen que nos ocupa puede verse todavía colocada en un retablito de esbeltas columnas, de capitel corintio partido, que soportan arco de medio punto con arquivoltas sencillas y la central adornada con ovas en una fotografía.1 Don Alfonso Rodríguez G. de Ceballos dice en 1979: "Saliendo de la capilla de San Martín, al
recorrer las naves laterales se pueden contemplar algunos lucillos sepulcrales
con altares empotrados ya muy tardíos. A la derecha el de don Cristóbal Orbe
Carvajal (+1647), con mediocres pinturas del difunto protegido por San Cristóbal,
Santo Domingo y Santa Teresa, debidos probablemente a Lorenzo Aguilar. A su
lado un altar moderno contiene un Crucifijo del XIV".2 Respecto de este sepulcro hemos de indicar que Gil González Dávila3 cita como una de las personas que intervinieron en las ceremonias del traslado del Cristo de las Batallas a don Roque de Vargas, Arcediano de Monleón, Canónigo Doctoral y Catedrático de Prima de Cánones, que es la misma persona aquí enterrada, según apreciación de Antonio Casaseca Casaseca, quien lo denomina "Don Roque de Vargas Carvajal, muerto en 1647, sin otro interés [el sepulcro] que la arquitectura del altar, obra barroca cercana a Juan Moreno o Alonso Sardiña".4
1.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Vieja de Salamanca. Salamanca, 1991. Pg. 63. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Las Catedrales de Salamanca. León, 1979.
Pg. 17. 3.- Gil González Dávila, Historia de la imagen del Cristo de las Batallas que está en la Iglesia
Catedral de Salamanca. Salamanca, 1615. Pg. 43. 4.- Antonio Casaseca Casaseca, Las Catedrales de Salamanca. León, 1993. Pg. 37
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011 CRUCIFIJO
011 CRUCIFIJO Parroquia de San Pablo |
La actual parroquia de San Pablo tiene su asiento en la iglesia que en
1667 fundaron para los Padres Trinitarios Descalzos don Jorge de Paz y su
esposa doña Beatriz de Silveira, barones de San Quintín, a quienes donaron
también los palacios adjuntos. Desde 1408 habían estado los padres Trinitarios en la iglesia de San Juan el Blanco, a orillas del río (comunidad a quienes había dado entrada en Salamanca el obispo don Diego de Anaya y Maldonado, antes de partir hacia Cuenca para ocupar su silla episcopal)1 y después de morar en ella 200 años la abandonaron como consecuencia de las inundaciones, pasando en 1605 a la plazuela de San Juan del Alcázar, de donde se trasladaron, en 1611, a la vieja parroquia de San Miguel, fuera de la muralla y al lado del río y con motivo de la crecida de San Policarpo se trasladaron al interior de la ciudad a ocupar unas casas en la calle de Serranos, propiedad del convento de San Agustín, hasta setiembre de 1628 en que les dio el Cabildo, en la plazuela de San Adrián (hoy plaza de Colón) dos casas y con los solares donados por las personalidades antedichas edificaron iglesia y convento. Sustituyó como parroquia a la antiquísima de Santo Polo, por amenaza de ruina en el siglo pasado, después de haber sido trasladada ésta al convento de San Esteban, a mediados de la citada centuria y pasó a ella también, en 1886, la derruida parroquia de los Santos Justo y Pastor.
La parte superior tiene los pliegues triangulares con anudamiento lateral derecho, moña grande y colgante como si fuera tela enrollada. La Cruz, de madera oscura, es ancha y profunda, sin cabecero y con la cartela pequeñísima. El Cristo que comentamos tal vez proceda de la primitiva parroquia de San Polo, datada en 1212, que lucía en su portada treinta estatuas sentadas en hilera al modo bizantino, colocadas en 1529 y alguna de las cuales puede observarse en las esquinas del patio de las Siervas de San José en Marquesa de Almarza. San Polo ya figura como parroquia en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca, en el territorio
poblado por los portogaleses.
