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Crucifijo Gótico

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Capilla de Santa Catalina en el Claustro de la Catedral Vieja

 

La Capilla de Santa Catalina, la más antigua de todas, se encuentra en la parte sur del claustro de la Catedral Vieja y se la denomina también del Canto porque era el lugar de ensayo para la música y cantos de los oficios litúrgicos y cátedra de la capilla de música de esta asignatura, que existía en la Catedral y en la Universidad desde los primeros tiempos de ambas. 

En ella han tenido lugar acontecimientos importantes como diversos concilios y sínodos compostelanos o el hecho de que en 1310 se declarara inocentes a los caballeros templarios de Castilla y Portugal, acusados de inmorali­dad y heterodoxia. Fue también biblioteca del Cabildo desde el siglo XIV y sirvió de aula universitaria para impartir en ella lecciones, durante tres años, a los estudiantes en las facultades de Teología y Cánones, demasiado numerosos y sin sitio en la Universidad. 

En ella se representaban comedias, cuando le correspondía al Cabildo y en especial en las celebraciones del Corpus. 

Incluso se celebraron en ella los exámenes para obtener el grado de Licenciado de la Universidad y en determinada época los de Doctor y Maestro. También sirvió como recinto para que se celebraran en ella los ejercicios para las oposiciones de los prebendados y hasta que se habilitó la Capilla Dorada, de la Catedral Nueva para el culto, sirvió como coro para el rezo del oficio divino por parte del Cabildo. 

Contiene en la actualidad cuadros, tablas, sepulcros, tapices y objetos varios que la convierten en una especie de Museo con obras de diversa procedencia, en especial de las iglesias de la diócesis. Fue creación, en 1916, del obispo de la diócesis don Julián de Diego García de Alcolea.

Situación del Cristo en la capilla de Santa Catalina.
Foto Wikipedia

    

Cristo gótico de la capilla de Santa Catalina.
Foto Wikipedia

Entre los objetos curiosos figura el original de la famosa veleta de la Torre del Gallo, de esta vieja Catedral, que fue desmontada por don Ricardo García Guereta, cuando hubo que reparar la cúpula entre 1918 y 1927 por amenaza de ruina. El Museo se encontraba protegido por una estupenda reja gótico-flamígera que, procedente de la desaparecida iglesia de San Adrián, donde cerraba la capilla de los duques de Abrantes en la que se veneraba el Ecce Homo, imagen que hoy recibe culto en la capilla de San Lorenzo de la Catedral Nueva, se colocó en 1885 y que desapareció en 1988 con motivo de la restauración de la capilla efectuada por el arquitecto don Valentín Berriochoa Sánchez-Moreno. 

En fechas muy recientes ha sido trasladado a esta capilla y colocado a la izquierda de su entrada, sobre un pequeño altar junto al sepulcro del maestro de capilla del Palacio Real en el siglo XVIII, el músico salmantino Doyagüe, un Cristo desde un altar lateral de la nave de la Catedral Vieja, que había sustituido al Cristo de las Batallas en aquel lugar. 

Se trata de una imagen gótica de Cristo crucificado de finales del siglo XIII, de acusado patetismo, cuyo autor se desconoce, labrada toscamente y restaurada con fragmentos de otro Cristo que ardió en un incendio en 1892. La postura del cuerpo es distorsionada, con las caderas hacia la derecha y con los pies cruzados en forma inverosímil por cuanto la pierna derecha gira hacia el exterior por lo que el único clavo parece atravesar sólo el pie izquierdo. 

El Cristo, de cuerpo alargado, tiene la cabeza pequeña y ovalada, -carente de corona de espinas, aunque la talla del pelo lo asemeje-, ligeramente inclinada hacia el lado dere­cho, melena muy abundante de cabellos lisos que se desparraman sobre los hombros, cejas redondeadas y los ojos cerrados significando que ya ha muerto, aunque carece de herida en el costado, fino bigote y barba corta y redondeada; pecho hundido con las costillas pronunciadas a través de la piel, pectorales muy dibujados en trapecio hacia las axilas, epigastrio en ángulo agudo hacia el pecho, largos brazos de señalada anatomía, en posición tendente a la horizonta­lidad del románico; el gran perizoma carece de gracia en sus pliegues sencillos y tiene el Cristo muy marcados los gruesos goterones de la sangre producida por los clavos de pies y manos, que ya son sólo tres de acuerdo con los cánones del gótico. 

La Cruz es plana, sencilla, pequeña, poco artística, de madera oscura y va colocada sobre peana que figura un montículo de gran tamaño con elementos del Gólgota: calaveras y tibias, careciendo de cartela con la inscripción denigrante. 

