-Tallas de la Ciudad de Salamanca-
CRUCIFICADOS
Índice:
Siglo XI
001 CRISTO DE LAS BATALLAS
002 CRISTO DEL CID
002 CRISTO DEL CID Museo Diocesano |
Se trata de un pequeño Crucifijo denominado Cristo pequeño del Cid por llevarlo el Campeador sobre su pecho, bajo la armadura, cuando entraba en combate y que hoy puede admirarse en el Museo Diocesano en una vitrina junto a otra que existe con los recuerdos que se denominan documentos cidianos. El Cristo del que hablamos es bizantino y renegrido, del siglo XI, de bronce dorado, no macizo, de 17.5 cm de altura por 14 cm de ancho, de medio centímetro de espesor, con esmaltes de Limoges, de los Cristos denominados Maiestas Domini por llevar sobre la testa corona real (en este caso enorme), siguiendo los dictados en el arte de lo que afirmaba San Juan Crisóstomo: "Lo contemplo crucificado y lo llamo Rey". Es de los de cuatro clavos, brazos largos, rígidos y delgadísimos, horizontales a distinta altura, lo que hace flexionar el tronco en forma extraña a la verticalidad bizantina, manos abiertas con los dedos juntos y extendidos y suppedaneum bajo los pies divergentes, lo que le da rigidez a las piernas paralelas y hace que parezca sujeto a la Cruz y no colgado, cabeza inclinada hacia el hombro derecho, con las facciones contraídas, ojos redondos y abiertos significando su victoria sobre la muerte, barba rala y plana y toquilla que le cubre la oculta melena, labra tosca de torso alabeado y vientre abultado y enorme paño de pureza, que le cubre desde las caderas hasta casi los pies, con franja adornada -como cinturón- y esmaltado en blanco y azul, con caídos pliegues verticales, rígidos y geométricos, que se van abriendo hacia las rodillas, (un poco flexionadas en forma anormal para la época bizantina) y con nudo en el centro. La Cruz plana y tosca es de madera, con algún atisbo de carcoma, de época posterior y presenta un tono verdoso en su pintura, debido al material metálico de la construcción del Cristo, que con el paso del tiempo y de la herrumbre ha ido sedimentando en ella tal color. Lleva enorme cartela apergaminada asimétrica, con voluta en su extremo izquierdo sin que apenas se lea la inscripción infamante, suponiéndose de época más tardía. El Cristo debió pertenecer en tiempos "a una cruz procesional del siglo XIII, de obra de Limoges, como la del Museo de Chartres y otra del de León, por ejemplo, cuyos crucifijos son absolutamente iguales a éste"¹, por lo que no parece verosímil la teoría de que procediera del Cid Campeador. Hasta el siglo pasado se veneraba junto con el Cristo de las Batallas, sujeto por un pequeño fleje a la parte posterior de éste y saliendo hacia su izquierda, como si fuera su pequeña sombra. Por tradición se da a besar esta imagen a los Reyes cuando hacen su entrada en la Catedral. El estilo es similar al del Cristo de las Batallas aunque su procedencia no sea la misma pues llega a Salamanca como regalo del arzobispo de Valencia don Martín López de Hontiveros, según el padre Alfonso Rodríguez G. de Ceballos² en 1655 y en 1647 según Juan José Andrés Matías³ y Daniel Sánchez y Sánchez⁴. Ambas fechas pudieran no ajustarse a la realidad si tenemos en cuenta que don Martín López de Hontiveros no llegó al arzobispado de Valencia hasta 1658, según indica don Manuel Villar y Macías⁵. 1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. pg. 214. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. pg. 34. 3.- Juan José Andrés Matías, Semana Santa en Salamanca. Historia de una tradición. Salamanca, 1986. pg. 115. 4.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Nueva de Salamanca. Salamanca, 1993. pg. 206. 5.- Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca. (9 volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión de 1973. Tomo VII. pg, 129. |
Siglo XII
003 CRUCIFICADO SALMANTINO
003 CRUCIFICADO SALMANTINO Museo Arqueológico Nacional |
El rostro presenta la frente y la nariz casi en idéntico plano vertical, enormes orejas, nariz chata de reducidas aletas y distanciada de la boca por bigote apenas dibujado, cejas arqueadas, grandes párpados de pequeños ojos que miran hacia la derecha y abajo, frente despejada con el inicio del cabello sin apenas dibujo pegado al cráneo, recortado en forma de solideo y con caída hacia atrás y en ligeros mechones sobre la parte alta de los hombros, clara y corta barba con mechones regulares de talla basta y vertical demasiado geométrica. Carece de corona de espinas, aunque por la forma de capacete del cabello, cabe la suposición de que tuviera corona en tiempos pero de las del tipo majestad. Brazos horizontales pero con ángulo en la articulación del codo, redondeados, sin apenas forma, manos grandes con las palmas abiertas y los dedos juntos y paralelos al travesaño de la Cruz. La unión al pecho se efectúa con una figura arqueada en las axilas, muy poco natural. Tórax plano de anatomía esquemática con costillas que se vislumbran sólo en el costado y que desaparecen cercenadas por el plano de la espalda, llaga en el costado sin apenas huella sanguinolenta, piernas juntas y gruesas, talladas en una sola pieza, rodillas finas y gruesas pantorrillas, pies paralelos de grandes dedos y basta talla, apoyados en tosco supedáneo y atravesados por un clavo cada uno. El paño suprafemoral parecido al del Cristo de los Carboneros en cuanto a dimensiones y plegaduras, si bien está dispuesto en dos órdenes distintos: el superior con anudamiento central plano y ancho y dos caídas laterales al doblarse hacia abajo el paño sobre la cinta de sujeción y el inferior con elevación del pliegue en el centro y otras dos caídas externas en pliegues menudos, paralelos y verticales como los anteriores, que rematan por abajo en orla curvilínea en buena imitación de fina tela. La Cruz, de madera negra, que carece de cartela, es plana y de poca anchura y está dotada de un gran brazo travesero dada la extraordinaria longitud de los brazos del Cristo, siendo también largo el cabecero. Se encuentra el Cristo presidiendo hoy la sala XXXII del Museo Arqueológico Nacional, situado sobre un enorme bastidor rectangular negro que cuelga del techo y lleva el número de inventario 60.540. Se dice en su placa identificativa que el origen es probablemente Oña, lo que no concuerda con las afirmaciones de Walter Willian Spencer Coock y José Gudiol Ricart. Anteriormente se encontraba en la sala XXXI². Acompañan al Cristo, también colocados sobre sendos bastidores negros colgados del techo, pero con absoluta independencia entre sí, una Virgen y un San Juan, de tamaño reducido. La Virgen, de madera, bellamente policromada y colocada a la izquierda, pertenece a un Calvario sintético de estilo gótico de tradición románica del siglo XIII y procede de la iglesia de Valderrey en Zamora. Lleva el número 57.316 de Inventario. La imagen estilizada y ligeramente escorada hacia su derecha la cabeza y tronco, presenta bello rostro de reducida frente, cejas muy perfiladas, grandes ojos con la mirada hacia la izquierda y arriba, cuello estirado, manos juntas sobre el pecho en actitud orante. La toca, sobre la cabeza, tiene pliegues monjiles y le cae sobre los hombros. El manto rojo, con dorada orla, pegado al cuerpo con finos pliegues verticales, va recogido sobre los brazos para caer a ambos lados de ellos. La túnica de reducido escote redondo, en color azul verdoso, también ceñida y con pliegues verticales. San Juan, de similares características a la Virgen y de la misma procedencia lleva el número 57.318 de Inventario. Presenta rostro redondeado y lampiño, largo cuello, ojos enormes de arqueadas cejas, con la mirada hacia abajo, melena en forma de bucles cilíndricos, convergentes hacia el occipital, finos labios, mano derecha apoyada en la mejilla y la otra recogiendo el manto y a la vez portando un pergamino enrollado. Lleva los pies descalzos. Túnica roja de amplio escote redondo y manto azul con orla dorada y pliegues verticales en ambas prendas. Los dibujos del estofado de las dos imágenes son grandes y semejan tréboles de cuatro hojas con cuadrados en el centro. Debajo del Cristo y totalmente independiente, como las figuras de la Virgen y de San Juan, existe un pequeño frontal de altar que lleva el número 60.606 de Inventario. Es también gótico de tradición románica con el Pantocrátor dentro de la mandorla mística, rodeada de los símbolos de los Evangelistas: toro, águila, león y mancebo y en los laterales, en dos filas bajo arcos apuntados, los Apóstoles. Es de madera policromada del siglo XIII y de la escuela leonesa. 1.- Walter Willian Spencer Coock y José Gudiol Ricart, Pintura e imaginería románicas. ARS HISPANIAE. Madrid, 1980. Volumen VI. pg. 335. 2.- Ministerio de Cultura, Museo Arqueológico Nacional. Madrid, 1985. pg. 51. |
004 CRISTO DE LOS CARBONEROS
004 CRISTO DE LOS CARBONEROS Iglesia de San Cristóbal |
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En el muro de la epístola, junto a la entrada de la parroquia de Sancti-Spíritus, se halla un impresionante Cristo románico, del siglo XII, conocido como Cristo de los Carboneros, que se encontraba en la vecina parroquia de San Cristobal, declarada en ruina total e inminente hacia 1911 y que había sido erigida por la Orden del Hospital de Jerusalem en 1145, en el territorio de los toreses, (que llegaron capitaneados por el conde don Martín Fernández) por lo que puede afirmarse que el Cristo recibió culto en esta iglesia, románica, desde su fundación. Es citada ya en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca y con fecha 28 de julio de 1983 declarada Monumento histórico artístico. Al ser algo posterior, se trata de una copia más fina que el Cristo de la Zarza que recibe culto en la parroquia de San Juan de Barbalos, iglesia fundada por la misma Orden de Caballería hacia 1150, antes de que el papa Inocencio VII los incorporara a la Orden del Santo Sepulcro, en el territorio concedido a los castellanos, para la repoblación de Salamanca. Desconocemos el porqué del nombre de Cristo de los Carboneros, aunque cabe suponer que se lo darían cuando, en el siglo XVII, las cofradías de los diversos oficios artesanales comenzaron a sacar procesionalmente las imágenes de sus santos patronos. Sin embargo el gremio de carboneros no es citado por Gil González Davila, cuando relaciona hasta veintiuna cofradías diversas y detalla su adscripción a parroquias, iglesias, ermitas o conventos. Es un Cristo en madera pintada, con el dorso plano, con más de un repinte, de 1,92 metros de altura, de los denominados Cristos Majestad o Maiestas Domini por llevar corona real, -aunque haya desaparecido para acomodarle en tiempos una peluca, con lo que hoy es solamente un capacete-, de solemne hieratismo en su estricta frontalidad. El brazo transversal de la Cruz es potenzado, el cabecero cortísimo carece de cartela con el rótulo ofensivo y la cabeza, siguiendo los cánones del románico, es de tamaño reducido en comparación con el resto del estilizado cuerpo; cara afilada, de fina y larga nariz y facciones musulmanas, barba corta, fina y de perfecta simetría tallada someramente, ojos de párpados entornados con la mirada hacia abajo, sufrimiento expresado sin extremismos. Larga cabellera que cae en mechones simétricos sobre los hombros dejando al descubierto ambas orejas, brazos tendiendo a un incipiente naturalismo, muy horizontales, como consecuencia de apoyarse el Cristo en el reposapies, que ha desaparecido, pero que se intuye bajo los pies paralelos con ligera divergencia, piernas juntas sin alardes anatómicos, al igual que los brazos, con dos clavos en los pies, siguiendo las indicaciones de San Cipriano, San Gregorio de Tours o Benedicto XIV y las manos abiertas con los dedos estirados, pegados y sin flexionar. No presenta ni heridas ni escoriaciones, el pecho modelado con costillas paralelas esquemáticas en número de siete y alguna más bajo la garganta, pero sin salirse de la rigidez plana de los Cristos románicos, epigastrio con figura de arco muy abierto que en su parte superior corta una curva del esternón, lleva amplia llaga en el costado con ancha huella de sangre oscura que desciende hasta el borde del ceñido y amplio perizonium desde las caderas hasta las rodillas, con abundantes pliegues de rítmicas líneas geométricas y caídas verticales poco airosas, pliegues en los entrepaños y anudado al centro con ancha cinta decorada en rojo, cíngulo que cuelga en complicado nudo, tras desaparecer en los laterales al volver hacia abajo los bordes superiores del paño. Tiene la talla de las costillas y el paño de pureza un total parecido con el que cubre la desnudez del Cristo de Cabrera, que se venera en Las Veguillas y su comarca, (también de la misma época), imagen a la que sirven con dedicación las Carmelitas Descalzas del Cristo Crucificado. Al declararse en ruina la iglesia de San Cristóbal, donde alcanzó a verlo don Manuel Gómez-Moreno en 1901¹, pasó el Cristo a las dependencias del Museo Provincial y de allí fue trasladado a la iglesia de Sancti-Spíritus, donde es situado por Camón Aznar en 1932, en la sacristía del artístico coro2 y donde todavía continuaba en 1959 según don Antonio García Boiza³, habiendo sido colocado en la posición actual en los primeros años de la década de los sesenta, pues se aprecia su existencia sobre el muro en una fotografía del año 1965⁴. No obstante Rafael Santos Torroella⁵ todavía lo sitúa en 1976 en la sacristía del coro y en la fotografía que acompaña se aprecia la cabeza muy deteriorada, como de haberle fijado peluca de cabellos naturales, que luego se ha retirado de forma violenta, a pelluzgones, dejando la parte superior en estado desastroso. También se observan tales deterioros en otra fotografía de 1954⁶. Redactado ya este capítulo la imagen del Cristo se ha devuelto a la iglesia de San Cristóbal, para recibir culto en ella, al abrirse de nuevo tras la restauración efectuada, aunque no ha recibido el rango de parroquia que tuvo hasta el arreglo parroquial de 1867. 1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. pg. 173. 2.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. pg. 92. 3.- Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Madrid, 1959. pg. 93. 4.- Martín Sánchez Ruipérez, Salamanca. Libro fotográfico. Salamanca, 1965. foto 133. 5.- Rafael Santos Torroella, Salamanca. Barcelona, 1967. pg. 31. 6.- Rufino Aguirre Ibánez, Salamanca. Arte y espíritu de la ciudad y su provincia. Salamanca, 1954. foto 75. |
005 CRISTO DE LA ZARZA
005 CRISTO DE LA ZARZA Parroquia de San Juan de Barbalos |
El Cristo de la Zarza se encuentra hoy situado sobre el muro de la entrada, por los pies, de la iglesia de San Juan de Barbalos, nombre que le viene del pueblo de Barbalos, del partido de Sequeros, perteneciente a un mayorazgo que fue de la Orden militar del Hospital de Jerusalem, fundadora de esta iglesia, que pese a su antigüedad no es citada en el Fuero de Salamanca. Se erigió en los tiempos del obispo Berengario y siendo gobernador el conde don Ponce de Cabrera. Está situada la iglesia en el territorio de los castellanos, que vinieron a Salamanca al mando del conde don Vela de Aragón. Fue declarada Monumento histórico artístico con fecha 13 de julio de 1983 y en el arreglo parroquial de 1867 dejó de ser parroquia exenta para pasar a someterse a jurisdicción ordinaria en calidad de parroquia no exenta, de patronato particular, con derecho de presentación. Hay quien afirma que no es Barbalos sino Barbados, por barbudos, que "eran unos hombres que no salían de la iglesia por no ir a la cárcel y permanecían allí tanto tiempo que les crecía la barba"¹. Se acogían al derecho de asilo del que disfrutaba la iglesia. El Cristo, según la tradición, fue descubierto por los caballeros jerosolimitanos, cuando se disponían a construir los cimientos de la iglesia, bajo una zarza medio enterrada, de donde le vendría el nombre. Se trata de un enorme Crucifijo, de los denominados Maiestas Domini, en madera de nogal, de tonos claros y mates, de 1,97 metros de altura, de estilo románico del siglo XII, de impresionante aspecto y formas desproporcionadas, tosco y rudimentario en su hieratismo, todo el cuerpo en un solo plano con pectorales poco dibujados y en trapecio hacia las axilas y costillas sin ningún alarde anatómico. Llaga del costado poco señalada y con pequeños borbotones de sangre, de cabeza grande y alargada, rostro anguloso y feo con los ojos pequeños abiertos y la mirada hacia el cielo, nariz recta y alargada, boca entreabierta, barba espesa de mechones retorcidos recortada simétricamente y cabellera larga que se desparrama sobre los hombros en mechones también simétricos, que dejan ver las orejas, cuello cilíndrico y todo El sin sombra de congoja ni dolores.