1.- Gil González Dávila,
Theatro eclesiástico de la iglesia y
ciudad de Salamanca. Historia de sus obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca,
1618. Pg. 108 e Historia de las
antigüedades de Salamanca. Vidas de sus obispos. Salamanca, 1606. Pg. 330. 2.- Manuel Gómez-Moreno
y Martínez, Catálogo monumental de
España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 303. 3.- Arminio Sánchez Mora, Salamanca. Madrid, 1994. Pg. 87. |
Siglo XIV
012 CRISTO DEL CASTILLO
012 CRISTO DEL CASTILLO Parroquia de San Marcos |
Se encuentra situado en la iglesia de San Marcos, que fue declarada Monumento histórico artístico en 3 de junio de 1931, fundada hacia 1178 y que pese a su antigüedad no se cita en el Fuero de Salamanca. San Marcos era parroquia en 1853 y al año siguiente, en virtud del nuevo plan parroquial de 13 de marzo, queda como iglesia dependiente de la parroquia del Carmen; en 22 de octubre de 1868, concluido el plan parroquial, pasa a ser parroquia filial del mismo Carmen y a partir de 1 de julio de 1887, en virtud del arreglo general de las parroquias de la diócesis de Salamanca quedan suprimidas las antiguas parroquias, entre las cuales se incluye.
"frente a la puerta de entrada había una segunda puerta de arco de medio punto por la que entraba el santero encargado de atender la lamparilla de un Cristo que en la edad media era muy venerado"¹. Lo confirma el informe de don Jacinto Vázquez de Parga y Mansilla, Correspondiente de la Real Academia de San Fernando, quien en el año 1908 afirma que: "En el ábside del lado del Evangelio se halla un crucifijo de medianas proporciones, que lleva el título del Castillo y tuvo una antigua Hermandad. El fondo de la hornacina, donde se halla la imagen, tiene una tabla que representa a la Virgen y a San Juan en el Calvario; es una buena pintura, al parecer del siglo XVI"2. En aquella época la iglesia se encontraba cerrada al culto. En las obras de restauración de la iglesia, que se efectuaron a mediados de 1907, cuando se desmontaron el pórtico románico de columnas jónicas y la sacristía, desaparecieron también otros elementos valiosos, entre los que destaca el Cristo del que hemos hecho mención, que quedó enterrado bajo el piso del ábside del lado del Evangelio, lugar éste en el que se le rendía culto hasta entonces. En 1967 se efectuaron nuevas obras de restauración en la iglesia y al excavar en el piso del ábside del lado izquierdo se encontraron los restos del Cristo mencionado, que se encontraba en deplorables condiciones como consecuencia del tiempo transcurrido y de la humedad del enterramiento. Se hallaron los restos completamente fragmentados y se convertían en
polvo a las más mínima presión. Faltaban la pierna izquierda y los pies, trozos
del torso y del cuello y algunos dedos de la mano derecha, habiendo
desaparecido la Cruz. Tras ímprobo y paciente trabajo de don Alfonso Albarrán Chacón, profesor de las Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Salamanca, se consiguió restaurar la imagen del Cristo, que hoy luce en el altar central de la iglesia convertida en parroquia autónoma a partir del 14 de abril de 1968, domingo de la Pascua de Resurrección. El Cristo, tiene reminiscencias del estilo románico, pese a su datación del siglo XIV: así su hieratismo y tosca labra, que no alcanza a su parte posterior, completamente plana, la verticalidad del cuerpo no distorsionado, los ojos abiertos, los dedos de las grandes manos pegados y sin flexionar hacia los pequeños clavos, pero, sin embargo ya apunta directamente al gótico, por lo menos en la horizontalidad de los brazos -excesivamente largos-, la existencia de solamente tres clavos, habiendo desaparecido el supedáneo, la cabeza pequeña ligeramente inclinada hacia el hombro derecho mirando al cielo, las costillas pronunciadas, sin apenas pectorales, el epigastrio en ángulo muy agudo apenas perceptible por el deterioro, las rodillas redondeadas y sin forma, la pierna derecha sobre la izquierda, el pie derecho en posición inverosímil en doble rotación: externa e inferior, para ser atravesado por un único clavo y el enorme perizonium que le cubre hasta por debajo de las rodillas, con anudamiento y largo colgante al lado izquierdo y con geométricos pliegues inclinados, como si se tratara de las ramas de un tallo común, con la tela doblada hacia fuera en la cintura. La Cruz, -muy ancha y plana con sinuosidades pronunciadas, confeccionada con madera vieja, que carecía de cartela con la conocida inscripción en su pequeño cabecero- ha sido sustituida recientemente por otra, también plana, de madera barnizada en color nogal, que remataba en los extremos en pequeños ingletes, habiéndose suplementando en cabecero y travesaño con material parecido, para darle la forma de potenzas, del mismo ancho que la Cruz.