Durante mucho tiempo las buenas gentes salmantinas confundieron este Cristo con el Cristo de las Batallas al sustituir a esta imagen en un altar lateral de la Catedral Vieja, hecho que ocurrió en 1732 al pasar el auténtico de las Batallas a donde hoy se encuentra en la girola de la Catedral Nueva. La imagen que nos ocupa puede verse todavía colocada en un retablito de esbeltas columnas, de capitel corintio partido, que soportan arco de medio punto con arquivoltas sencillas y la central adornada con ovas en una fotografía1. 

Don Alfonso Rodríguez G. de Ceballos dice en 1979: "Saliendo de la capilla de San Martín, al recorrer las naves laterales se pueden contemplar algunos lucillos sepulcrales con altares empotrados ya muy tardíos. A la derecha el de don Cristóbal Orbe Carvajal (+1647), con mediocres pinturas del difunto protegido por San Cristóbal, Santo Domingo y Santa Teresa, debidos probablemente a Lorenzo Aguilar. A su lado un altar moderno contiene un Crucifijo del XIV"2. 

Respecto de este sepulcro hemos de indicar que Gil González Dávila3 cita como una de las personas que intervinieron en las ceremonias del traslado del Cristo de las Batallas a don Roque de Vargas, Arcediano de Monleón, Canónigo Doctoral y Catedrático de Prima de Cánones, que es la misma persona aquí enterrada, según apreciación de Antonio Casaseca Casaseca, quien lo denomina "Don Roque de Vargas Carvajal, muerto en 1647, sin otro interés [el sepulcro] que la arquitectura del altar, obra barroca cercana a Juan Moreno o Alonso Sardiña"4. 

Entre junio de 2018 y febrero de 2019, el Cristo de la capilla de Santa Catalina fue sometido a proceso de restauración que incluía limpieza, desinsectación y consolidación y la recuperación de la policromía de la imagen efectuada por el taller de Conservación y Restauración de la Fundación Las Edades del Hombre. El viernes 5 de febrero de 2019 el Cristo recobró su lugar en la capilla.

 

 

 

 

1.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Vieja de Salamanca. Salamanca, 1991. Pg. 63.

2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Las Catedrales de Salamanca. León, 1979. Pg. 17.

3.- Gil González Dávila, Historia de la imagen del Cristo de las Batallas que está en la Iglesia Catedral de Salamanca. Salamanca, 1615.Pg. 43.

4.- Antonio Casaseca Casaseca, Las Catedrales de Salamanca. León, 1993. Pg. 37


 Por José María Hernández Pérez

06/03/2023 Rev. 00

Crucifijo

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 Parroquia de San Pablo

  

La actual parroquia de San Pablo tiene su asiento en la iglesia que en 1667 fundaron para los Padres Trinitarios Descalzos don Jorge de Paz y su esposa doña Beatriz de Silveira, barones de San Quintín, a quienes donaron también los palacios adjuntos. 

Desde 1408 habían estado los padres Trinitarios en la iglesia de San Juan el Blanco, a orillas del río (comunidad a quienes había dado entrada en Salamanca el obispo don Diego de Anaya y Maldonado, antes de partir hacia Cuenca para ocupar su silla episcopal)1 y después de morar en ella 200 años la abandonaron como consecuencia de las inundaciones, pasando en 1605 a la plazuela de San Juan del Alcázar, de donde se trasladaron, en 1611, a la vieja parroquia de San Miguel, fuera de la muralla y al lado del río y con motivo de la crecida de San Policarpo se trasladaron al interior de la ciudad a ocupar unas casas en la calle de Serranos, propiedad del convento de San Agustín, hasta setiembre de 1628 en que les dio el Cabildo, en la plazuela de San Adrián (hoy plaza de Colón) dos casas y con los solares donados por las personalidades antedichas edificaron iglesia y convento.

 Sustituyó como parroquia a la antiquísima de Santo Polo, por amenaza de ruina en el siglo pasado, después de haber sido trasladada ésta al convento de San Esteban, a mediados de la citada centuria y pasó a ella también, en 1886, la derruida parroquia de los Santos Justo y Pastor.


Cristo crucificado de la iglesia de San Pablo


La primera noticia que tenemos de este Cristo nos la da en 1901 Gómez-Moreno cuando dice: "Crucifijo del siglo XIII o XIV, como tantos otros y repintado, lo que le hace perder carácter; recuerda mucho al de la iglesia de San Bartolomé, pero su cruz es lisa"2 y no volvemos a tener noticias hasta 1994 en que, Arminio Sánchez Mora, dice: "y en el [lateral] derecho otro Cristo crucificado del XVII"3. 