En lo alto de la cabeza se dibuja un cerco que atestigua la existencia en su día de una corona real. Hombros y axilas mal talladas, brazos cortos y horizontales, con los dedos de las manos pegados y abiertos, sin flexionar, dos clavos en los pies poco detallados y paralelos, apoyados en el suppedaneum que mantiene el cuerpo en mayestática rigidez a través de unas cortas piernas y gran paño femoral, pegado al cuerpo, de pintada tela dura, que llega hasta las rodillas desde más abajo de las caderas, con dos órdenes de sencillos y geométricos lineales pliegues verticales, anudado al centro con rebuscado lazo hacia arriba. Según Gómez-Moreno: "en su tiempo debió parecer, no obstante, obra maestra, según lo cuidadosamente que se halla recubierto con un lienzo encolado muy fino, aparejado encima con yeso, pintado, y dorados la cruz y el sudario"². La talla hoy no presenta rastros de las sangrantes pinturas que en su día tuvo repartidas por todo el cuerpo. La Cruz no es la original, que era de gajos, perdida en el siglo pasado cuando el Cristo, muy repintado, fue arrumbado en las dependencias parroquiales y luego en el Museo Provincial, donde todavía se encontraba en 1956. Es plana y ancha, con ménsula para descanso de los pies, de brazos poco acordes con la época del Crucifijo pues, en lugar de presentar patas o potenzas en los extremos, acaban éstos en adorno de curva y contracurva y con estrechamiento final. Carece de la cartela que por mofa colocaron sobre la Cruz los judíos al tiempo de crucificar a Jesús. Sobre este Cristo de la Zarza escribe Luciano González Egido en su libro, Salamanca, la gran metáfora de Unamuno: "Un Cristo que se ganó las simpatías de Unamuno por su desamparo y por su triste destino, con el que seguramente se identificaría, con el dolor de las premoniciones trágicas y la agudeza de la lucidez igualmente dolorosa: 'Había en la iglesia de San Juan de Barbalos de la ciudad de Salamanca, en que escribo, un viejo crucifijo románico, de casi tamaño natural, largo tiempo hace retirado del culto. Hoy está en el Museo Provincial, pero yo lo conocí en un desván o trastero del claustro de dicho antiguo templo. Hallábase desclavado y con los pies rotos. Su expresión, hierática. Es de madera recubierta de tela y pintada... Cuando lo descubrí, hace ya años, tramé conversación con el sacristán de cómo se encontraba el Cristo en tal sitio y tal estado. Y hubo de decirme que, resuelto el párroco a retirarlo del culto porque ya, lejos de excitar devoción y reverencia, provocaba, por su fealdad, risa... El pobre Cristo de San Juan de Barbalos, desterrado de su templo a un museo'. Pobre Cristo románico, Cristo hasta en su inutilidad conmovedora, sin cruz propia, humano en su abandono de telas pintadas y muñones dramáticos, sacado de la oscuridad por Unamuno, para no merecer ni siquiera un verso suyo"³. En el preámbulo de un libro de Fernando Chueca pone en boca de don Manuel Gómez-Moreno las siguientes palabras, pronunciadas en 1901: "una tarde leían en cierta plazoleta de las afueras la poesía de Gabriel y Galán "El Cristu Benditu"; los elogios eran extremados, y al propósito les hablé del crucifijo románico que había sacado de un gallinero en San Juan de Barbalos; fueron a verlo y de ello resultó otra poesía de Unamuno en él inspirada"⁴. (Las personas a que se refiere eran el citado Unamuno, don Luis Maldonado y los hermanos Rodríguez Pinilla, Cándido, el poeta ciego de Ledesma e Hipólito, catedrático de Hidrología médica en la Universidad y la poesía tal vez sea el relato anterior). El Cristo de San Juan de Barbalos alcanzaron todavía a verlo en el Museo Provincial, Camón Aznar en 1932 y Cirlot en 1956⁵. Para Julián Álvarez Villar, en 1994, el Cristo de la Zarza se encuentra situado en el altar⁶, cosa que no se ajusta a la realidad pues se trata de otro Cristo que luego se describirá. No hay constancia de la fecha en que se creó en esta iglesia la Cofradía del Cristo de la Zarza, que se trasladó luego a la parroquia de Santo Tomé y que en ella se extinguió a finales del pasado siglo, teniendo en ella también su sede la Cofradía de las Animas. 1.- Tomás Prieto, Salamanca, la ciudad de oro. Historia, monumentos, leyendas y tradiciones. Madrid, 1970. Pg. 25. 2.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 176. 3.- Luciano González Egido, Salamanca, la gran metáfora de Unamuno. Salamanca, 1983. Pg. 112. 4.- Fernando Chueca Goitia, La Catedral Nueva de Salamanca. Salamanca, 1951. Pg. IX. 5.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 106 y Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 160. 6.- Julián Álvarez Villar, Conocer Salamanca. León, 1994. Pg. 59. |
Siglo XIII
006 CRISTO DE JERUSALEM
006 CRISTO DE JERUSALEM Ermita desaparecida en el Camino Viejo de Villamayor |
Refiriéndose a la puerta de Villamayor dice Bernardo Dorado: "Por ser camino à una Aldèa cercana de esta Ciudad llamada Villamayor recibiò el nombre esta puerta; tiene à pocos pasos al mui Religioso Convento de Monjas Carmelitas Descalzas, y à su frente à la antiquisima Hermita de el Santisimo Christo intitulado de Jerusalem, desde donde la devoción de este Pueblo empieza los sagrados pasos de la Via-Crucis hasta acabàr tan santo y devoto egercicio en el penitente, y austèro Convento de el Calvario, de Padres Descalzos de San Francisco de la Provincia de San Pablo"1 . El lugar en donde se encontraba situada la ermita de referencia era una pequeña parte de lo que hoy constituye el Hospital de la Santísima Trinidad y "los sagrados pasos de la Vía-Crucis" se dirigían a través del camino que, atravesando las entonces tierras de labor, entroncaba con el llamado camino del Calvario, que había partido del lateral izquierdo del convento de los padres Bernardos, frente a la actual calle del Espejo. La ermita del Cristo de Jerusalem fue fundada por los caballeros de la militar Orden del Hospital o de San Juan de Jerusalem2 y quedó bajo la jurisdicción del prior de San Juan de Barbalos. Desapareció en 1899 cuando se iniciaron las obras del citado Hospital de la Santísima Trinidad, que se inauguró el 14 de agosto de 1904. Ya existía la ermita en 1220, pues consta que, a la fundación de las
Dueñas de Santa María (Claras), Urraca, -su fundadora y abadesa- dio permiso a
dos hermanas que le pidieron licencia para ir a Jerusalem. Pensó la superiora
se tratara de cumplir algún voto en la ermita del Santo Cristo de Jerusalem, que existía, como hemos visto, frente a
la puerta de Villamayor y tardaron muchísimo en volver, con asombro de la
abadesa y del resto del beaterio, cuando se encontraron con que venían de la
auténtica ciudad de Jerusalem, tras visitar en la de Asís a Santa Clara. Desconocemos las carácterísticas del Cristo pero cabe la intuición de que sería románico por la fecha de fundación de la ermita y porque sus fundadores, los caballeros de la Orden del Hospital de Jerusalem nos han dejado como muestras los Cristosde la Zarza, en la parroquia de San Juan de Barbalos, fundada por ellos hacia 1150, en el territorio de los castellanos y de los Carboneros, en la de San Cristóbal, también fundada por esta Orden en 1145, en territorio de los toreses. Dado el carácter hospitalario de la Orden es de suponer que junto a la ermita existiera un hospital, para atención de los peregrinos que se dirigieran a Guadalupe o a Santiago, al igual que el que habían creado en el Arrabal, conocido como Hospital de Santa María de Rocamador, también del siglo XII. La Orden militar de los Hospitalarios o caballeros de San Juan de
Jerusalem fue la primera de las comunidades guerreras de caballeros monjes que
se crearon para salvaguardar los Santos
Lugares, con motivo de la primera Cruzada.
Su fundador fue San Gerardo Tenque, en los primeros años del siglo XII y, como
se puede apreciar, a los pocos años ya se encontraban en Salamanca, luciendo
su hábito negro en el que destacaba la cruz blanca, pero llevando debajo la
armadura de guerreros. Los dos templos mencionados coinciden en haber tenido, hasta el pasado siglo, un púlpito a su puerta con la inscripción de: "Aquí predicó San Vicente Ferrer" y en que fueron lugar de asilo para emparedados y emparedadas en la edad media, como nos dice Gil González Dávila: "Las emparedadas se pasaron [desde S. Juan el Blanco] a la iglesia de S. Juan de Barbalos, con otras que había en aquella misma Iglesia" y dice más adelante: "y mando a cuatro Emparedadas de S. Juan de Barbalos" [cinco maravedis].3
1.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su
Santa Iglesia, su fundación y grandezas que la ilustran.
Salamanca, 1985 - Edición facsímil de la de 1.776. págs. 34 y 35. 2.- Gil González Dávila, Theatro eclesiástico de la iglesia y ciudad de Salamanca. Vidas de sus
obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca,
1618. Pg. 10. 3.- Gil González Dávila, Historia de las Antigüedades de Salamanca. Vida de sus obispos.
Salamanca 1606. Pg. 330. |
007 CRISTO DEL PAPELÓN
007 CRISTO DEL PAPELÓN Monasterio de las MM. Agustinas |
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En el cuerpo central las columnas extremas han sido sustituidas por estípites alargadas adornadas en la mitad inferior del fuste con ramajeados verticales, cartelas con adornos de serafines en la parte media y enanas pilastras acanaladas con coronación de capiteles dóricos y de nuevo estípites recubiertas de adornados motivos florales. El tablero central lo constituyen pilastras adornadas con motivos florales simétricos, rematadas por varias impostas lisas y con adornos geométricos. El ático lo conforma una hornacina rococó con abundante adorno de hojarasca en los laterales y en el copete de la coronación sobre las recargadas molduras curvas. El fondo del cuerpo y del ático es un tablero tallado con bajorrelieves de caprichosos adornos fitomorfos, que constituyen la hornacina del Cristo. Gómez-Moreno cita este Crucificado como: "Crucifijo del siglo XIII, bueno y bien conservado; tamaño natural"1. Presenta el Cristo cuerpo alargado con figura muy retorcida, de gran patetismo, con las caderas arqueadas hacia delante y muy distorsionado hacia la derecha, como expresión de sufrimiento; predominan las líneas curvas, cabeza pequeña inerte, más que caída hacia el hombro derecho, sin que se aprecie en ella corona de espinas, (aunque a principios de siglo la tuviera), cara redondeada de expresión serena, ojos cerrados de redondeadas cejas finas, nariz grande y reducida barba de trazado geométrico, melena abundante, de pelo lacio y sin gracia, caída hacia atrás, dejando que se vea la oreja izquierda. Brazos no muy horizontales, ni rígidos, doblados hacia el codo, con las manos abiertas y los dedos juntos, pierna derecha sobre la izquierda con el pie derecho clavado en postura forzadísima en su retorcimiento de rotación externa, presentando solamente tres clavos siguiendo las indicaciones de San Anselmo. Es elCristo salmantino más antiguo que presenta la característica de tres clavos en lugar de los cuatro que corresponden a la época románica. Torso hundido y plano, con pronunciadas costillas de suave modelado, así como son también pronunciadas las venas y músculos de piernas y brazos, asimétricos por la forzada postura. La zona epigástrica en arco descentrado y muy abierto. El paño de pudor enorme, le cubre hasta las rodillas, cayendo más por detrás, con pliegues sencillos rígidos, lineales y de poca gracia, con nudo al frente, sin que se aprecie el cordón por estar vuelta la tela en la parte superior. Se forma un pliegue vertical en cada una de las piernas, dejando otro más grande en el centro. Se asemeja en su disposición al Cristo
gótico de la Catedral Vieja, hoy en la capilla de Santa Catalina, pero éste no presenta figura tan distorsionada, aunque los brazos estén más horizontales. La Cruz es de madera oscurecida, plana y de brazos anchos, siendo el cabecero muy corto al igual que el resto, posiblemente para ajustarlo al espacio disponible en el retablo. La tablilla o titulus, con el rótulo sentenciador, es de forma romboidal apergaminada con volutas en los extremos y ocupando todo el cabecero. Desconocemos su procedencia pues las Agustinas llegan a este
monasterio en 1636. Pudiera haber recibido culto en el Hospital de San
Bernardino, cuya portada se conservó al edificar el convento sobre el solar
que ocupara este hospital, erigido en 1382 o bien en la ermita de San Roque,
abogado contra la peste, que fue el primer lugar en que se establecieron las
Agustinas a su llegada a la ciudad. Es denominado Santo Cristo del Papelón en la fotografía que publica "La Basílica Teresiana" como ilustración del artículo que sobre la V. M. Inés Francisca, escribió el padre agustino Pedro Abella "Cristo de quien tantos favores y mercedes recibió, como ella misma lo refiere en su vida"2. También lo denomina así Antonio García Boiza cuando dice: "Para ir al archivo había que pasar por el Capítulo que llaman también De profundis, pequeña pieza que preside un Cristo muy antiguo, que lleva el extraño título del Papelón, que es donde entierran a las religiosas"3 . Se desconoce el origen del nombre del Cristo pues no encaja su talla en madera con la que en siglos
posteriores se efectuaba porque, la mayoría de las imágenes, se confeccionaban
con cartón, paño de lino con la tela encolada y papelón.