1.- Julián Álvarez Villar y Ángel Riesco Terrero, La iglesia románica y la Real Clerecía de
San Marcos de Salamanca. Salamanca, 1990. Pg. 36. 2.- Jacinto Vázquez de Parga y Mansilla, Boletín de la Real Academia de la Historia. Real Capilla de San Marcos. Documentos oficiales. Tomo LII, cuaderno 1. Enero, 1908. Pg. 365.la |
013 CRISTO DE LOS MILAGROS
013 CRISTO DE LOS MILAGROS Parroquia de Sancti-Spiritus |
Frente al retablo mayor de la iglesia de Sancti-Spíritus (declarada Monumento histórico artístico en 10 de julio de 1888) y separada por un muro con puerta renacentista con hojas hoy de madera con cristales, (que en tiempos fue reja para la clausura de las monjas) se encuentra una recoleta capilla, oscura y silenciosa, de precioso artesonado mudéjar en madera de alerce, moteado de blanco sobre fondo azul, que es el antiguo coro bajo del monasterio de las religiosas Señoras de Santa Ana, luego Comendadoras de la Orden de Santiago (vulgarmente conocidas como Freyras) desaparecidas de Salamanca por orden de Carlos III el 26 de julio de 1786, festividad de su santa patrona. En el testero de la hoy capilla se venera la imagen del Cristo de Santana, patético crucifijo del siglo XIV, procedente del antiquísimo convento de Santa Ana1, cuya capilla, modernizada en 1905, existió hasta 1960, en que dio paso a modernas construcciones de pisos. La primitiva capilla procedía de una ermita erigida en el siglo XI en la calle del Pizarral (hoy del Cristo de los Milagros, entre las de Azafranal y Toro) donde se recogían las señoras mientras sus esposos andaban en guerra con los moros y algunas, al quedar viudas, permanecían en el beaterio toda su vida, pidiendo al Cristo en sus oraciones que acabara con el infiel. Apunta don Antonio García Boiza2 la teoría de que el Cristo de las Batallas, antes de pasar a la Catedral Vieja, se veneraba en esta capilla y aduce que un catedrático de la Universidad salmantina y un padre jesuita (a los que cita) llegaron a contemplar un protocolo del siglo XVI, en el que se hace una relación detallada de los milagros del Cristo de las Batallas del Hospital de Santa Ana. Teniendo en cuenta que el hospital de este nombre, así como la alberguería u hospital para mujeres, fueron fundados por los moradores de Sancti-Spíritus a mediados del siglo XIII, cerca de la Puerta de Toro, lo probable es que lo hicieran a la sombra del convento de Santa Ana y que el Cristo que presidía la capilla recibiera el sobrenombre de las Batallas. No olvidemos la procedencia de las mujeres que formaban la Comunidad. Los milagros a que hacen referencia los 18 cuadros de la Catedral Vieja son muy posteriores pues datan de finales del siglo XVI y principios del XVII, por lo que existe la posibilidad de que efectivamente la imagen del Cristo de las Batallas llegara a la Catedral Vieja durante el siglo XV, procedente del convento de Santa Ana. El Cristo, hoy llamado de los Milagros, sustituyó al Cristo de las Batallas como objeto de la predilecta devoción de los salmantinos y a él se acude desde todos los puntos de una amplia comarca, en demanda de sus divinos favores, tanto para rogar agua en las sequías como para impetrar el cese de las calamidades y como muestra de agradecimiento, en las paredes de la desaparecida capilla, colgaban gran cantidad de exvotos, reflejo en cera, marfil o metales preciosos, de las gracias recibidas.