Sobre el desnudo muro, al lado de la epístola, se encuentra un Cristo de cuerpo vertical, recto, sin contorsiones, cabeza caída hacia el lado derecho, ojos cerrados, boca entreabierta, corona de espinas tallada y pequeña, cabellera corta, barba espesa, brazos sensiblemente horizontales con profusión de huellas sanguinolentas, las manos abiertas y los dedos separados, faltando el dedo corazón de la mano derecha, torso poco saliente, llaga del costado profunda, con sangre que resbala en abundante reguero y piernas muy finas y adelantadas con rodillas tumefactas.

Ceñidor finísimo pegado al cuerpo, del mismo color que la encarnadura del Cristo, pliegues muy finos en la parte inferior, tan sumamente ajustados que se asemeja a un pantalón. 

La parte superior tiene los pliegues triangulares con anudamiento lateral derecho, moña grande y colgante como si fuera tela enrollada.

La Cruz, de madera oscura, es ancha y profunda, sin cabecero y con la cartela pequeñísima. 

El Cristo que comentamos tal vez proceda de la primitiva parroquia de San Polo, datada en 1212, que lucía en su portada treinta estatuas sentadas en hilera al modo bizantino, colocadas en 1529 y alguna de las cuales puede observarse en las esquinas del patio de las Siervas de San José en Marquesa de Almarza. 

San Polo ya figura como parroquia en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca, en el territorio poblado por los portogale­ses. 

 

 

 

 

 

1.- Gil González Dávila, Theatro eclesiástico de la iglesia y ciudad de Salamanca. Historia de sus obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca, 1618. Pg. 108 e Historia de las antigüedades de Salamanca. Vidas de sus obispos. Salamanca, 1606. Pg. 330.

2.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 303.

3.- Arminio Sánchez Mora, Salamanca. Madrid, 1994. Pg. 87.


 Por José María Hernández Pérez

06/03/2023 Rev. 00

Calvario

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Retablo para el Altar Mayor de la Iglesia de San Esteban

 

 

El retablo al que nos vamos a referir, no llegó a realizar­se en su totalidad y la parte ya construida se retiró para dar paso al que luce actualmente el altar mayor. 

El primitivo retablo fue solamente el deseo de don Antonio Álvarez de Toledo y Beaumont, quinto duque de Alba y de su esposa doña María de Mendoza y Enríquez, hermana del duque del Infantado, quienes aportaron una renta de 1.000 ducados anuales, para la construcción de la capilla mayor y otras dependencias que constituirían el enterramiento de los miembros de su familia.


Pergamino de la traza primitiva del retablo mayor del Convento de San Esteban.
Foto  ICAL, restaurado en 2017


La traza del retablo fue hecha por Antonio González Ramiro en 1637 y conservada hoy en el convento, vemos que su disposición era como sigue: Tres pisos, tres calles y dos entrecalles, que irían sobre un banco de granito de Cardeñosa (Ávila)1. 

El banco llevaría las figuras de los Doctores de la Iglesia, los Evangelistas, San Pedro y San Pablo y cuatro relieves más con escenas de la vida de la Virgen. 

El cuerpo de abajo alojaría en su calle central un relieve de Santo Domingo y el segundo cuerpo otro relieve con el martirio de San Esteban. Las calles laterales lucirían lienzos de pintura y las entrecalles en los nichos del cuerpo de abajo imágenes de dos santos y de dos santas de la Orden. Las separaciones entre los elementos de ambos cuerpos se harían por medio de columnas estriadas, de orden corintio, en número de dieciséis. 

El ático llevaría en su parte central un Calvario, compues­to por un Crucificado de gran tamaño, la Virgen con la mirada dirigida hacia el suelo y San Juan con el rostro vuelto hacia el Cristo, ambos con amplios mantos de airosas curvas y plegados.


El pergamino restaurado


Sobre el Calvario un frontispicio con las figuras del Dios Padre y el Espíritu Santo y a los lados relieves de la Fortaleza y la Esperanza. 

La separación de encasamentos del ático se hacía por intermedio de pilastras estriadas de orden compuesto y en número de ocho. 

Todas las entrecalles llevaban como coronación de los nichos, arco de medio punto, -con cartela superpuesta- para alojar relieves. 

La parte escultórica tenía que ser "de mano de los maestros mejores que se hallaren en Toledo o en Madrid o en Valladolid" y el ensamblador Antonio González Ramiro subcontrató tal obra con los escultores salmantinos Jerónimo Pérez, Antonio de Paz y Miguel García, quienes se obligaban a esculpir cuatro histo­rias de la Virgen y diez paneles con imágenes de santos de la Orden y dos cartelas con cabezas infantiles2. 