1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 297 y Ángela Madruga del Real, Las Agustinas de Monterrey. Salamanca,
1983. Pg. 135. 2.- La
Basílica Teresiana. Publicación mensual. Salamanca, 1923. Pg. 41. 3.- Antonio García Boiza, Medallones salmantinos. Salamanca, 1924. pg. 92 y Una fundación de Monterrey. La Iglesia y el Convento de MM. Agustinas de Salamanca. Salamanca, 1945. Pg. 31. |
008 CRUCIFIJO
008 CRUCIFIJO Monasterio de las MM. Clarisas |
La pequeña ermita a la que se retiraron en 1220 una venerable señora de la nobleza salmantina, llamada doña Urraca, junto con algunas devotas compañeras para vivir en comunidad, se encontraba situada entre la iglesia de San Román y la muralla, bajo la advocación de Santa María y luego se conoció como de los Milagros. Construida por la Comunidad una nueva iglesia en 1238, se consagró el templo en 1250. Era de estilo gótico, destacando las ventanas y las puertas de la iglesia con arco apuntado, enmarcado por alfiz. Un incendio ocurrido en 1413 fue causa de la pérdida de la mayor parte
del estilo gótico que atesoraban monasterio e iglesia, pues solamente se
salvaron los muros maestros, según se afirma, lo que no parece del todo cierto
como se verá más adelante. Se reconstruyó de nuevo a comienzos del siglo XVI y se dotó a la iglesia y al coro con bóveda de estilo mudéjar con armadura central de par y nudillo, con arrocabe, tirantes y faldones y adornos de cenefas, florones, figuras y escudos reales de Castilla y León, conjunto que quedó tapado con la falsa bóveda barroca de yeso y ladrillo en la reconstrucción efectuada en el siglo XVIII. Bernardo Dorado, en 1776, dice: "La ampliación de este antiguo Religioso Convento, siendo uno de los esplendidos de la Provincia, se ejecutó en nuestros tiempos, mejorando su Iglesia con lucidas bobedas, y excelentes Retablos de primorosa talla, y escultura, dorados à toda costa y primor, como tambien el Convento en sus Claustros interiores, y demás oficinas, resultando ser oy uno de los magestuosos de este Pueblo".1 En las paredes del coro bajo, rehecho en 1747, y seguramente abovedado de ladrillo y enlucido de yeso por Andrés García de Quiñones, han aparecido en el año 1976, despues de dos siglos de ocultamiento, una colección de 20 medallones de excelente talla y factura y un valioso conjunto de cerca de 140 metros cuadrados de frescos murales del medievo, en dos franjas superpuestas, a modo de grandes tapices con historias de la vida de Santos, de Cristo y de la Virgen, que databan de los siglos XIV y XV, de estilo románico de transición. Son muestra de lo que debió ser el antiguo monasterio, como lo acreditan también los restos de pintura al fresco con motivos geométricos de sabor mudéjar. | ||||||
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Don Luis Garrido y don Ángel Pisón nos dicen, a propósito de este Crucificado: "Un gran crucifijo con un Cristo trabajado en madera a finales del siglo XIII o principios del XIV. Presenta un estilo de transición entre el románico y el gótico, tal como se advierte en la románica estaticidad horizontal de sus brazos y manos, perfectamente combinada con las notas goticistas que ofrecen su cabeza, ligeramente inclinada, y sus pies, montados y cogidos con un solo clavo".4 Colocado sobre una ventana de arco escarzano, que da vista a la iglesia, este Cristo presenta las siguientes características: Cabeza pequeña y alargada, con inclinación hacia la derecha que obliga a presentar el cuello forzado y curvo en el lado izquierdo, ojos cerrados, nariz pequeña, barba poco rizada y triangular, melena oscura poco ondulada y no muy abundante, que cae pegada a la cabeza en delgadas guedejas sobre los hombros, corona de espinas tallada toscamente. Tórax poco abombado de costillas mal dibujadas y contrahecha anatomía
por la cadera izquierda que se desplaza, arco del epigastrio muy abierto y
señalados pectorales, pequeña llaga poco pronunciada y sin apenas sangre,
brazos muy horizontales, largos y finos sin venas ni músculos, manos abiertas
con ligera flexión hacia los clavos, piernas poco musculosas y labra tosca, la
izquierda ligeramente curvada para apoyar el talón en el larguero y sobre ella
la derecha con la rodilla adelantada y con el pie en torsión lateral exterior
lo que le hace adoptar una extraña figura. Todo el cuerpo presenta colorido oscuro tostado que le da un aspecto tétrico. El paño de pureza es grande y de tono blanquecino que destaca sobre las carnes. Se levanta ligeramente dejando ver a partir de la rodilla derecha y cayendo en el resto con pequeños pliegues pegados al cuerpo, como si de tela mojada se tratara y colgando de la cintura sin anudamiento hasta casi las pantorrillas. Posiblemente sea el Cristo salmantino que presenta una postura más forzada entre la cabeza, el tronco y las extremidades inferiores. La Cruz no muy grande ni
ancha, es plana y de color negro con cabecero reducido en el que una pequeña
tabla alargada y de forma romboide de color gris aloja las letras infamantes.
1.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su
Santa Iglesia, su fundación y grandezas que la ilustran.
Salamanca, 1985. Edición facsímil de la de 1776. Pg. 196. 2.- Ángel Riesco Terrero, Datos para la Historia del Real Convento de Clarisas de Salamanca.
León, 1977. Pg. 18. 3.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 182. 4.- Luis Garrido y Ángel Pisón, El Real Convento de Santa Clara y su Museo. Salamanca, 1994. Pg. 31. |
009 CRISTO GÓTICO
009 CRISTO GÓTICO Iglesia desaparecida de San Bartolomé |
La iglesia, conocida como San Bartolomé de los Apóstoles, para distinguirla de la de San Bartolomé el Viejo, se alzaba en el territorio de los serranos, (que llegaron a Salamanca para repoblarla al mando de don Fruela de León), donde hoy se encuentra el Palacio de Congresos y Exposiciones, y erigida hacia el año 1174 por el caballero don Berengario fue consagrada por el obispo Pedro Suarez, citándose ya en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca. El templo románico, de pequeñas dimensiones y el ábside cubierto al interior con bóveda de cañón, se amplió y reformó a mediados del siglo XVI con mezclas de plateresco y barroco por los maestros canteros Martín Navarro y Miguel de Aguirre1, gracias al mecenazgo del duque de Alba, don García Álvarez de Toledo, que tenía su palacio junto a la iglesia, donde luego se edificara el Colegio Mayor de San Bartolomé. Fue de nuevo reformada la iglesia en 1757 por Manuel Ribera, bajo la supervisión de Simón Gabilán Tomé2 y dos años después consta que dora un retablo Diego Enríquez. En el arreglo parroquial de 1867 dejó de prestar sus servicios como
parroquia y fue cerrada al culto a finales del siglo pasado, terminando por
derrumbarse sus ruinas por los años veinte de este siglo. En la iglesia de San Bartolomé existe un "Crucifijo de tamaño natural, en la sacristía, obra del siglo XIII y muy bien conservado, aún en la encarnación o pintura; muestra expresión de dolor, la herida del pecho muy abierta, el cuerpo arqueado; corona real, mutilada; cruz de gajos".(*)
La cabeza reducida y de fealdad apreciable, que se acrecienta con la poca delicadeza del trabajo en cejas, bigote y barba, ojos cerrados y oblicuos, corona de espinas tallada burdamente y melena con desordenadas guedejas que caen lacias sobre los hombros. Brazos gruesos bastante horizontales, poco delicados, manos rudimentariamente labradas, pecho hundido y costillas pronunciadas, llaga del costado enorme con abundancia de huella sanguinolenta, piernas poco agraciadas con torsión inverosímil de ambos pies para ser atravesados por único clavo y sudario que cubre por encima de la cadera hasta las rodillas y por detrás, con caída vertical, plegaduras sobre las piernas muy artísticas -para la época en que fueron ejecutadas-, nudo central con lazada que deja caer el paño con bastante gracia, después de ancha doblez en la cintura. Presentaba extraordinaria similitud con el Cristo del claustro bajo del monasterio de las Claras: en la posición de la cabeza, en la colocación de los brazos, en la torsión del cuerpo hacia el mismo lado y sobre todo en el cruzamiento inverosímil de los pies. La Cruz de madera muy oscura, robusta, de tronco natural de gajos, con
cabecero y transversal muy cortos. El cartel con la condena, plano, grande y de
línea romboidal con enormes letras. La Cruz de gajos, con ramas tronchadas, tan utilizada en la iconografía románica y luego en la gótico-tardía, procede de los escritos de San Ambrosio: "Por un árbol Adán nos acarreó la muerte, por un árbol Cristo nos devuelve la vida".
1.- María del Camino
Paredes Giraldo, Documentos para la
historia del arte en la provincia de Salamanca. Segunda mitad del siglo XVIII.
Salamanca, 1993. Págs. 73, 83, 104 y 225. 2.- Andrea Barbero
García y Teresa de Miguel Diego, Documentos
para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Siglo XVI. Salamanca, 1987. Pg. 64. 3.- Manuel Gómez-Moreno
y Martínez, Catálogo monumental de
España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 278. 4.- Id.
id. ob. cit. Pg. 308. 5.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg.
106. 6.- Juan Eduardo Cirlot,
Salamanca y su provincia. Barcelona,
1956. Pg. 160. 7.- Juan Antonio Gaya
Nuño, Historia y guía de los museos de
España. Madrid, 1968. S/pg. 8.- Amelia Gallego de
Miguel, Museo de Bellas Artes. Salamanca. Salamanca, 1975. S/pg. 9.- Alfonso Rodríguez G.
de Ceballos, Guía de Salamanca. León,
1989. S/pg. 10.- Mercedes Moreno Alcalde, Museo
de Salamanca. Salamanca, 1995. S/pg. 11.- Manuel Gómez-Moreno
y Martínez, ob. cit. fotografía 399.
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010 CRUCIFIJO GÓTICO
010 CRUCIFIJO GÓTICO Capilla de Santa Catalina en el Claustro de la Catedral Vieja |
La Capilla de Santa Catalina, la más antigua de todas, se encuentra en la parte sur del claustro de la Catedral Vieja y se la denomina también del Canto porque era el lugar de ensayo para la música y cantos de los oficios litúrgicos y cátedra de la capilla de música de esta asignatura, que existía en la Catedral y en la Universidad desde los primeros tiempos de ambas. En ella han tenido lugar acontecimientos importantes como diversos concilios y sínodos compostelanos o el hecho de que en 1310 se declarara inocentes a los caballeros templarios de Castilla y Portugal, acusados de inmoralidad y heterodoxia. Fue también biblioteca del Cabildo desde el siglo XIV y sirvió de aula universitaria para impartir en ella lecciones, durante tres años, a los estudiantes en las facultades de Teología y Cánones, demasiado numerosos y sin sitio en la Universidad. En ella se representaban comedias, cuando le correspondía al Cabildo y en especial en las celebraciones del Corpus. Incluso se celebraron en ella los exámenes para obtener el grado de Licenciado de la Universidad y en determinada época los de Doctor y Maestro. También sirvió como recinto para que se celebraran en ella los ejercicios para las oposiciones de los prebendados y hasta que se habilitó la Capilla Dorada, de la Catedral Nueva para el culto, sirvió como coro para el rezo del oficio divino por parte del Cabildo. Contiene en la actualidad cuadros, tablas, sepulcros, tapices y
objetos varios que la convierten en una especie de Museo con obras de diversa
procedencia, en especial de las iglesias de la diócesis. Fue creación, en 1916,
del obispo de la diócesis don Julián de Diego García de Alcolea. Entre los objetos curiosos figura el original de la famosa veleta de la Torre del Gallo, de esta vieja Catedral, que fue desmontada por don Ricardo García Guereta, cuando hubo que reparar la cúpula entre 1918 y 1927 por amenaza de ruina. El Museo se encontraba protegido por una estupenda reja gótico-flamígera que, procedente de la desaparecida iglesia de San Adrián, donde cerraba la capilla de los duques de Abrantes en la que se veneraba el Ecce Homo, imagen que hoy recibe culto en la capilla de San Lorenzo de la Catedral Nueva, se colocó en 1885 y que desapareció en 1988 con motivo de la restauración de la capilla efectuada por el arquitecto don Valentín Berriochoa Sánchez-Moreno.