Una fórmula de petición original es la tradición de los Credos3, costumbre cuyo origen se pierde en el tiempo y que consiste en rezar un credo el primer día, dos el segundo y así sucesivamente hasta completar un mes y a partir de ahí, otro mes, decreciendo el número de credos hasta llegar de nuevo a cero. Los salmantinos desde siempre han dedicado al Cristo de los Milagros, aparte de rendirle homenaje a través de la reja -cuando la capilla se encuentra cerrada- especiales cultos litúrgicos, como son: la novena que concluye, desde la reforma del calendario litúrgico, el domingo de la Ascensión y el quinario durante los cinco martes de cuaresma, que culminan con el besapiés de la imagen. Fue costumbre inveterada que el domingo posterior al jueves de la Ascensión la imagen del Cristo de los Milagros, adornada con uno de los ricos vestidos de los más de 100 que posee, procedentes de las donaciones de agradecimiento de los fieles, saliese en procesión desde la capilla de Santa Ana, hasta la iglesia de Sancti-Spíritus, donde se celebraba el solemne novenario y concluido éste regresaba de nuevo a la capilla, también en forma procesional, acompañada de un inmenso gentío devoto de la venerada imagen. En 1945 quedó la imagen del Cristo definitivamente aposentada en la capilla del coro de la parroquia de Sancti-Spíritus donde en la actualidad recibe culto y veneración. La procesión, actualmente, se celebra sobre un pequeño recorrido y no queriendo molestar, por las necesidades del tráfico, sale a las siete de la mañana logrando así un mayor recogimiento y una mayor religiosidad. (N. del E. Desde 2015 la procesión inicia sobre las 7 de la tarde del Domingo de la Ascensión, con el mismo criterio de no molestar el tráfico pero en horario que permite mayor afluencia de devotos. En 1944 se celebró una procesión rogativa, denominada de Penitencia, para aliviar la sequía que se sufría ese año. La lluvia llegó en 8 días y la procesión se celebró durante los 30 años siguientes alcanzando en su recorrido el cementerio.) La talla del Cristo, en madera pintada, que responde a lo que se ha denominado Cristo castellano, de autor artesanal, tiene menor tamaño que el natural, es de factura patética y acentuada humanización, cuerpo alargado que no presenta tanta distorsión hacia la derecha como los de la Catedral Vieja y el de la sala capitular de las religiosas Agustinas, si bien la disposición de los pies es casi la misma: un solo clavo atravesando primero el derecho en posición forzadísima. Los brazos alargados, más verticales y huesudos que los Cristos anteriormente citados, facciones del rostro más delicadas con la faz agónica, cabeza caída con más naturalidad hacia el hombro derecho, rostro alargado, cejas poco pronunciadas, ojos semicerrados viéndose el disco de un iris mortecino, boca entreabierta de modo sobrecogedor, nariz larga, barba recortada de finas ondas, melena de cabello larguísimo natural, partido con raya al medio, que le llega a la cintura, (sobrepuesto a la cabellera tallada), ancha corona de espinas metálica de dos hilos finísimos tejidos en ondas sinusoidales, caja torácica dilatada con las costillas paralelas destacadas y de factura escamosa, pectorales poco dibujados, herida del costado grande con abundante chafarrinón rojo y salpicaduras por todo el cuerpo, caderas muy arqueadas hacia el lateral derecho y manos con los dedos estirados y juntos. El paño de pureza no es visible pues el Cristo va siempre cubierto con ricos faldones de tela, de los que antes se ha hecho mención denominándolos "vestido", que le llega casi hasta cubrir los pies. No hace muchos años portaba el barroco detalle de aureola metálica luciendo ráfagas de rayos semejando hojas vegetales que al abrirse dan lugar a otra hoja más grande que los engloba flameante. La Cruz es relativamente plana, de madera tallada con reiterativas muescas angulares hacia el centro, barnizada, ovas talladas en las aristas y adornos metálicos prismáticos en los extremos que terminan en puntas caladas triangulares del mismo metal. La cartela metálica rectangular, tiene dieciséis pequeñas curvas de poquísima gracia y llena el corto cabecero.
1.- Manuel Villar y
Macías, Historia de Salamanca. (9
volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión de 1973. Tomo II. Pg. 34. 2.- Antonio García
Boiza, Medallones salmantinos. Nueva
serie. Artículo: El Santísimo Cristo de los Milagros. Salamanca, 1926. Pg.