Tras múltiples vicisitudes y pleitos (en 1640 se había traspasado el retablo a Antonio Martín)3 sólo se había cons­truido parte del primer cuerpo del retablo cuando el nuevo duque de Alba don Fernando Álvarez de Toledo y Mendoza, virrey de Nápoles, quiso mejorarlo y ordenó se hiciese otro, para lo que fray Pedro de Matilla, prior del convento y confesor del rey Carlos II, se puso en contacto con José Benito de Churriguera y se construyó el magnífico retablo actual, obra maestra del barroco, ejecutada en 1691.

 

  

 

 

 

1.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, La iglesia y el  convento de San Esteban de Salamanca. Salamanca, 1987. Pg. 62.

2.-  Id.  id.   ob. cit.  Pg. 63.

3.- Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 1988. Pg. 123.


 Por José María Hernández Pérez 
06/03/2023 Rev. 00


Calvario

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Cristo de la Luz en la Iglesia de San Esteban

 

 

 La imagen conocida hoy como Cristo de la Luz es un Crucificado que estaba en la Sacristía del convento, aunque en un principio no estuvo allí y podría ser el que se situó en el arcosolio frente al de fray Iñigo de Brizuela, en la Sala Capitular en 1634. 

Se trata de una imagen de tamaño casi natural, con alguna imperfección en piernas y pies, que puede datarse hacia la segunda mitad el siglo XVII, hecha con resonancias de los Cristos del artista salmantino Bernardo Pérez de Robles, según aprecia­ción del padre Ceballos1.


Cristo de la Luz en la iglesia de San Esteban
Fotografía de Santiago Abella


Tiene el Cristo el cuerpo de formas patéticas tonalidad oscura mate aunque con un ligero brillo dorado, en posición muy vertical y desplomado hacia los pies, sin talla en las espaldas, soberbia cabeza de reducido tamaño inclinada sobre el pecho vigoroso de señalados pectorales y de costillas poco dibujadas, con corona metálica de dos sencillos cordones de rama de espino retorcida y disco metálico paralelo a la corona, frente despejada, ojos pequeños y cerrados, nariz pequeña, melena oscura poco trabajada que le cae por detrás, barba tupida, larga y rizada partida en dos, boca cerrada, llaga abierta y grande con canalillos de sangre abundante en el costado, brazos delgados y largos en posición de ángulo acusado por vencimiento del cuerpo, con los dedos de las manos no muy inclina­dos hacia los clavos, piernas muy abiertas y cortas, más torsionada la derecha, gruesas rodillas ligeramente escoriadas, con el paño suprafemoral blanco, grande, brillan­te, estofado, de pliegues muy planos con adornos dorados, pegado al cuerpo y colocado en tal forma que deja ver el vientre en casi toda su extensión, con poco nudo y colgante sin pliegues al lado izquier­do. 

La Cruz no muy plana es grande, estrecha y coloración de la madera no muy oscura con la cartela poco agraciada artísticamente. 

Hoy se encuentra situado sobre el muro de la izquierda, en la denominada capilla del Cristo de la Luz, que es la cuarta de la derecha, comenzando desde la entrada, decorada con frescos de Antonio de Villamor. El Cristo está entre una Virgen y un San Juan muy deteriorados, de tamaño menor que el natural, procedentes del primitivo retablo proto-renacentista en piedra, que adosado a la pared tiene pilastras platerescas, tímpano redondo y flameros como remates laterales. No se conserva el retablo de madera dorada que construyó Joaquín de Churriguera para esta capilla y que estofó José de Mogrovejo. 

Las tallas que acompañan al Cristo, de mediados del siglo XVI, son de estilizada figura. La Virgen, en pie y con el bello rostro reflejando éxtasis sufriente, lleva las manos juntas y cruzadas sobre el pecho en actitud dolorosa, con la mirada hacia el suelo, sujetando la orla del manto azul que cae en lineales y finos pliegues y que desciende desde la cabeza. Lleva amplia toca blanca de pocas plegaduras, que desciende airosa sobre la frente y la túnica, de tono amoratado, se adorna con sobria policromía de escasas flores doradas. Sus vestiduras presentan coloración mate y apagada. 