En fechas muy recientes ha sido trasladado a esta capilla y colocado a la izquierda de su entrada, sobre un pequeño altar junto al sepulcro del maestro de capilla del Palacio Real en el siglo XVIII, el músico salmantino Doyagüe, un Cristo desde un altar lateral de la nave de la Catedral Vieja, que había sustituido al Cristo de las Batallas en aquel lugar. Se trata de una imagen gótica de Cristo crucificado de finales del siglo XIII, de acusado patetismo, cuyo autor se desconoce, labrada toscamente y restaurada con fragmentos de otro Cristo que ardió en un incendio en 1892. La postura del cuerpo es distorsionada, con las caderas hacia la derecha y con los pies cruzados en forma inverosímil por cuanto la pierna derecha gira hacia el exterior por lo que el único clavo parece atravesar sólo el pie izquierdo. El Cristo, de cuerpo alargado, tiene la cabeza pequeña y ovalada, -carente de corona de espinas, aunque la talla del pelo lo asemeje-, ligeramente inclinada hacia el lado derecho, melena muy abundante de cabellos lisos que se desparraman sobre los hombros, cejas redondeadas y los ojos cerrados significando que ya ha muerto, aunque carece de herida en el costado, fino bigote y barba corta y redondeada; pecho hundido con las costillas pronunciadas a través de la piel, pectorales muy dibujados en trapecio hacia las axilas, epigastrio en ángulo agudo hacia el pecho, largos brazos de señalada anatomía, en posición tendente a la horizontalidad del románico; el gran perizoma carece de gracia en sus pliegues sencillos y tiene el Cristo muy marcados los gruesos goterones de la sangre producida por los clavos de pies y manos, que ya son sólo tres de acuerdo con los cánones del gótico. La Cruz es plana, sencilla, pequeña, poco artística, de madera oscura y va colocada sobre peana que figura un montículo de gran tamaño con elementos del Gólgota: calaveras y tibias, careciendo de cartela con la inscripción denigrante. Durante mucho tiempo las buenas gentes salmantinas confundieron este Cristo con el Cristo de las Batallas al sustituir a esta imagen en un altar lateral de la Catedral Vieja, hecho que ocurrió en 1732 al pasar el auténtico de las Batallas a donde hoy se encuentra en la girola de la Catedral Nueva. La imagen que nos ocupa puede verse todavía colocada en un retablito de esbeltas columnas, de capitel corintio partido, que soportan arco de medio punto con arquivoltas sencillas y la central adornada con ovas en una fotografía.1 Don Alfonso Rodríguez G. de Ceballos dice en 1979: "Saliendo de la capilla de San Martín, al
recorrer las naves laterales se pueden contemplar algunos lucillos sepulcrales
con altares empotrados ya muy tardíos. A la derecha el de don Cristóbal Orbe
Carvajal (+1647), con mediocres pinturas del difunto protegido por San Cristóbal,
Santo Domingo y Santa Teresa, debidos probablemente a Lorenzo Aguilar. A su
lado un altar moderno contiene un Crucifijo del XIV".2 Respecto de este sepulcro hemos de indicar que Gil González Dávila3 cita como una de las personas que intervinieron en las ceremonias del traslado del Cristo de las Batallas a don Roque de Vargas, Arcediano de Monleón, Canónigo Doctoral y Catedrático de Prima de Cánones, que es la misma persona aquí enterrada, según apreciación de Antonio Casaseca Casaseca, quien lo denomina "Don Roque de Vargas Carvajal, muerto en 1647, sin otro interés [el sepulcro] que la arquitectura del altar, obra barroca cercana a Juan Moreno o Alonso Sardiña".4 (Entre junio de 2018 y febrero de 2019, el Cristo de la capilla de Santa Catalina fue sometido a proceso de restauración que incluía limpieza, desinsectación y consolidación y la recuperación de la policromía de la imagen efectuado por el taller de Conservación y Restauración de la Fundación Las Edades del Hombre. El viernes 5 de febrero de 2019 el Cristo recobró su lugar en la capilla. N. del E.)
1.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Vieja de Salamanca. Salamanca, 1991. Pg. 63. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Las Catedrales de Salamanca. León, 1979.
Pg. 17. 3.- Gil González Dávila, Historia de la imagen del Cristo de las Batallas que está en la Iglesia
Catedral de Salamanca. Salamanca, 1615. Pg. 43. 4.- Antonio Casaseca Casaseca, Las Catedrales de Salamanca. León, 1993. Pg. 37
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011 CRUCIFIJO
011 CRUCIFIJO Parroquia de San Pablo |
La actual parroquia de San Pablo tiene su asiento en la iglesia que en
1667 fundaron para los Padres Trinitarios Descalzos don Jorge de Paz y su
esposa doña Beatriz de Silveira, barones de San Quintín, a quienes donaron
también los palacios adjuntos. Desde 1408 habían estado los padres Trinitarios en la iglesia de San Juan el Blanco, a orillas del río (comunidad a quienes había dado entrada en Salamanca el obispo don Diego de Anaya y Maldonado, antes de partir hacia Cuenca para ocupar su silla episcopal)1 y después de morar en ella 200 años la abandonaron como consecuencia de las inundaciones, pasando en 1605 a la plazuela de San Juan del Alcázar, de donde se trasladaron, en 1611, a la vieja parroquia de San Miguel, fuera de la muralla y al lado del río y con motivo de la crecida de San Policarpo se trasladaron al interior de la ciudad a ocupar unas casas en la calle de Serranos, propiedad del convento de San Agustín, hasta setiembre de 1628 en que les dio el Cabildo, en la plazuela de San Adrián (hoy plaza de Colón) dos casas y con los solares donados por las personalidades antedichas edificaron iglesia y convento. Sustituyó como parroquia a la antiquísima de Santo Polo, por amenaza de ruina en el siglo pasado, después de haber sido trasladada ésta al convento de San Esteban, a mediados de la citada centuria y pasó a ella también, en 1886, la derruida parroquia de los Santos Justo y Pastor.
La parte superior tiene los pliegues triangulares con anudamiento lateral derecho, moña grande y colgante como si fuera tela enrollada. La Cruz, de madera oscura, es ancha y profunda, sin cabecero y con la cartela pequeñísima. El Cristo que comentamos tal vez proceda de la primitiva parroquia de San Polo, datada en 1212, que lucía en su portada treinta estatuas sentadas en hilera al modo bizantino, colocadas en 1529 y alguna de las cuales puede observarse en las esquinas del patio de las Siervas de San José en Marquesa de Almarza. San Polo ya figura como parroquia en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca, en el territorio
poblado por los portogaleses.
1.- Gil González Dávila,
Theatro eclesiástico de la iglesia y
ciudad de Salamanca. Historia de sus obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca,
1618. Pg. 108 e Historia de las
antigüedades de Salamanca. Vidas de sus obispos. Salamanca, 1606. Pg. 330. 2.- Manuel Gómez-Moreno
y Martínez, Catálogo monumental de
España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 303. 3.- Arminio Sánchez Mora, Salamanca. Madrid, 1994. Pg. 87. |
Siglo XIV
012 CRISTO DEL CASTILLO
012 CRISTO DEL CASTILLO Parroquia de San Marcos |
Se encuentra situado en la iglesia de San Marcos, que fue declarada Monumento histórico artístico en 3 de junio de 1931, fundada hacia 1178 y que pese a su antigüedad no se cita en el Fuero de Salamanca. San Marcos era parroquia en 1853 y al año siguiente, en virtud del nuevo plan parroquial de 13 de marzo, queda como iglesia dependiente de la parroquia del Carmen; en 22 de octubre de 1868, concluido el plan parroquial, pasa a ser parroquia filial del mismo Carmen y a partir de 1 de julio de 1887, en virtud del arreglo general de las parroquias de la diócesis de Salamanca quedan suprimidas las antiguas parroquias, entre las cuales se incluye.
"frente a la puerta de entrada había una segunda puerta de arco de medio punto por la que entraba el santero encargado de atender la lamparilla de un Cristo que en la edad media era muy venerado"¹. Lo confirma el informe de don Jacinto Vázquez de Parga y Mansilla, Correspondiente de la Real Academia de San Fernando, quien en el año 1908 afirma que: "En el ábside del lado del Evangelio se halla un crucifijo de medianas proporciones, que lleva el título del Castillo y tuvo una antigua Hermandad. El fondo de la hornacina, donde se halla la imagen, tiene una tabla que representa a la Virgen y a San Juan en el Calvario; es una buena pintura, al parecer del siglo XVI"2. En aquella época la iglesia se encontraba cerrada al culto. En las obras de restauración de la iglesia, que se efectuaron a mediados de 1907, cuando se desmontaron el pórtico románico de columnas jónicas y la sacristía, desaparecieron también otros elementos valiosos, entre los que destaca el Cristo del que hemos hecho mención, que quedó enterrado bajo el piso del ábside del lado del Evangelio, lugar éste en el que se le rendía culto hasta entonces. En 1967 se efectuaron nuevas obras de restauración en la iglesia y al excavar en el piso del ábside del lado izquierdo se encontraron los restos del Cristo mencionado, que se encontraba en deplorables condiciones como consecuencia del tiempo transcurrido y de la humedad del enterramiento. Se hallaron los restos completamente fragmentados y se convertían en
polvo a las más mínima presión. Faltaban la pierna izquierda y los pies, trozos
del torso y del cuello y algunos dedos de la mano derecha, habiendo
desaparecido la Cruz. Tras ímprobo y paciente trabajo de don Alfonso Albarrán Chacón, profesor de las Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Salamanca, se consiguió restaurar la imagen del Cristo, que hoy luce en el altar central de la iglesia convertida en parroquia autónoma a partir del 14 de abril de 1968, domingo de la Pascua de Resurrección. El Cristo, tiene reminiscencias del estilo románico, pese a su datación del siglo XIV: así su hieratismo y tosca labra, que no alcanza a su parte posterior, completamente plana, la verticalidad del cuerpo no distorsionado, los ojos abiertos, los dedos de las grandes manos pegados y sin flexionar hacia los pequeños clavos, pero, sin embargo ya apunta directamente al gótico, por lo menos en la horizontalidad de los brazos -excesivamente largos-, la existencia de solamente tres clavos, habiendo desaparecido el supedáneo, la cabeza pequeña ligeramente inclinada hacia el hombro derecho mirando al cielo, las costillas pronunciadas, sin apenas pectorales, el epigastrio en ángulo muy agudo apenas perceptible por el deterioro, las rodillas redondeadas y sin forma, la pierna derecha sobre la izquierda, el pie derecho en posición inverosímil en doble rotación: externa e inferior, para ser atravesado por un único clavo y el enorme perizonium que le cubre hasta por debajo de las rodillas, con anudamiento y largo colgante al lado izquierdo y con geométricos pliegues inclinados, como si se tratara de las ramas de un tallo común, con la tela doblada hacia fuera en la cintura. La Cruz, -muy ancha y plana con sinuosidades pronunciadas, confeccionada con madera vieja, que carecía de cartela con la conocida inscripción en su pequeño cabecero- ha sido sustituida recientemente por otra, también plana, de madera barnizada en color nogal, que remataba en los extremos en pequeños ingletes, habiéndose suplementando en cabecero y travesaño con material parecido, para darle la forma de potenzas, del mismo ancho que la Cruz.
1.- Julián Álvarez Villar y Ángel Riesco Terrero, La iglesia románica y la Real Clerecía de
San Marcos de Salamanca. Salamanca, 1990. Pg. 36. 2.- Jacinto Vázquez de Parga y Mansilla, Boletín de la Real Academia de la Historia. Real Capilla de San Marcos. Documentos oficiales. Tomo LII, cuaderno 1. Enero, 1908. Pg. 365.la |
013 CRISTO DE LOS MILAGROS
013 CRISTO DE LOS MILAGROS Parroquia de Sancti-Spiritus |
Frente al retablo mayor de la iglesia de Sancti-Spíritus (declarada Monumento histórico artístico en 10 de julio de 1888) y separada por un muro con puerta renacentista con hojas hoy de madera con cristales, (que en tiempos fue reja para la clausura de las monjas) se encuentra una recoleta capilla, oscura y silenciosa, de precioso artesonado mudéjar en madera de alerce, moteado de blanco sobre fondo azul, que es el antiguo coro bajo del monasterio de las religiosas Señoras de Santa Ana, luego Comendadoras de la Orden de Santiago (vulgarmente conocidas como Freyras) desaparecidas de Salamanca por orden de Carlos III el 26 de julio de 1786, festividad de su santa patrona. En el testero de la hoy capilla se venera la imagen del Cristo de Santana, patético crucifijo del siglo XIV, procedente del antiquísimo convento de Santa Ana1, cuya capilla, modernizada en 1905, existió hasta 1960, en que dio paso a modernas construcciones de pisos. La primitiva capilla procedía de una ermita erigida en el siglo XI en la calle del Pizarral (hoy del Cristo de los Milagros, entre las de Azafranal y Toro) donde se recogían las señoras mientras sus esposos andaban en guerra con los moros y algunas, al quedar viudas, permanecían en el beaterio toda su vida, pidiendo al Cristo en sus oraciones que acabara con el infiel. Apunta don Antonio García Boiza2 la teoría de que el Cristo de las Batallas, antes de pasar a la Catedral Vieja, se veneraba en esta capilla y aduce que un catedrático de la Universidad salmantina y un padre jesuita (a los que cita) llegaron a contemplar un protocolo del siglo XVI, en el que se hace una relación detallada de los milagros del Cristo de las Batallas del Hospital de Santa Ana. Teniendo en cuenta que el hospital de este nombre, así como la alberguería u hospital para mujeres, fueron fundados por los moradores de Sancti-Spíritus a mediados del siglo XIII, cerca de la Puerta de Toro, lo probable es que lo hicieran a la sombra del convento de Santa Ana y que el Cristo que presidía la capilla recibiera el sobrenombre de las Batallas. No olvidemos la procedencia de las mujeres que formaban la Comunidad. Los milagros a que hacen referencia los 18 cuadros de la Catedral Vieja son muy posteriores pues datan de finales del siglo XVI y principios del XVII, por lo que existe la posibilidad de que efectivamente la imagen del Cristo de las Batallas llegara a la Catedral Vieja durante el siglo XV, procedente del convento de Santa Ana. El Cristo, hoy llamado de los Milagros, sustituyó al Cristo de las Batallas como objeto de la predilecta devoción de los salmantinos y a él se acude desde todos los puntos de una amplia comarca, en demanda de sus divinos favores, tanto para rogar agua en las sequías como para impetrar el cese de las calamidades y como muestra de agradecimiento, en las paredes de la desaparecida capilla, colgaban gran cantidad de exvotos, reflejo en cera, marfil o metales preciosos, de las gracias recibidas.