95. 3.- Salamanca y sus costumbres. Revista de arte. Publicación mensual ilustrada. Artículo: Devociones salmantinas. El Santísimo Cristo de los Milagros de V.L. Salamanca 1993. Edición facsímil de la de 1928. Pg. 99 y Enrique de Sena Marcos y Jaime Peña. Salamanca en las fotografías de Venancio Gombau. Salamanca, 1992. Pg. 39. |
014 CRISTO
014 CRISTO Iglesia de San Julián |
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Frontón partido con ménsula central sobre columnas acanaladas de capitel corintio y suplemento de estípites y en los dos laterales, ligeramente ochavados, adornados en la parte superior con rocallas como remate, dos pequeñas hornacinas con San Nicolás de Bari, estatuita del siglo XVIII6 revestido con ancha casulla, mitra y báculo, portando tres bolas de oro sobre un libro abierto y a los pies dos niños en un cubo de madera, en la de la izquierda y el franciscano San Pedro de Alcántara, "hecho de raíces de árboles" en apreciación de Santa Teresa, en la de la derecha, con las vestiduras de pliegues agudos y metálicos, atribuido a Pedro de Mena.6 Ambas imágenes de reducido tamaño. Se da una circunstancia curiosa respecto a esta imagen de San Pedro Alcántara y es que existe una fotografía de 1910, del que fuera Cronista oficial de Salamanca don Antonio García Boiza, sujetando la peana del santo, sobre una mesa, en el estudio del fotógrafo don Venancio Gombau7. En 1915 se publica otra fotografía de la imagen, del mismo autor8, en la que luce disco metálico con rayos sobre la cabeza y en la que carece del cordón franciscano, diciéndose ya que se venera en la iglesia de San Julián, lo que induce a sospechar su descubrimiento por don Antonio García Boiza en algún lugar ignoto y que a partir de entonces se entregara para que fuera objeto de culto público en la citada iglesia. El fondo del altar en su hornacina central es de tonos dorados imitación de brocatel con adornos de ánforas, flores y roleos. Las partes inferiores tanto del altar central como de las hornacinas laterales consisten en formas rectangulares que semejan cajoneras, muy adornadas con roleos, de inspiración portuguesa. Se trata de un Cristo muerto de tamaño menor que el natural, alargado y vertical, de tonalidad oscura, cabeza muy inclinada y torcida hacia la derecha presentando el cuello pronunciada torsión, ojos cerrados con pobladas cejas, frente fruncida, nariz grande, barba recortada de tono más claro que el cabello, cuya melena sin apenas talla cae sobre el hombro izquierdo, carece de corona de espinas, brazos grandes y musculosos, sobre todo en el centro del antebrazo, las manos enormes, que parecen tenedores, abiertas y con los dedos pegados, atravesadas por clavos grandes y puntiagudos, pecho plano contándose perfectamente diez costillas paralelas, que dejan ver un epigastrio de amplia curvatura y unos pectorales muy altos, llaga del costado sanguinolenta y la espalda plana sin tallar pegada a la Cruz, piernas bastas y alargadas, la izquierda desaparece desplazada de su posición natural como continuación de la cadera, con los pies grandes sin apenas talla, el derecho sobre el izquierdo en posición inverosímil por lo retorcido, con un clavo enorme que los atraviesa en forma forzada. El paño suprafemoral, que cae muy bajo dejando al aire la mayor parte del vientre, es grande pues llega hasta por debajo de las rodillas con pequeños pliegues de caída vertical recogidos en el centro en otro colgante, especie de broche, muy deteriorado en la parte superior con desportilladuras, donde llevaría el anudamiento, dejando ver ambas caderas. El paño, de coloración gris a imitación de tela hasta el punto de llevar como adornos, cuadrados marrones y una cenefa en el borde inferior. Este Cristo tiene una gran similitud en cuanto a su configuración, talla basta y disposición de cabeza, tronco y extremidades con el citado Cristo de los Milagros. La Cruz es pequeña, plana y de madera oscura. El cabecero cortísimo y tapado por la cartela o titulus con la inscripción, que es un simple panel pintado de blanco, de forma avolutada con sombras grises en las vueltas de los laterales. Se apoya sobre un monte Calvario de tonalidad oscura de no muy logradas rugosidades.
1.- Antonio García Boiza, Inventario de los castillos, murallas, puentes, monasterios, ermitas,
etc. de la provincia de Salamanca. Salamanca, 1937. Pg. 127. 2.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 89. 3.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 20. 4.- Ángel de Cabo Alonso y Alfonso Ortega Carmona, Salamanca. Geografía, historia, arte y
cultura. Salamanca, 1986. Pg. 382. 5.- Walter Willian Spencer Coock y José Gudiol
Ricart, Pintura e imaginería románicas.
ARS HISPANIAE. Volumen VI. Madrid, 1980. Pg. 335. 6.- Juan Eduardo Cirlot, ob. cit. pg. 20 y José Camón Aznar, ob. cit. Pg. 90. 7.- Enrique de Sena Marcos y Jaime Peña, Salamanca en las fotografías de Venancio Gombau. Salamanca, 1992. Pg.
179. 8.- La Basílica Teresiana, publicación mensual. Salamanca, 1915. Pg. 137. |