San Juan, de pie, en postura muy inclinada, porta un libro cerrado en la mano izquierda y coloca la mano derecha apoyada sobre la mejilla en actitud afligida. La melena es rizada y corta con ensortijado flequillo y el rostro aniñado. El manto rojo sujeto también con la mano izquierda se ciñe al cuerpo y la túnica, de redondeado cuello, marrón verdoso, de simétricos pliegues acortinados, presentan coloración mate apagada y el manto luce estofado con grandes flores doradas. Va descalzo como de costumbre. (Recuerda la disposición de su figura y la actitud de manos y pies el San Juan del Calvario del monasterio de Gradefes (León) datado entre 1330 y 1340, hoy en el Museo Arqueológico Nacional). 

El borde del manto de ambas imágenes es una ligera orla dorada al igual que los puños de las túnicas. 

El Crucifijo original de esta capilla parece ser1 el que se ha descrito como Cristo de la Promesa y que luce hoy en el frontal de la Sacristía de la iglesia.

 


 

1.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, La iglesia y el convento de San Esteban de Salamanca. Salamanca, 1987. Pg. 75.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00 

Calvario

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Placa Relieve en la Iglesia de la Vera Cruz

 

  

Pocas son las noticias que poseemos sobre este pequeño relieve. Ignacio Francia nos dice: "El altorrelieve del Calvario, en marfil, fue donado por un arzobispo de Lima en 1694"1. 

Gómez-Moreno afirma: "Altorrelieve en marfil, con el Calvario, en el acto de herir Longinos al Señor; mide 0,18 x 0,11 m y fue donativo de don Justo Alamos, arzobispo de Lima, en 1694. Es de entonces; bonito y bien conservado"2.  

Tiene que ser Margarita M. Estella Marcos quien en 19843 nos descubra con todo detalle el valor de tan pequeña pieza, hoy depositada en la caja fuerte de un banco. 

El precioso relieve, que es propiedad de la Cofradía de los Dolores de la iglesia de la Vera-Cruz, se encuentra alojado en precioso marco de estilo barroco colonial y a través de la tablilla de madera -en que se sujeta el relieve- conocemos su procedencia y época por la inscripción que, en tinta descolorida, aparece, circunstancias ambas que sirven como referencia para datar una gran cantidad de relieves hispano filipinos diseminados por el mundo.


Altorrelieve del Calvario en marfil de la Vera Cruz
Foto Alba 2022-08-23


La escena reproducida en el relieve tiene su origen en la estampa de Sadeler, según el dibujo de Martín de Vos que se incluye en el volumen del "Libro del Nuevo Testamento" de El Escorial y que aparece repetido en el del "Thesaurus sacrarum Historiarum" de la Biblioteca Nacional de Madrid. 

Representa a Cristo, entre los dos ladrones, con la cabeza apoyada sobre el pecho e inclinada hacia la derecha, faz triangular, barba corta dibujada en grupos lacios y paralelos al igual que el ancho bigote, melena de ondulaciones paralelas cayendo sobre el hombro izquierdo y sobre el pecho al lado contrario, dejando ver el pabellón auditivo izquierdo, corona de espinas sin punzantes y trenzada con ramas de grosor medio, ojos muy redondos cerrados, sin apenas dibujo de cejas, enormes párpados en forma de concha, nariz respingona sin caballete y con anchas aletas. 

Posición recta del tórax y del abdomen, inclinada ligeramente hacia atrás, con anatomía esquemáti­ca pero no rígida, pronunciados pectorales y señaladas costillas en ángulo obtuso hacia las axilas, vientre hundido con señalamiento del ombligo, brazos cortos de antebrazos hercúleos, hombro izquierdo en forzada posición hacia adelante, manos grandes de cortos y anchos dedos encogidos hacia los clavos, a excepción del índice y del corazón en actitud de bendecir, piernas cortas, fuertes y moldeadas sin atisbo de músculos y venas, al igual que las pantorrillas. Pies cortos de gruesos dedos agarrotados en forzada posición hacia la derecha y atravesados por un sólo clavo que se inclina también hacia el mismo lado. 

El paño de pureza, mediano, con pliegues diagonales angulosos de poco volumen y rematado en colgante lateral solamente al lado izquierdo, partiendo de lo alto de la cadera, sin anudamiento y flotando al aire con relativa gracia. 

De las heridas de las manos fluyen dos chorros de sangre que recogen en sendos recipientes ángeles desnudos cabalgantes sobre nubes en forma de pétalos de rosa aplastados. Los rostros de los querubes, redondeados y de facciones orientales, lucen dibujada melena de líneas ondulantes y grandes y extendidas alas portando, el de la izquierda dos vasijas: con la mano derecha recoge la sangre de la mano de Cristo y con la izquierda, en plano más bajo, la que fluye del costado. 