Una fórmula de petición original es la tradición de los Credos3, costumbre cuyo origen se pierde en el tiempo y que consiste en rezar un credo el primer día, dos el segundo y así sucesivamente hasta completar un mes y a partir de ahí, otro mes, decreciendo el número de credos hasta llegar de nuevo a cero. Los salmantinos desde siempre han dedicado al Cristo de los Milagros, aparte de rendirle homenaje a través de la reja -cuando la capilla se encuentra cerrada- especiales cultos litúrgicos, como son: la novena que concluye, desde la reforma del calendario litúrgico, el domingo de la Ascensión y el quinario durante los cinco martes de cuaresma, que culminan con el besapiés de la imagen. Fue costumbre inveterada que el domingo posterior al jueves de la Ascensión la imagen del Cristo de los Milagros, adornada con uno de los ricos vestidos de los más de 100 que posee, procedentes de las donaciones de agradecimiento de los fieles, saliese en procesión desde la capilla de Santa Ana, hasta la iglesia de Sancti-Spíritus, donde se celebraba el solemne novenario y concluido éste regresaba de nuevo a la capilla, también en forma procesional, acompañada de un inmenso gentío devoto de la venerada imagen. En 1945 quedó la imagen del Cristo definitivamente aposentada en la capilla del coro de la parroquia de Sancti-Spíritus donde en la actualidad recibe culto y veneración. La procesión, actualmente, se celebra sobre un pequeño recorrido y no queriendo molestar, por las necesidades del tráfico, sale a las siete de la mañana logrando así un mayor recogimiento y una mayor religiosidad. (N. del E. Desde 2015 la procesión inicia sobre las 7 de la tarde del Domingo de la Ascensión, con el mismo criterio de no molestar el tráfico pero en horario que permite mayor afluencia de devotos. En 1944 se celebró una procesión rogativa, denominada de Penitencia, para aliviar la sequía que se sufría ese año. La lluvia llegó en 8 días y la procesión se celebró durante los 30 años siguientes alcanzando en su recorrido el cementerio.) La talla del Cristo, en madera pintada, que responde a lo que se ha denominado Cristo castellano, de autor artesanal, tiene menor tamaño que el natural, es de factura patética y acentuada humanización, cuerpo alargado que no presenta tanta distorsión hacia la derecha como los de la Catedral Vieja y el de la sala capitular de las religiosas Agustinas, si bien la disposición de los pies es casi la misma: un solo clavo atravesando primero el derecho en posición forzadísima. Los brazos alargados, más verticales y huesudos que los Cristos anteriormente citados, facciones del rostro más delicadas con la faz agónica, cabeza caída con más naturalidad hacia el hombro derecho, rostro alargado, cejas poco pronunciadas, ojos semicerrados viéndose el disco de un iris mortecino, boca entreabierta de modo sobrecogedor, nariz larga, barba recortada de finas ondas, melena de cabello larguísimo natural, partido con raya al medio, que le llega a la cintura, (sobrepuesto a la cabellera tallada), ancha corona de espinas metálica de dos hilos finísimos tejidos en ondas sinusoidales, caja torácica dilatada con las costillas paralelas destacadas y de factura escamosa, pectorales poco dibujados, herida del costado grande con abundante chafarrinón rojo y salpicaduras por todo el cuerpo, caderas muy arqueadas hacia el lateral derecho y manos con los dedos estirados y juntos. El paño de pureza no es visible pues el Cristo va siempre cubierto con ricos faldones de tela, de los que antes se ha hecho mención denominándolos "vestido", que le llega casi hasta cubrir los pies. No hace muchos años portaba el barroco detalle de aureola metálica luciendo ráfagas de rayos semejando hojas vegetales que al abrirse dan lugar a otra hoja más grande que los engloba flameante. La Cruz es relativamente plana, de madera tallada con reiterativas muescas angulares hacia el centro, barnizada, ovas talladas en las aristas y adornos metálicos prismáticos en los extremos que terminan en puntas caladas triangulares del mismo metal. La cartela metálica rectangular, tiene dieciséis pequeñas curvas de poquísima gracia y llena el corto cabecero.
1.- Manuel Villar y
Macías, Historia de Salamanca. (9
volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión de 1973. Tomo II. Pg. 34. 2.- Antonio García
Boiza, Medallones salmantinos. Nueva
serie. Artículo: El Santísimo Cristo de los Milagros. Salamanca, 1926. Pg.
95. 3.- Salamanca y sus costumbres. Revista de arte. Publicación mensual ilustrada. Artículo: Devociones salmantinas. El Santísimo Cristo de los Milagros de V.L. Salamanca 1993. Edición facsímil de la de 1928. Pg. 99 y Enrique de Sena Marcos y Jaime Peña. Salamanca en las fotografías de Venancio Gombau. Salamanca, 1992. Pg. 39. |
014 CRISTO
014 CRISTO Iglesia de San Julián |
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Frontón partido con ménsula central sobre columnas acanaladas de capitel corintio y suplemento de estípites y en los dos laterales, ligeramente ochavados, adornados en la parte superior con rocallas como remate, dos pequeñas hornacinas con San Nicolás de Bari, estatuita del siglo XVIII6 revestido con ancha casulla, mitra y báculo, portando tres bolas de oro sobre un libro abierto y a los pies dos niños en un cubo de madera, en la de la izquierda y el franciscano San Pedro de Alcántara, "hecho de raíces de árboles" en apreciación de Santa Teresa, en la de la derecha, con las vestiduras de pliegues agudos y metálicos, atribuido a Pedro de Mena.6 Ambas imágenes de reducido tamaño. Se da una circunstancia curiosa respecto a esta imagen de San Pedro Alcántara y es que existe una fotografía de 1910, del que fuera Cronista oficial de Salamanca don Antonio García Boiza, sujetando la peana del santo, sobre una mesa, en el estudio del fotógrafo don Venancio Gombau7. En 1915 se publica otra fotografía de la imagen, del mismo autor8, en la que luce disco metálico con rayos sobre la cabeza y en la que carece del cordón franciscano, diciéndose ya que se venera en la iglesia de San Julián, lo que induce a sospechar su descubrimiento por don Antonio García Boiza en algún lugar ignoto y que a partir de entonces se entregara para que fuera objeto de culto público en la citada iglesia. El fondo del altar en su hornacina central es de tonos dorados imitación de brocatel con adornos de ánforas, flores y roleos. Las partes inferiores tanto del altar central como de las hornacinas laterales consisten en formas rectangulares que semejan cajoneras, muy adornadas con roleos, de inspiración portuguesa. Se trata de un Cristo muerto de tamaño menor que el natural, alargado y vertical, de tonalidad oscura, cabeza muy inclinada y torcida hacia la derecha presentando el cuello pronunciada torsión, ojos cerrados con pobladas cejas, frente fruncida, nariz grande, barba recortada de tono más claro que el cabello, cuya melena sin apenas talla cae sobre el hombro izquierdo, carece de corona de espinas, brazos grandes y musculosos, sobre todo en el centro del antebrazo, las manos enormes, que parecen tenedores, abiertas y con los dedos pegados, atravesadas por clavos grandes y puntiagudos, pecho plano contándose perfectamente diez costillas paralelas, que dejan ver un epigastrio de amplia curvatura y unos pectorales muy altos, llaga del costado sanguinolenta y la espalda plana sin tallar pegada a la Cruz, piernas bastas y alargadas, la izquierda desaparece desplazada de su posición natural como continuación de la cadera, con los pies grandes sin apenas talla, el derecho sobre el izquierdo en posición inverosímil por lo retorcido, con un clavo enorme que los atraviesa en forma forzada. El paño suprafemoral, que cae muy bajo dejando al aire la mayor parte del vientre, es grande pues llega hasta por debajo de las rodillas con pequeños pliegues de caída vertical recogidos en el centro en otro colgante, especie de broche, muy deteriorado en la parte superior con desportilladuras, donde llevaría el anudamiento, dejando ver ambas caderas. El paño, de coloración gris a imitación de tela hasta el punto de llevar como adornos, cuadrados marrones y una cenefa en el borde inferior. Este Cristo tiene una gran similitud en cuanto a su configuración, talla basta y disposición de cabeza, tronco y extremidades con el citado Cristo de los Milagros. La Cruz es pequeña, plana y de madera oscura. El cabecero cortísimo y tapado por la cartela o titulus con la inscripción, que es un simple panel pintado de blanco, de forma avolutada con sombras grises en las vueltas de los laterales. Se apoya sobre un monte Calvario de tonalidad oscura de no muy logradas rugosidades.
1.- Antonio García Boiza, Inventario de los castillos, murallas, puentes, monasterios, ermitas,
etc. de la provincia de Salamanca. Salamanca, 1937. Pg. 127. 2.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 89. 3.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 20. 4.- Ángel de Cabo Alonso y Alfonso Ortega Carmona, Salamanca. Geografía, historia, arte y
cultura. Salamanca, 1986. Pg. 382. 5.- Walter Willian Spencer Coock y José Gudiol
Ricart, Pintura e imaginería románicas.
ARS HISPANIAE. Volumen VI. Madrid, 1980. Pg. 335. 6.- Juan Eduardo Cirlot, ob. cit. pg. 20 y José Camón Aznar, ob. cit. Pg. 90. 7.- Enrique de Sena Marcos y Jaime Peña, Salamanca en las fotografías de Venancio Gombau. Salamanca, 1992. Pg.
179. 8.- La Basílica Teresiana, publicación mensual. Salamanca, 1915. Pg. 137. |
015 SANTÍSIMO CRISTO
015 SANTÍSIMO CRISTO Iglesia desaparecida de San Cebrián |
En el solar que hoy ocupa el Colegio de Carvajal, o en sus inmediaciones, estuvo la antiquísima parroquia de San Cebrián, nombrada ya en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca y de la que tenemos noticias escritas en 1156, situada en el territorio de los francos, que llegaron para repoblar Salamanca al mando de don Giralt Bernal, y que en 1584 fue derribada, aprovechándose su piedra para las obras de la Catedral Nueva. A través de la sacristía de esta parroquia se bajaban 22 pasos que conducían a la célebre Cueva de Salamanca donde según la leyenda y tradición sentó cátedra de: magia, aeromancia, capnomancia, quiromancia, adivinación, catoptromancia, gastromancia, alquimia, geomancia, lecanomancia, astrología judiciaria, necromancia, nigromancia, piromancia y cualquier ciencia oculta el que fue rector de la Universidad, marqués de Villena don Enrique de Aragón, como han testimoniado multitud de cronistas y fuente de inspiración para infinidad de escritores entre los que destacan Ruiz de Alarcón, José de Espronceda, Rojas Zorrilla, Miguel de Cervantes, Hartzembusch y Lope de Vega. Se está intentando mantener en la actualidad, como testimonio del pasado, algunos restos de la cimentación de la parroquia, entre los que se encuentra el arranque de la cueva subterránea. La parroquia estaba dotada de bóveda de cañón en el ábside, de arcos y criptas y en ella había una capilla dedicada al culto de San Cipriano, datos que aporta ya -con la leyenda- el viajero alemán Hieronymus Münzer en su Itinerarium Hispanicum, escrito con motivo de su viaje por España entre 1494 y 1495 y por ello próximo a los hechos que dieron lugar a la leyenda1. (No se olvide que el marqués de Villena había nacido en 1394 y murió en 1434). Tan célebre se hizo la Cueva que su existencia trascendió al mundo y hoy en numerosos países de América del Sur a las cuevas se las denomina genéricamente con el sinónimo de salamancas, atribuyéndole a su interior caracteres y virtudes mágicas. La referencia al Cristo existente en la parroquia de San Cebrián procede de una misma fuente2 que citan tanto Bernardo Dorado, como Manuel Villar y Macías y José Luis Yuste3. Se trata de la relación que acerca de la Cueva comunica, al padre Feijóo, don Juan de Dios, catedrático de prima de la Universidad de Salamanca y en la que dice: "... Don Enrique luego que sintiò, que se havian ido, saliò de la Tinaja, y dexando dormidos al Sacristan y Monacillo subiò à la Iglesia llevandose las llaves de las alacenas y caxones, y con la luz de la lampara reparò en el Altar de un Santisimo Christo, que tenìa cortinas, subiose à èl, donde estubo escondido hasta la mañana, que subiendo el Monacillo à abrir las puertas de la Iglesia, è buelto este à dentro ìba a bajar las escaleras, saltò de el Altar, y saliendose de la Iglesia se fue à casa de un amigo, à quien contò todo lo sucedido, le encargò el secreto, y que escudriñase, que se decìa de su persona: ..." Es una lástima no tener más datos sobre el citado Cristo pues no conocemos ninguno de sus caracteres artísticos
aunque, siendo anterior a la fecha de los acontecimientos ocurridos en la Cueva, tenemos que suponer se tratara de
un Cristo gótico o incluso románico
por la antigüedad de la iglesia de San Cebrián.
1.- Jesús Majada Neila y Juan Martín Martín, Viajeros extranjeros en Salamanca.
(1300-1936). Salamanca, 1988. pg. 105. 2.- Fray Benito Jerónimo Feijoó y Montenegro, Teatro Crítico Universal o discursos varios
en todo género de materias para desengaño de errores comunes. Tomo XII.
Edición de 1746. Pg. 180. 3.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su Santa Iglesia, sus fundaciones y grandezas que la ilustran. Salamanca, 1985. Edición facsímil de la de 1776. Pg. 275. - Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca. (9 volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión de 1973. Tomo IV. págs. 122/123 y José Luis Yuste, Tradiciones urbanas salmantinas. Salamanca, 1986. Pg. 42. |
016 CRUCIFIJO GÓTICO
016 CRUCIFIJO GÓTICO Altar lateral en la Catedral Vieja |
Entrando en la Catedral Vieja, sobre el muro de la epístola, existe un retablo neoclásico puro, ejecutado en piedra de Villamayor, de estriadas columnas corintias que soportan un friso con dos relieves separados por tarjeta apergaminada y superado por frontón curvo partido con pedestal intermedio rematado en pirámide y que no concuerda estilísticamente con la construcción románica de la iglesia. Este retablo se labró a finales del siglo XVI para acoger al Santísimo Cristo de las Batallas y posteriormente, en 1732, cuando se trasladó esta imagen a la Catedral Nueva, en tiempos del obispo don José Sancho Granado, se embutió en la hornacina rectangular otro retablillo parecido a los varios que, de escaso valor artístico, se construyeron al mismo tiempo y hoy desaparecidos, de gran similitud con el retablo principal distribuyéndose en tres tableros. Así el de San Bernabé en el crucero, el de San Tirso detrás del coro, el de Santa Elena junto a la puerta del Perdón, el de San Lorenzo, colateral del lado del Evangelio y los de Santa Inés y San Nicolás repartidos por la nave. Los altares de San Lorenzo, San Nicolás y San Bernabé ya existían en
1275 pues hay constancia escrita de ello1. Hasta fecha muy reciente se veneró en este altar el magnífico Crucificado gótico del siglo XIII que ha pasado a la capilla de Santa Catalina y que se encontraba alojado en un retablo de finas columnas con capitel jónico que soportaba arco de medio punto cuyas anteriores ubicaciones señalaremos a continuación. La primera noticia documental que se aprecia, relativa a este Cristo, es una fotografía de 1901 que
aparece en el libro de don Manuel Gómez-Moreno3 donde, junto al
sepulcro de doña Beatriz de Guzmán, esposa de don Alfonso Álvarez de Anaya,
dentro de la capilla de San Bartolomé y sobre el muro, a la derecha del
sepulcro, pende la talla de un Crucifijo
de tamaño natural sobre una enorme Cruz.
Nadie lo cita en este lugar después y ya en 1931, Elías Tormo habla de
un "Crucifijo gótico de talla
policromada, tamaño natural, siglo XIV (?) excelente"4 en
la capilla de Santa Catalina. Al año siguiente, Camón Aznar, lo sitúa también en la capilla de Santa Catalina o del Canto cuando dice: "magnífico crucifijo, talla de tamaño natural, del siglo XIII, muy repintado"5. En el año 1970, Tomás Prieto, manifiesta "y Crucifijo de tamaño natural, del siglo XIII"6 en la capilla de Santa Catalina. Se da la rara circunstancia de que en una fotografía de 1979 de una obra de Ceballos7, en la capilla de Santa Catalina, no se aprecia Cristo alguno en la pared en que aparecía antes. Sin embargo vuelve a aparecer el Cristo en 1991 en el mismo sitio a través de otra fotografía, en la obra de don Daniel Sánchez8 y en otra de la obra Las Catedrales de Castilla y León de 19929. Se trata de un Cristo muerto, con la cabeza pequeña, caída sobre el pecho y ladeada hacia la derecha, nariz aguileña, melena con abundantes rizos negros que caen serpenteantes sobre los hombros, barba negra y tupida partida en dos simétricas puntas y boca cerrada. Es el Cristo salmantino de mayor antigüedad en el que se da la característica de presentar corona natural, compuesta de ramas de espino no muy gruesas retorcidas. Según la Leyenda dorada la corona "estaba tejida de juncos marinos cuyas púas son duras y afiladas como dardos"10. Las investigaciones más modernas de la ciencia han llegado a la conclusión de que la corona no tenía forma de aro, sino que se trataba de un auténtico casquete o capacete espinoso a modo de yelmo, formado con ramas de la planta conocida como ziziphus vulgaris, más conocida como "espina de Cristo", muy común en Palestina. Se difunde la devoción a la corona de espinas a partir de 1239 en que San Luis la compra a un mercader de Venecia y la instala con toda solemnidad en la Santa Capilla para darle culto. El cuerpo vertical del Cristo de tonalidad oscura, tiene el pecho ancho no saliente con costillas poco pronunciadas, epigastrio en arco abierto, llaga del costado sin apenas coágulos de sangre, vientre no muy hundido, brazos poco hechos anatómicamente y demasiado largos, no muy horizontales, dedos de las manos -en los que se aprecia la falta de alguna falangeta- muy flexionados hacia los clavos, pierna derecha ligeramente avanzada sobre la izquierda con muslos finos de reducida musculatura y rodillas separadas sin las escoriaciones de la mayoría de los Cristos. Los pies aparecen muy cruzados en forma de X y atravesados por un solo clavo. Carece de huellas de los castigos sufridos en todo el cuerpo, de no demasiado estudiada anatomía y el paño superfemoral es muy plano y pequeño, de color blanco, pegado al cuerpo, sin apenas pliegues, anudado en la parte de atrás de la cadera izquierda y con el colgante también muy plano. La Cruz es enorme, de madera vieja, no muy ancha y gruesa, barnizada en tonalidad poco oscura dejando ver el veteado de la madera, cabecero muy corto con una muy historiada cartela blanca, más propia del siglo XV, consistente en un rectángulo, con los lados superior e inferior acercándose al centro, dos triángulos huecos en los laterales, adorno avolutado en la parte inferior y un angelote en la parte de arriba, toda ella con filos dorados alrededor.
1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos.
Artículo: Inventario de la Catedral de Salamanca. (año 1275). Madrid, 1902. págs.
175/176. 2.- Antonio Ponz, Viaje de España, 3. (4 volúmenes). Tomos IX-XIII. Madrid, 1988. Pg.
645. 3.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Fotografía 39. 4.- Elías Tormo Monzó, Salamanca: Las catedrales. (Sobre estudios inéditos de don Manuel
Gómez-Moreno). Madrid, 1931. Pg. 64. 5.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 49. 6.- Tomás Prieto, Salamanca, la ciudad de oro. Historia, monumentos, leyendas y
tradiciones. Madrid, 1970. Pg. 69. 7.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Las Catedrales de Salamanca. León 1979.
Fotografía 28. 8.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Vieja de Salamanca. Salamanca, 1991. Pg. 147. 9.- José Carlos Brasas Egido, Las catedrales de Castilla y León. La Catedral de Salamanca. León,
1992. Pg. 153. 10.- Santiago de la Vorágine, La Leyenda dorada. (2 volúmenes) tomo I. Madrid, 1982. Pg. 220.la |
Siglo XV
017 CRISTO GÓTICO BIZANTINO
017 CRISTO GÓTICO BIZANTINO Monasterio de las MM. Clarisas |
Escasas son las noticias sobre este Cristo situado en el claustro del convento de las Claras. Ángel Riesco Terrero dice que, en el "claustro (bajo) existe un Cristo gótico-bizantino (siglo XV) bastante
repintado"1. Julián Álvarez Villar2 afirma que los Cristos Crucificados tienen buenos ejemplares en la provincia y cita el que existe en el claustro del monasterio de Santa Clara. Don Manuel Gómez Moreno habla de "otro crucifijo en el claustro, y además imágenes de la Virgen y San Juan dolientes que lo acompañaban y hoy lo hacen al Cristo de la iglesia"3. Este Cristo, denominado de Medra por Ana Fortes García y Jacinto Sanz Hermida4, ha sido restaurado recientemente, -cuando tuvo lugar la creación del Museo del monasterio y se concedió a éste el Premio Europa Nostra 1988 de Restauración-, desapareciendo de él los chafarrinones sanguinolentos de los arañazos producidos en la flagelación, que salpicaban la imagen desde la cabeza hasta los pies, pasando por el sudario y que estaban muy lejos de infundir respeto en los fieles.
El paño femoral enorme, que parece resbalar, se extiende por debajo de las rodillas, si bien deja ver, casi en su integridad, el muslo derecho al abrirse los pliegues verticales sobre él dejando en segundo término el recogido de la tela que se asemeja a unos calzones por el doblez horizontal de la cintura y los plegados laterales sobre ella, pliegues que se abomban en la parte inferior y por detrás. Antes de la restauración su policromía era gris y azul con fina orla dorada. La Cruz plana y delgada, en madera oscura, luce el rótulo de la sentencia en cartela rectangular, con volutas apergaminadas en los cuatro extremos laterales, al cortarse en el centro y lleva pequeños semi-círculos en el centro de su parte superior e inferior.
Se venera la imagen en la galería septentrional del claustro bajo, con artesonado mudéjar del siglo XVI, en una hornacina poco profunda, enmarcada en un basto arco rebajado, sobre el muro, y dotada con banco que luce en el frente precioso azulejo toledano, vidriado en tonalidades ocres y verdes con circunferencias blancas entrelazadas y frontalera y caídas de azulejo de idénticos tonos de repetido y sencillo grutesco, como el que luce el zócalo de la entrada a la sacristía de la Capilla Dorada de la Catedral Nueva y que se atribuye a Pedro Vázquez.
1.- Ángel Riesco
Terrero, Datos para la historia del Real
convento de Clarisas de Salamanca. León, 1977. Pg. 17. 2.- Julián Álvarez
Villar, Salamanca. Castilla y León.
Artículo: "El Gótico" de Salamanca. Salamanca, 1990. Pg. 122. 3.- Manuel Gómez-Moreno
y Martínez, Catálogo monumental de
España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 182. 4.- Ana Fortes García y
Jacobo Sanz Hermida, Salamanca. Conventos
y monasterios. Tres diócesis y una
provincia. Salamanca, 1995. Pg.
22. |
18 CRISTO DE LA AGONIA REDENTORA
018 CRISTO DE LA AGONIA REDENTORA Catedral Nueva |
El sudario grande -de tela encolada, con reborde pintado en marrón, con moña al lado izquierdo y caída lateral de airosos pliegues cortos, se desliza por detrás más abajo de las rodillas y que deja a la vista el muslo izquierdo, como hacen los Cristos barrocos- es más moderno. La larga cabellera de pelo natural y la corona de espinas metálica, de cuatro cabos en dos órdenes, se añadieron en el siglo XVII; ha sufrido más de un repintado en sucesivas épocas, siendo la última restauración de 1997, apreciándose huellas sanguinolentas de latigazos por todo el cuerpo en cantidad exagerada, sobre todo en la de la sangre que brota en gruesos goterones de la llaga del costado. Los brazos tendiendo a la horizontalidad presentan venas y músculos muy señalados, las manos grandes y bien talladas con los dedos engarabitados, tronco vertical con pectorales sin apenas señalamiento, al igual que los intercostales, piernas fuertes muy arqueadas con robustas rodillas y grandes pies atravesados por un solo clavo. La Cruz, de madera, bastante plana y anchísima, barnizada en oscuro,
es muy reciente, pues la antigua es la que carga un cofrade en la procesión
del Miércoles Santo y en la que se coloca cada año una placa con el nombre del
hermano que la portó. Lleva la Cruz una enorme tablilla muy ancha y plana, de color negro, donde figura la inscripción de Jesús Nazareno Rey de los Judíos en los idiomas hebreo, griego y latín.
La noche de Miércoles Santo de 1836 (30 de marzo) esta imagen del Cristo fue trasladada a la Catedral Nueva desde el convento de las Isabeles, pues las monjas, como consecuencia de la Ley de Exclaustración de Juan Álvarez Mendizábal del 8 de marzo, tuvieron que abandonar el monasterio y trasladarse al convento de Santa Úrsula por tener la Comunidad de las Isabeles menos de 20 religiosas. Volvieron de nuevo en 1848. Ya en la Catedral Nueva recibe culto el Cristo en un altar del crucero norte, en la crujía del Sr. Penitenciario, frente al sepulcro del Obispo don Francisco de Bobadilla, que fue quien puso la primera piedra de la Catedral Nueva y era tradición y costumbre de los estudiantes -especialmente coincidiendo con la época de exámenes- depositar delante del Cristo los apuntes de la asignatura y rezar una oración impetrando el éxito inmediato. El altar es semejante a los de las capillas renacentistas de la
Catedral y difiere en que el fondo de la hornacina está cubierto por una tela
de terciopelo de color morado oscuro que se extiende también por el pequeño
dosel semicircular que lo cubre. La base en que se apoya la Cruz del Cristo está constituida por un monte de
las calaveras de acentuado tono verdoso. Reclamada la imagen por las monjas en varias ocasiones, durante el siglo pasado, cuando desaparecieron las causas de su forzado abandono del convento, hubo poca voluntad de devolver el Cristo por parte del Cabildo catedralicio, con lo que las religiosas, imbuidas de su franciscano espíritu de resignación, desistieron de su demanda y se conformaron, quedando contentas de que recibiera culto su Cristo en la primera Iglesia de la ciudad. La talla del Cristo es en la actualidad protagonista de algunas celebraciones de la Semana Santa al desfilar en procesión la noche del Miércoles Santo, sobre unas andas de artística forja, fondo de metal dorado y bellos candelabros en las cuatro esquinas, soportadas por 56 hermanos. En 5 de mayo de 1984 se redactó el Acta fundacional de la Cofradía Penitencial del Cristo Yacente de la Misericordia. Tras los iniciales titubeos y en vista de las dificultades surgidas se decide variar el sentido procesional y se configura otra Cofradía que pueda tener suficiente apoyatura y una vez consolidada procesionar con el Yacente. Para ello se piensa en este Cristo de la Agonía y a finales de 1985 se solicita del Cabildo su autorización para sacar procesionalmente la imagen. El Cabildo sólo exige la aprobación de los Estatutos de la cofradía, lo que se realiza el 30 de octubre de 1986, cambiando la denominación, que se convierte en Cofradía Penitencial del Santísimo Cristo de la Agonía Redentora y Yacente de la Misericordia. El segundo título que se da al Cristo que nos ocupa, de Redentora, se hace para distinguirlo del Cristo de la Agonía, que ya era ostentado por el titular de la Seráfica Hermandad de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Agonía, con sede en la iglesia de los Padres Capuchinos. No obstante siguen los problemas de identidad de denominación antes
apuntados, y con fecha 13 de marzo de 1988 se solucionan invirtiendo la
titulación y pasando a ser Cofradía Penitencial de Cristo Yacente y de
la Agonía Redentora. Con la cesión del Cristo el Cabildo permitió que se utilizara, para darle culto en ella, la capilla de la Virgen de la Verdad, también en el crucero norte de la Catedral Nueva. Sale por primera vez la procesión de esta Hermandad el 15 de abril de
1987, ya en la madrugada del Jueves Santo.3 Con fecha 26 de noviembre de 1990 la Casa Real aceptó el nombramiento de S.M. el rey Juan Carlos I como Hermano Mayor Honorario y concedió a la Cofradía el privilegio de ostentar el título de Real, por lo que pasó a denominarse Real Cofradía Penitencial del Cristo Yacente de la Misericordia y de la Agonía Redentora. A partir de 1988 se reformó el itinerario de la procesión de esta
Cofradía para dar lugar a un emotivo acto como es el de que la imagen del Cristo de la Agonía Redentora visite su
antiguo convento de las MM. Isabeles, en coincidencia con el recuerdo del
otro Miércoles Santo de 1836 en que lo abandonó por las circunstancias antes
apuntadas3 La Comunidad de religiosas sale a las puertas del convento a recibir al Cristo y celebra conjuntamente con la Cofradía el acto denominado Trilogía de la Pasión, que consiste en aunar poesía, canto y oración. La poesía corre a cargo del que actúa como "poeta ante la Cruz", acto público que la Cofradía viene celebrando desde 1986, todos los años, el Domingo de Pasión con acompañamiento de una coral. Del canto se encargan las religiosas de la Comunidad de Madres Isabeles. La oración por Salamanca es pronunciada por el asesor religioso de la Cofradía. El hermanamiento entre Cofradía y Comunidad de religiosas es muy estrecho y en la capilla del convento vienen celebrándose diversos actos, organizados por la Hermandad, a lo largo del año. 1.- Manuel García Blanco, El Museo - Crónicas salmantinas. I. Artículo: El itinerario
salmantino de "el Pelegrino curioso". Salamanca, 1957. pg. 72 y Seis
estudios salmantinos. Salamanca, 1961. Pg.