Las figuras de los dos ladrones casi escapan por los laterales del relieve. El de la izquierda de Cristo tiene el brazo izquierdo pegado a la cabeza y atado sobre ella al redondo travesaño con gruesa cuerda. El brazo derecho cuelga por detrás del madero, muy retorcido y sujeto con doble vuelta de soga, junto al larguero vertical de acusados nudos y sin corteza. No se aprecia la frente, al igual que el ojo derecho, tapados por la melena de líneas sinuosas paralelas, que cae sobre el lado derecho dejando ver en su integridad la oreja del lado contrario. El ojo izquierdo de gran párpado se encuentra cerrado, la nariz de grandes aletas es corta y sigue la alineación frontal, boca cerrada, bigote y barba de ondulados dibujos. 

La cabeza se apoya sobre el pecho, el tórax y el abdomen poco dibujados y sensiblemen­te rectos, piernas cortas sin acusar interna tensión, la izquierda atada al larguero ejecutando un ángulo agudo y perdiéndose la derecha. Pie izquierdo grande que apoya lateral­mente en el larguero. Paño de pureza pequeño, recogido por debajo de la cadera en pliegues lineales ligeramente oblicuos y cayendo por el lateral derecho en dos largas plegaduras de orillas serpenteantes. 

El otro ladrón presenta las dos manos atadas con doble vuelta de cuerda al travesaño, apoyando la cabeza sobre el brazo izquierdo y casi descoyuntado el hombro derecho por la retorcida posición. Melena más suelta que la del otro ladrón y con el dibujo del cabello menos simétrico, cae sobre la espalda y deja ver la oreja derecha. Grandes párpados en los cerrados ojos, sin apenas cejas, nariz fina, boca cerrada, barba incipiente, cabeza inclinada hacia la izquierda y apoyada sobre el tórax, torso fino, lineal y sin dibujo de costillas, piernas cortas y redondea­das, la izquierda casi recta mientras la derecha forma ángulo agudo para ser atada con doble vuelta de soga al larguero. El pie derecho con los dedos muy dibujados y abiertos en abanico. Paño suprafemoral un poco más abundoso en tamaño y pliegues que el del otro ladrón con caída en dos grandes pliegues similares. 

A la izquierda del relieve y bajo el Cristo, sobre el suelo, Longinos de perfil, montando un caballo de artísticos arneses. Rostro alargado, gran ceja y párpado derecho redondeado, nariz chata y de gran aleta, barba rizada y poco abundante, boca cerrada, casco con orejeras y exagerada visera curva del que cae por detrás un ondulante y abultado penacho. 

Con el brazo descubierto hasta el codo empuña con la mano derecha una larga lanza que llega hasta el costado de Cristo, ayudándose con la mano izquierda para sujetarla a la altura de su rostro.­ Viste túnica ceñida y ancha capa que flamea por detrás en pliegues angulosos y porta una espada que más parece alfanje mahometano junto a la corta pierna derecha desnuda que se aleja del sencillo estribo del caballo. 

María Magdalena se encuentra arrodillada a los pies de la Cruz. Tiene redondeado el rostro y abundante la melena ondulada, partida al medio, que deja ver la oreja izquierda al caer sobre los hombros y la parte delantera. Sobre el pecho apoya, cruzadas, sus cortas manos de anchas palmas y brazos desnudos hasta el codo. La nariz achatada sigue la línea de la amplia frente, ojos cerra­dos de grandes párpados y boca pequeña y carnosa. La túnica de pocos pliegues a excepción de la zona del cuello que los presenta horizontales y manto no muy amplio ni de voluminosas plegaduras.

La Virgen en pie, abatida, con la cabeza inclinada hacia la izquierda, junta sus manos al lado derecho, en actitud de oración. Cubre la cabeza con amplio manto, manto que deja ver el ovalado rostro de despejada frente, ojos cerrados de grandes párpados, nariz grande y respingona, boca pequeña de dibujados labios y hundido mentón. Lleva aureola en forma de disco sobre la cabeza. El manto cae gracioso al ir recogido al cuello y luego sujeto, a la altura del pecho, por las muñecas en pliegues muy bien dibujados de incisiones curvas, que dejan ver en los brazos y en el lado derecho la túnica casi lisa. 

San Juan, también de pie, sujeta a la Virgen por la cintura con su mano izquierda y con la derecha la abraza sobre el hombro. El rostro redondeado es muy expresivo y de gran parecido con el de la Magdalena en sus rasgos orientales y en la posición, de idéntico escorzo, hacia arriba y a la derecha. La melena peinada con ondas finamente elaboradas es amplia y abundante y tiene más gracia que la de María Magdalena, dejando ver la oreja izquierda en una posición exageradamente baja. La túnica, que le llega hasta los pies descalzos, va atada a la cintura dejando caer unos pliegues angulosos y el manto, pequeño, está formado por una especie de esclavina. 