65. 2.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España..Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. págs. 203 y 204. 3.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, Semana Santa Salmantina. Historia y Guía
ilustrada. Salamanca, 1992. Pg. 48. |
019 CRISTO DE LOS AGRAVIOS
019 CRISTO DE LOS AGRAVIOS Ermita desaparecida de la Glorieta |
La capilla del Cristo de los
Agravios, primitivamente denominada del Humilladero,
era una ermita situada donde hoy la Glorieta1, junto a la explanada
de la Plaza de Toros, no lejos del convento que los padres Capuchinos habían
fundado en 1614, en tiempos del obispo don Luis Fernández de Córdoba y del que
ya habla Gil González Dávila pocos años después.2 Parece que fue fundada por los Caballeros de San Juan de Jerusalem, ignorándose la fecha exacta3. Los labradores de la Puerta de Zamora, hacia 1460, fundaron una capilla dedicada a Santa Bárbara4, a extramuros de la citada puerta -hacia la Glorieta- y constituyeron una cofradía con objeto de dar culto a la Santa. Tuvo aneja la ermita del Cristo del Humilladero y ambas ermitas desaparecieron en 1860, cuando se efectuó el nuevo trazado de la carretera de Zamora, entonces carretera a Vigo. A partir del 20 de agosto de 1670 la denominación del Cristo del Humilladero pasó a ser la del Cristo de los Agravios, como consecuencia del hecho de que un loco (o un endemoniado según algunos) destrozó a golpes la imagen del Crucificado, con lo que hubo que proceder a su cuidada restauración y a la entronización solemne en junio de 16731. La leyenda, magistralmente descrita por la pluma de Antonio García Maceira5 en 1890, dice que Damián de Guzmán, primogénito de los señores de la Aldehuela se enamoró de Carmen, hija de los señores de Fermoselle y que ésta le correspondía, allá por los años del último tercio del siglo XVII, en el reinado de Felipe IV. Como consecuencia de las rivalidades familiares entre los Castillos y
los Guzmanes, el padre de la doncella prohibió sus relaciones con el joven y
aunque obediente a la imposición, buscó consejo ante el Cristo del Humilladero, para ver si había de seguir los dictados
paternos. El Crucificado elevó su
cabeza y la desplomó sobre el pecho en señal afirmativa, lo que provocó el
desmayo de la joven por la emoción del milagro y por el sacrificio que suponía
para ella la renuncia al amor de su vida. Enterado el joven Damián de quién había sido el secreto causante de su desgracia, juró venganza inmediata y provisto de un hacha, al amparo de las sombras de la noche, destrozó la imagen a golpes, después de arrojarla sobre el pavimento, huyendo a continuación para ocultarse entre las breñas del monte, donde los pastores, muchos años después, solían escuchar su canto lúgubre y destemplado, como de alma en pena. Las rentas de las dos ermitas: de Santa Bárbara y del Humilladero, habían sido asignadas al Hospital General en 1581, cuando la reducción de Hospitales ordenada por Felipe II. Desconocemos cualquier dato relativo a la calidad artística y a la antigüedad del Cristo de los Agravios, aunque podemos suponer que la talla sería del siglo XV, dada la fecha de fundación de la ermita que le dio cobijo, por lo que su estilo sería el de la culminación del gótico, con la recuperación del naturalismo.
1.- Manuel Villar y
Macías, Historia de Salamanca. (9
volúmenes). Salamanca, 1887. (Reimpresión de 1973). tomo III. pg. 136. 2.- Gil González Dávila,
Theatro eclesiástico de la Iglesia y
Ciudad de Salamanca. Vidas de sus obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca,
1618. págs. 7 y 177. 3.- Fernando Araujo, La Reina del Tormes. Guía
histórico-descriptiva de la ciudad de Salamanca. Salamanca, 1884. Edición
patrocinada por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca en 1984. Pg.
174. 4.- José María Quadrado,
Salamanca, Ávila y Segovia. Barcelona,
1884. Edición patrocinada por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Segovia. Barcelona, 1979.
Pg. 172. 5.- Antonio García Maceira, Leyendas salmantinas. Madrid, 1996. Edición facsímil de la de Salamanca de 1890. págs. 74/82. |
Siglo XVI
020 CRISTO DE MARFIL
020 CRISTO DE MARFIL Museo Provincial de Bellas Artes |
Pero en 1864, por haberse destinado el Colegio Viejo a oficinas públicas, iniciaron las piezas el viaje de retorno quedando situadas en el claustro del convento, pese a que habían vuelto los frailes dominicos del convento de San Máximo, provincia de Tolosa, ahora expulsados de Francia, por Decreto de 29 de marzo de 1880, permaneciendo en este edificio las artísticas piezas hasta 1936 en que se ubicó el Museo en tres salas del Patio de Escuelas Menores, e incluso en el propio patio. En 1947 el Museo de Salamanca pasó a ocupar la Casa-palacio de los Álvarez
Abarca, adquirida por el Ministerio de Educación Nacional, aunque la ocupación
fue de forma interina pues se hacía precisa la restauración de la Casa, con lo
que de nuevo viajaron los cuadros, estatuas y objetos, esta vez a la Casa de
las Conchas, hasta que por fin tuvieron asiento definitivo, en octubre de 1974,
donde hoy se encuentran expuestos en el denominado Museo Provincial de Bellas
Artes. El Cristo del que tratamos ha seguido todas estas vicisitudes. Para el padre Rodríguez de Ceballos se trata de "un magnífico Crucifijo de marfil de estilo filipino"2 y tanto Camón Aznar3 como Cirlot4 lo datan como del siglo XVI. Para Gaya Nuño5 es del siglo XVII y lo sitúa en la sala III. También Margarita M. Estella Marcos lo hace hispano-filipino de mediados del siglo XVII6. Amelia Gallego de Miguel, que ubica al Cristo en la sala IV, nos
da los siguientes datos: "marfil,
autor anónimo, siglo XVIII, tamaño 0,55 x 0,55 m. Se representa un Cristo con
tres clavos. Cabeza y tronco de una sola pieza y brazos de otra. De probable
origen filipino. Sobre cruz con peana de madera pintada, con pequeñas
aplicaciones de metal"7. En la actualidad se exhibe en una vitrina de cristal como pieza número 122 del Museo. Se trata de un Cristo expirante cuya cabeza mira hacia lo alto con ojos marrón claro de rasgos orientales y grandes pupilas, cejas finamente dibujadas en marrón cobrizo, nariz afilada, melena policromada con el cabello en forma de hilos finos de cuidadas ondas simétricas que dejan las orejas al descubierto, cayendo sobre el hombro izquierdo y sustituyendo las patillas por guedejas rizadas, bigote y barba de cuidados bucles geométricos, boca entreabierta, gran corona de espinas tallada, de tres cabos entrelazados, con espinas sangrantes de un rojo vivo anaranjado, brazos fornidos de acusado antebrazo, manos abiertas con los dedos finamente tallados, de los que el índice y el corazón se estiran en actitud de bendecir. El pecho finamente moldeado con costillas no muy abultadas, caderas
escurridas y piernas fuertes y musculosas de rótulas pronunciadas, con la pierna
izquierda recta y con ligera curvatura hacia el interior y el pie paralelo al
madero. La pierna derecha inclinada hacia el centro y el pie también paralelo.
Ambos pies con los dedos artísticamente tallados. Los brazos presentan a la altura de los hombros una línea de unión de soldadura porque se tallaran independientemente del tronco. El paño ceñidor, recogido en el centro con artístico plegado, da la vuelta por detrás en fino pliegue y termina en la cadera derecha, dejando ver el muslo en su totalidad, destacando en la cadera el grueso cordón de doble cabo con anudamiento y un colgante de la tela anudada más arriba. La Cruz es ancha, negra, de madera de ébano, con corto cabecero y
bastante plana. La placa de la sentencia, de marfil, muy ramajeada. La peana
negra, de madera de ébano y con adornos de bronce en zócalos y esquinas y patas
de garras con bolas. Parece proceder el Cristo del Colegio Mayor de San Bartolomé, según la placa de características que figura en el Museo, pero Mercedes Moreno Alcalde8 afirma que su procedencia podría ser el convento de la Merced Descalza de Salamanca, basándose en el hecho de que en su inventario de 1836 figura un "Crucifijo de marfil".
1.- Modesto Falcón, Guía de Salamanca. Valencia, 1992. Edición facsímil de la de Salamanca de 1868. pg. 109 y Fernando Araujo, La Reina del Tormes. Guía Histórico-descriptiva de la ciudad de Salamanca. Salamanca 1884. Edición patrocinada por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca en 1984. Pg. 383. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 192. 3.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 106. 4.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 160. 5.- Juan Antonio Gaya Nuño, Historia y guía de los Museos de España. Madrid, 1968. pg. 664. 6.- Margarita M. Estella Marcos, La escultura barroca de marfil en España.
Escuelas europeas y coloniales. (2 volúmenes). Tomo II. Madrid, 1984. Pg. 160. 7.- Amelia Gallego de Miguel, Museo de Bellas Artes. Salamanca. Salamanca, 1975. Pg. 39. 8.- Mercedes Moreno Alcalde, Museo de Salamanca. Salamanca, 1995. Pg. 74. |
021 CRISTO
021 CRISTO Altar Mayor de la Parroquia del Carmen |
El retablo mayor procede de la antigua parroquia de Santo Tomás de los Caballeros1 (vulgo Santo Tomé) ya citada en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca y consta de banco, cuerpo y ático divididos en tres calles y dos entrecalles, asentado todo sobre zócalo de cantería. De poquísima gracia es del gusto de la transición, en madera oscura con adornos dorados y pequeño respecto al muro frontal de la iglesia que presenta un elevado arco de medio punto. Se encuentra muy reformado y sustituyó en 1766 al anterior, de Antonio González Ramiro, construido en 1612.2 El cuerpo central ocupa además de la parte media del banco el espacio de la cornisa rompiéndola por medio de un arco romano de adornada arquivolta. En la parte superior y en reducido camarín una buena imagen de la Virgen del Carmen atribuida a Esteban de Rueda2. Debajo sobre fondo completamente liso el Cristo, que luego describiremos.
Las calles laterales de hornacinas decoradas con festones alojan a la izquierda una imagen de Santa Teresa, bello ejemplar del taller de Gregorio Fernández, de la segunda mitad del siglo XVII (que a principios de siglo se encontraba en la sacristía)3 y a la derecha otra talla de San José con el Niño en brazos, del siglo XVIII. La separación entre cuerpo y ático se hace por medio de un desangelado friso con estípites y peanas en los intercolumnios y el ático se cierra en semicírculo y aloja en su centro, en una hornacina rectangular, lienzo barroco al óleo del Calvario. Los laterales del ático se adornan con rocallas de flores arriñonadas, cogollos, festones y cornucopias y rematan con verticales floreros. El banco presenta netos decorados con rocalla y las calles se encuentran separadas por cuatro columnas de fuste liso y capiteles compuestos que asientan sobre basas soportadas por ménsulas decoradas con volutas y festones. En la anterior iglesia de Santo Tomé, erigida en 1104 y que había sido consagrada en 1136 por el obispo don Berengario, el lugar de Santa Teresa lo ocupaba San Bartolomé y en la hornacina de San José recibía culto una imagen del patrono de la parroquia Santo Tomás Apóstol. Esta iglesia dejó de ser parroquia en 1867 y fue derribada en 1859, dando lugar a la actual plaza de los Bandos.
Se conservaron en la parroquia del Carmen la mayoría de los altares de la de Santo Tomé, de gusto barroco, que eran los de la Virgen de Atocha, imagen que había sido trasladada a la iglesia del convento de los Padres Carmelitas desde Madrid hacia 1713, del Cristo de la Zarza, de San Miguel, de San Antonio, de Santa Lucía, con retablo de Antonio González Ramiro4, de la Aparición de Cristo a Santo Tomás y el de San Francisco de Paula, hasta que por la prescripción del Concilio Vaticano II desaparecieron los retablos laterales y hoy quedan solamente vestigios a través de algunas imágenes sueltas, colocadas sobre humildes peanas en el descarnado muro. Anteriormente existieron en Santo Tomé las capillas de San Juan Bautista, fundada en la primera mitad del siglo XIV por don Gonzalo Rodríguez de las Varillas y la de Nuestra Señora del Carmen cuyo retablo ejecutó Lorenzo de Noba en 17805. Presidiendo el altar mayor existe un Cristo gótico, de tamaño menor que el natural, cuerpo de esmerada anatomía, tonalidad oscura brillante, cabeza pequeña con corona grande de espinas naturales, mirada hacia la izquierda, barba tupida y negra, pecho abultado con las costillas pronunciadas y el vientre hundido, ligeramente inclinado hacia la izquierda, antebrazos musculosos, brazos en abierto ángulo, elevados por encima de la cabeza, los dedos de las manos separados y abiertos con abundancia de sangre y la pierna derecha sobre la izquierda, con las rodillas juntas y escoriadas. Los pies en la misma posición, uno sobre otro, hacen que las rodillas queden adelantadas. Lleva amplio paño de pudor, del color del Cristo, anudado al lado derecho con una moña grande, de la que nace un gran colgante, dejando ver parte del muslo y los pliegues sobre la pierna izquierda son curvilíneos y acortinados. La Cruz grande y ancha es plana y de color negro, con la cartela
ultrajante muy blanca, grande, alargada y sencilla, apergaminada en los laterales
y con la inscripción trilingüe.
1.- La
Basílica Teresiana. Publicación mensual. Jacinto Vázquez de Parga.
Artículo: "Lo que fue santo Tomé de los Caballeros". Salamanca, 1920.
págs. 43 y 44. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 143. 3.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 86. 4.- Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 1988. Pg. 157. 5.- María del Camino Paredes Giraldo, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Segunda mitad del siglo XVIII. Salamanca, 1993. Pg. 122. |
022 NUESTRO PADRE JESUS DE LA PROMESA
022 NUESTRO PADRE JESUS DE LA PROMESA Iglesia de San Esteban |
El Cristo que hoy se encuentra colocado en el muro del evangelio del altar mayor de la iglesia de San Esteban, declarada Monumento histórico artístico el 3 de julio de 1890, parece ser el que en tiempos se denominó Cristo de la Luz, titular de la capilla de tal nombre, que es la tercera del lado de la epístola, a partir del crucero. Se trata de un Cristo de tamaño natural, de rasgos muy humanos, nada patético, de armónicas proporciones, trascendiendo majestad, con los brazos violentamente descolgados en ángulo agudo, casi descoyuntados, por lo que el madero transversal de la cruz es muy corto en relación con el vertical, manos con los dedos ligeramente flexionados hacia los clavos y abundante reguero de sangre, cabeza inclinada hacia la derecha con el rostro mirando hacia abajo con ojos saltones, corona de espinas tallada de cordones gruesos retorcidos, con el típico sogueado de siglos anteriores, abundante cabellera que cae sobre las espaldas y en una sola crencha sobre el hombro derecho, barba negra abundante, boca cerrada, pecho abombado en leve curvatura sin apenas pectorales ni costillas, vientre hundido, piernas finas muy flexionadas con las rodillas juntas de abundantes huellas de sangre, cuerpo brillante limpio de cardenales y laceraciones y pies totalmente cruzados en aspa con un solo clavo.
No se sabe cuando pasa a ocupar el Cristo el lugar en que se encuentra hoy pero debió estar ubicado en la Sacristía pues Juan Eduardo Cirlot, habla de que existe en ella un Cristo de fines del XVI1. Con posterioridad a la redacción de este capítulo ha pasado de nuevo a
la Sacristía, presidiendo el frontal, al eliminar no hace mucho tiempo la
puerta de estilo renacimiento que ocupaba la parte inferior del muro del
evangelio, junto al crucero. Parece ser obra de mediados del siglo XVI, anterior por tanto a la construcción de la capilla del Cristo de la Luz, que se dotó de un retablo pétreo en 1610, adosado a la pared que mira a la capilla mayor, formado por pilastras platerescas, tímpano redondo y flameros sobre las pilastras, decorado en tonos blancos, grises, azules y dorados, retablo que existe en la actualidad, pero en cambio desapareció el fabricado en 1722 por Joaquín Churriguera y de cuyo dorado, estucado y pintura se encargó el pintor José de Mogrovejo. Las paredes de la capilla y la bóveda se encuentran decoradas por cuatro frescos, -representando escenas de la Pasión y de la Gloria del Señor-, del artista zamorano (de Almeida de Sayago) Antonio de Villamor, que se inspiró en la escuela flamenca y en Lucas Jordán. Ceán Bermúdez dice que: "Palomino
le llamaba su competidor, y seguramente no lo era; pero Palomino, que trataba
bien a los profesores, le honraba con este título"2.
Acompañaban al Cristo de la Luz
las imágenes de la Virgen y San Juan que pueden verse en la capilla,
deterioradas por el paso del tiempo y muy repintadas. El Cristo de la Promesa, a principios del siglo actual, se guardaba en
el interior del convento y Camón Aznar3 lo sitúa en 1932 en la
Sacristía, donde permaneció hasta su colocación sobre el muro izquierdo del
altar mayor. (Todavía en 1986 podía verse en la Sacristía citada) 4. En la capilla del Cristo de la Luz se conserva el confesonario en que oían a Santa Teresa el Doctor de la Gracia, padre Domingo Bañez de Artazubiaga, que fue su confesor durante seis años y que le encargó escribiera su "Camino de perfección" y el padre Yanguas, quienes se situaban en un pequeño hueco en el ándito del claustro de los Reyes y a través de una rejilla metálica impartían el sacramento de la penitencia a los fieles, colocados en las respectivas capillas del interior de la iglesia. La Hermandad de Penitencia de Nuestro Padre Jesús de la Promesa fue creada en 1948, como filial de la Hermandad Dominicana del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, por un grupo de artesanos, para salir en procesión el Lunes Santo, 22 de marzo y se le sumaron las dos agrupaciones con sede en San Esteban: Orden Tercera de Santo Domingo y Cofradía del Santo Rosario, además de la propia Comunidad de PP. Dominicos. El nombre del Cristo se tomó de la conocida como Segunda Palabra: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso", que Jesús dirigió a Dimas el buen ladrón. En 1949 y a título experimental se sacaron algunos pasos de la Vera Cruz para completar los misterios dolorosos, pretendiendo fuera la procesión del Rosario, que efectuando un recorrido de penitencia por extramuros llegara al Arrabal, ruta que se hizo hasta el año 1953. A partir del año siguiente su recorrido fue por el centro de la ciudad5. En 1955 acompañó al Cristo de la Promesa otro paso: el de la Coronación de Espinas procedente de las misiones que los Dominicos tienen en China y al año siguiente sólo salieron ya el Cristo titular y Nuestro Padre Jesús de la Pasión al que se le sustituiría la túnica blanca por otra de color rojo. Salió por última vez este desfile procesional en 1974, pero no así la imagen del Cristo de la Promesa, que sustituyó al Cristo de la Buena Muerte en la mañana del Viernes Santo, por hallarse éste en restauración, que duró hasta el año 1984, en que salió de nuevo y por primera vez a hombros, ya restaurado por el artista salmantino Gerardo Sánchez Cruz. En 1979, el Cristo de la Promesa, a la salida de San Esteban tuvo un lamentable accidente al fallar el artilugio de sujeción de la Cruz a la carroza procesional, cayendo la imagen y partiéndose, con lo que precisó una reparación para poder seguir sustituyendo al Cristo titular de la Hermandad Dominicana. La restauración fue efectuada por el mismo artista antes citado y puede verse hoy que el larguero de la Cruz, en su parte baja, lleva un suplemento, de menor anchura que el resto, donde se aprecian los agujeros para sujeción. Entre 1981 y 1983 sustituyó al Cristo de los Doctrinos (que se encontraba en restauración, también efectuada por el citado artista), en la tarde del Viernes Santo en la Procesión General del Santo Entierro, para que hubiera un Crucificado, pues llevaban varios años sin tan importante imagen en el solemne desfile procesional.
1.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 102. 2.- Juan Agustín Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas
Artes de España. (5 volúmenes). Tomo V. Madrid, 1800. Pg. 252. 3.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 104. 4.- Ángel de Cabo Alonso y Alfonso Ortega Carmona, Salamanca. Geografía, historia, arte y
cultura. Salamanca, 1986. Pg. 368. 5.- Christus.
Revista de la Semana Santa salmantina. Salamanca, 1955. Pg. 8.
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023 CRISTO
023 CRISTO Altar en la Sacristía de la Catedral Nueva |
La sacristía de los prebendados de la Catedral Nueva, construida por Sagarvinaga en 1755, tiene ventanas y bóvedas ojivales y sus muros decorados con pilares góticos y barrocos contando entre los arcos con cuadros de mérito, legados de Crespo Rascón en 1883, ocho espejos de soberbio marco dorado de rocalla, estilo cornucopias, tallados por Antonio Montero en el arte barroco-rococó y cajoneras de nogal con herrajes de bronce, fabricados en Peñaranda.
Frente a la entrada el muro tiene tres arcos simétricos guarnecidos de pilastras con agujas góticas y en el central, distinto a los otros, pues adopta forma rectangular, existe un pequeño retablo -sobre cajonera- en el que se encuentra un Cristo crucificado de tamaño natural, obra del siglo XVI, llenando el centro con dosel de terciopelo. Pese a las publicaciones dedicadas en exclusiva a la Catedral apenas se dice nada sobre el Cristo al que nos estamos refiriendo. Es Camón Aznar el único que nos da algunos detalles sobre la imagen: "muy buena talla, de gran finura y patetismo"1. El resto de los autores se limitan a constatar su existencia y a señalar su ubicación.
1.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 33. |
024 CRISTO
024 CRISTO Capilla de Talavera en el Claustro de la Catedral Vieja |
El magnífico retablo, de estilo renacimiento, tallado y dorado con suave policromía de la capilla de Talavera, también llamada mozárabe y de San Salvador, situada la primera al entrar en el claustro de la Catedral Vieja, es de 1560 y se estuvo atribuyendo al escultor italiano Lucas Mitata1, pero es más creíble que su autor sea al artista zamorano Luis del Castillo, y las esculturas se deban a Juan Bautista de Salazar2"figuritas de escultura bastante buenas"3 según aprecia Antonio Ponz.
Presenta una gran hornacina de arco rebajado que luce en el fondo cuatro encasamentos laterales, superpuestos dos a dos, con cuatro excelentes esculturas del siglo XVI, representando a San Lorenzo y a San Sebastián las superiores y a San Juan Evangelista y una Santa (o tal vez Judith) con espada y la cabeza de un hombre a sus pies, las inferiores. San Juan Evangelista y San Lorenzo son probablemente de Berruguete según Camón Aznar4. Tiene cuatro tablas en los costados, de 0,79 a 0,88 m de altura, de pintor manierista de la esfera de Alonso Berruguete, quizá de Juan de Villoldo5, con escenas de la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel y la Coronación de la Virgen por los ángeles, arriba y Jesús en su caída camino del Calvario y la Oración del Huerto, abajo. El intradós abocinado del arco está constituido por siete casetones rectangulares que enmarcan nuevos casetones más pequeños que alternan círculos y cuadrados centrales y las jambas laterales que lo soportan lucen los cuatro cuadros descritos. En el centro del cuerpo superior una imagen de la Virgen, con el Niño en brazos que porta un pajarito en la mano, de madera dorada y pintada, de estilo gótico y mediados del siglo XIV, procedente de los talleres leoneses. Luce la Virgen hermosa corona de la época de los Reyes Católicos y tiene el cuerpo arqueado según el gusto y la costumbre francesa. Debajo de la Virgen un cuadro de Gallegos6 representando el Descendimiento de la Cruz del cuerpo de Cristo. El bancal tiene alto relieves de la Adoración de los Pastores y la Anunciación, en los extremos y en el centro dos pinturas de la Adoración de los Reyes y la Huida a Egipto, muy deteriorados. Entre medias de relieves y tablas dos tallas con medallones de los evangelistas San Juan y San Lucas. En el sobre-ático, apoyado en una repisa en forma de peana, con
pintura al óleo en su frente, que tiene por motivo el Entierro de Jesús, -continuación de la imposta de billetes
circundante-, se halla un Cristo de tamaño natural, bajo dosel
de madera tallada de estilo mudéjar, del que apenas existen referencias, pese
a lo conocida que es la capilla por su abundante historia pues se trata de la
más antigua de todas y la que albergó la primitiva sede capitular.
Aspecto actual del retablo de la capilla de Talavera Da la impresión de que se trata de un añadido posterior pues hoy el Cristo está encajado entre dos ventanas de medio punto, cegadas y el dosel recorta la imposta superior y uno de los aristones, de variada decoración de flores, anillos, estrellas, bezantes, hojas, puntas de diamante y dentículas que se entrecruzan y rematan en la parte superior en el rosetón de la cúspide de la bóveda -que por su diseño recuerda las bóvedas islámicas- haciendo desaparecer una columna enana sobre ménsula con forma de cabeza humana de expresión grotesca, de las dieciséis repisas o mascarones que conforman la totalidad de los apoyos de la bóveda esquifada octogonal. En 1711, según acreditaba la fecha inscrita en el libro abierto que sostenía uno de los dos ángeles componentes del fresco que servía de fondo al Cristo, que representaba un Calvario con seis figuras implorantes, se debieron tapar las dos ventanas que se aprecian cegadas en la actualidad, se colocó el dosel y se situó el Crucifijo que nos ocupa, fondo que todavía podía verse en fotografías de 1928 y 1930. Es en esta capilla donde se celebra en la actualidad el rito mozárabe.
Se ignora quién fuera el autor del Cristo, pues ya hemos dicho que parece un añadido del siglo XVIII, sin que nos conste donde estuviera situado con anterioridad. Parece, por sus características, del siglo XVI y presenta figura de tamaño menor que el natural, coloración muy blanca, reducida cabeza, ojos cerrados con el rostro ligeramente vuelto hacia el lado derecho, barba y melena poco abundantes tirando a rojizas, pecho abombado con las costillas poco pronunciadas y los pectorales muy pequeños, el epigastrio con arco muy abierto, llaga del costado con poca sangre, vientre hundido, brazos largos y dedos de la mano flexionados hacia los clavos, piernas paralelas y rodillas con escoriaciones y perizoma blanco de mediano tamaño con armoniosos pliegues y sujeto con cuerda que anuda al lado derecho, dejando ver la cadera de esta parte, por lo que puede considerarse el primer Cristo salmantino que presenta tal innovación dejando ver la soga y el muslo, como inicio del barroco. La Cruz, en su configuración actual, es una mezcla entre plana y arborescente, pintada en tono verdoso, con el rótulo de la ignominia en forma de pergamino con volutas en los laterales.
1,.-
Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo
monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 126. -
Elías Tormo Monzó, Las Catedrales.
(Sobre estudios inéditos de D. Manuel Gómez-Moreno). Madrid, 1931. pg. 59. -
Alfonso Rodríguez G. De Ceballos, Las
Catedrales de Salamanca. León 1979. pg. 30. - José Carlos Brasas Egido, Las Catedrales de Castilla y León. La
Catedral de Salamanca. León, 1992 pg. 152 y Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Madrid, 1959. Pg.
67 2.- Antonio Casaseca Casaseca, Las Catedrales de Salamanca. León, 1993. pg. 40. 3.- Antonio Ponz, Viaje de España, 3. (4 volúmenes). Madrid, 1988. Tomos IX-XIII. Pg.
645. 4.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 47. y SUMMA ARTIS, La escultura y la rejería españolas del
siglo XVI. Tomo
XVIII. Madrid, 1981. Pg. 178. 5.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Las catedrales de Salamanca. León, 1979.
Pg. 30. 6.- Modesto Falcón, Salamanca artística y monumental. Salamanca 1867. Pg. 90 y Amalio
Huarte y Echenique, Guía de Salamanca.
Salamanca, 1920. Pg. 39. |
025 CRUCIFIJO
025 CRUCIFIJO Museo Diocesano |
La Sala Capitular de la Catedral Nueva, lindante con la capilla de Santa Bárbara, se construyó en 1526. Después de las reformas realizadas en 1931, se instaló aquí y en la antesala el Museo Diocesano en marzo de 1953, el más interesante, sin duda alguna, de Salamanca por las obras artísticas que atesora. Entre sus variadas obras escultóricas posee: "Crucifijo de la escuela de Juan de Juni; del XVI"1 según Cirlot. Para Juan Antonio Gaya Nuño "La
sala IV, en el piso superior... entre esta vitrina y la siguiente, Crucifijo
de la escuela de Juan de Juni".2
1.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 57. 2.- Juan Antonio Gaya Nuño, Historia y guía de los Museos de España. Madrid, 1968. Pg. 668. |
026 CRUCIFIJO
026 CRUCIFIJO Desaparecido Colegio Menor de San Pelayo |
Pocas son las noticias que nos han llegado del Crucifijo que se veneraba en la capilla ojival del ilustre y muy noble Colegio de San Pelayo, que el vulgo denominaba de los Verdes, por la beca y manto que lucían sus colegiales. Se encontraba tal Colegio menor en lo que fue el Jardín Botánico, luego campo de pruebas deportivas de la Universidad y hoy Facultad de Geografía e Historia y fue fundado por el ilustrísimo señor don Fernando de Valdés, arzobispo de Sevilla e Inquisidor General, que había fallecido en Madrid el 9 de diciembre de 1568 sin ver consolidada la fundación del Colegio, para lo que había dado los primeros pasos en 1546, pero se había topado con la oposición tenaz de los Colegios mayores. Su construcción era de buena arquitectura, pórtico cercado con galerías alta y baja con columnas dóricas y reminiscencias del gótico decadente, obra a cargo de Pedro de Gamboa, no habiendo llegado a nuestros días al ser destruido por los franceses cuando la guerra de la Independencia. Solamente se conservan: una puerta adintelada, una ventana sobre ella, dos escudos gemelos del arzobispo Valdés y una hornacina con el santo titular, hoy tapiada, labrados por Martín Rodríguez. En una esquina el escudo de Salas, Valdés, Llano y Dañapalla, todos ellos apellidos entroncados con el fundador1. De la capilla dos ventanas, las bóvedas de crucería y bellos medallones en las claves. Es Antonio Ponz, quien nos dice: "En la capilla hay un Crucifijo del tamaño del natural de muy buena
escultura"2. Pero no sabemos más. Desconocemos, por tanto,
las características y antigüedad del Cristo, que suponemos sea, al menos,
la de la inauguración del Colegio, 1577. Por ello sería parecido a los de su época que eran: el de la sacristía de la Catedral Nueva y el de la capilla de Talavera de la Catedral Vieja, ambos de estilo renacimiento.
1.- Julián Álvarez Villar, de Heráldica salmantina. Historia de la ciudad en el arte de sus
blasones. Salamanca, 1966. Pg. 149. 2.- Antonio Ponz, Viaje de España, 3. (4 volúmenes). Madrid, 1988. Tomos IX-XIII. Pg. 677.la |