Sobre el suelo una tibia y una calavera y a los pies de María Magdalena el tarro de los perfumes. El fondo es un paisaje simulado de matorrales, compuesto de arbustos de hojas grandes lobuladas y carnosas en un lado y hojas largas y afiladas en el otro. 

La Cruz, muy ancha, grande y plana, con cabecero muy corto que obliga a colocar un pequeño listón para sujetar la cartela, alargadísima y con pequeña vuelta apergaminada en los dos extremos. 

En los espacios entre el cabecero de la Cruz y los dos ladrones un sol a un lado y una luna al lado contrario.

 

 

 

1.- Ignacio Francia Sánchez, Salamanca sin secretos. Salamanca, 1993. Pg. 122.

2.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 283.

3.- Margarita M. Estella Marcos, La escultura barroca de marfil en España. Escuelas europeas y coloniales. (2 volúmenes). Madrid, 1984. Pg. 160.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00 

Calavario

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Retablo Altar Mayor del Desaparecido Convento de los Pp. Agustinos Calzados

 

 Han llegado a nosotros noticias de este Calvario a través del relato de Antonio Ponz, quien nos dice del retablo principal de los Padres Agustinos calzados "que consta de tres cuerpos, dórico, jónico y corintio, con ocho columnas en cada uno y diferentes estatuas repartidas en él muy bien ejecutadas por el estilo y gusto de Gregorio Hernández, como lo son las medallas o relieves en medio del segundo y tercer grupo y el Calvario encima..."1 

También lo hace obra de Gregorio Hernández don Juan Agustín Ceán Bermúdez, quien afirma: "Toda la escultura del retablo mayor que contiene estatuas, bajo relieves y el Calvario en el remate"2. 

Desconocemos totalmente las características del Calvario que por la época de la construcción de la capilla sería similar al de la iglesia de San Benito. 

Desapareció el convento el 17 de mayo de 1812 dinamitado por los franceses alegando que perjudicaba la defensa de los fuertes que habían construi­do y aprovechando la circunstancia del incendio sufrido en sus bodegas el 13 de agosto de 1810. 

Una nueva reconstrucción se había empezado cuando en 1834 se decretó la supresión de las Comunidades religiosas y con la desamortización de Mendizábal fueron vendidos sus muros ruinosos y el solar que ocupaban.

No se trata del primitivo retablo pues el 15 de julio de 1589 la iglesia, que con la advocación de San Pedro, había sido consagrada en 1202 por el obispo don Gonzalo III, había sufrido un aparatoso incendio quedando destruida la mayor parte del templo, que había sido reconstruido en 1516 por Juan de Álava, comprometiéndose a levantar la capilla mayor como la del monasterio de Nuestra Señora de la Victoria de los padres Jerónimos, también obra suya en estilo gótico tardío, más bien plateresco. En los primeros años del siglo XVII dirige la reconstrucción del templo el religioso de la Orden fray Pedro de San Nicolás quien le puso un cimborrio de madera. Se ensanchó el presbiterio y se colocó el magnífico retablo de Gregorio Hernández en 1625 encargándose del estofado el artista Matías López. 

Arde de nuevo el convento en 1774, desapareciendo casi por completo y, desde luego, queda reducido a cenizas el retablo que nos ocupa, por lo que, reconstruido de nuevo el templo, el nuevo retablo mayor es el que alcanzó a ver don Antonio Ponz y del que nos habla anteriormente. 

Los religiosos Agustinos habían llegado a Salamanca hacia 1330 y el obispo don Alonso Barrasa les concedió la iglesia parroquial de San Pedro en setiembre de 1377, junto con su cementerio y unas casas propias de la parroquia, amén de algunas otras propiedades adyacentes al convento y colegio de San Guillermo, propiedad de los Agustinos, (con la condición de que conservasen el nombre del Apóstol)3. 

  

 

 

 

1.- Antonio Ponz, Viaje de España, 3. (4 volúmenes). Madrid, 1988. Tomos IX-XIII. Pg. 676.

2.- Juan Agustín Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España. (5 volúmenes). Tomo II. Madrid, 1800. Pg. 269.

3.- Gil González Dávila,  Historia de las antigüedades de Salamanca. Vidas de sus obispos. Salamanca, 1606. Pg. 196 y Theatro eclesiástico de la iglesia y ciudad de Salamanca. Vidas de sus obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca, 1618. Pg. 100.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00

 

Calvario

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Retablo del Altar Mayor en la Iglesia de San Benito

 

  

La iglesia de San Benito, antiquísima parroquia, ya nombrada en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca, se levantó en el territorio de los repobladores gallegos, en 1104, por don Pedro Arias de Aldava, al mismo tiempo que se erigía en la colación de los castellanos la de Santo Tomé, como premonición de la rivalidad que habrían de tener, a lo largo de los tiempos, por las sangrientas luchas entre los dos bandos nobiliarios salmantinos a los que dieron nombre tales iglesias. 

Fonsecas, Acevedos, Ulloas y Maldonados encontraron demasiado modesto el templo y no vacilaron en demolerlo para edificar otro nuevo al gusto gótico de la época y que su interior se convirtiera en panteón de estatuas yacentes de las ilustres familias, que la dotaron de 17 artísticos nichos sepulcrales donde campean los escudos familiares. 

En 1490 inició su reedificación el arzobispo de Santiago y patriarca de Alejandría don Alfonso de Fonseca, que había nacido en la que es hoy calle de la Compañía y recibido el bautismo en la modesta iglesia de entonces. 

El retablo que existía en esta iglesia, colocado cuando la reedificación, correspondía ya por tanto al siglo XVI y era "de talla, todo dorado y los tableros de pincel con la historia de San Benito y de Sr. Santiago y una Sra. y señor San Benito de bulto sobre la custodia", según el libro de fábrica1. Tenía tallas de los santos Apóstoles, aunque parece ser que solamente eran ocho los representados, pues se pagan setenta reales a Juan Antonio de Sotomayor en 1626 por "pintar y encarnar los santos ocho apósto­les del altar mayor"2. 

Se procedió a la venta del retablo, cuando se iniciaron las obras del nuevo, logrando por él pequeñas cantidades: 599 reales por el retablo en sí, 119 por los apóstoles y otras menudencias y 150 por el arco de cristales de Nuestra Señora del Socorro. 

Como quiera que la bóveda y el arco de la capilla mayor amenazaban ruina, se repararon en 1619 por Francisco Sánchez3 y más tarde de nuevo en 1755 se efectuaron obras de afianzamiento por parte de Manuel Sanz4.  En 1783 se pensó edificar un retablo de piedra que se uniese a los referidos arco y bóveda como soporte y sujeción que evitase su desplome vertical. 

Para ello se construyó un retablo de estilo neoclásico, sobrio, aunque en su disposición en cuerpos y calles imita los modelos del renaci­miento. Se pintó a imitación de mármol y jaspe, de acuerdo con la Real Pragmática de 1777 y las figuras se encuen­tran estucadas en blanco, tan del gusto del neoclasicismo. 

Con diseño de Juan de Sagarvinaga según Ceballos5 está construido en piedra y consta de dos cuerpos, ático semicircular y división en tres calles. La obra, según varios autores6 es de Alejandro Carnicero y fue restaurada a principios de siglo, hacia 1915. 

Alejandro Carnicero, a quien muchos consideran salmantino, había nacido en Iscar (Valladolid) en 1693 y en 1726 ingresó como Terciario carmelita en Salamanca, siendo maestro de novicios durante muchos años. Fundador y hermano mayor de la Cofradía de pintores y escultores de Salamanca, con sede en la parroquia de San Adrián, son obra suya varios de los pasos que integran la procesión del Santo Entierro: los Azotes, el Ecce Homo y la Flagelación7. 

En el cuerpo bajo se encuentra un enorme hueco central, que  corresponde a un cama­rín, cuyas vicisitudes detallaremos después y bajo sus pies el Tabernáculo y el Sagrario, que luce una pintura del Ecce Homo del estilo de Guido Reni8. En las calles laterales dos hornacinas, con remate de frontón recto, acogen las imágenes de San Benito Abad y San Pablo. Sobre el cuerpo bajo corre un entablamento dórico.


Retablo del Altar Mayor en la Iglesia de San Benito
Fotografía albTotxo


El cuerpo central acoge un Calvario de madera con las tres figuras de Jesús, la Virgen y San Juan sobre sencillas tarimas separadas y suplementada la del Cristo. El Crucificado, de gran tamaño, vertical, esbelto y de armónicas proporciones, presenta el rostro caído hacia el hombro derecho, hermoso perfil, melena abundante y rizada que le cae sobre ambos hombros, pequeña corona de espinas, barba alargada y fina de forma rectangular y labios entreabiertos con la boca torcida por el dolor, nariz excesivamente larga desde el entrecejo, tórax de fina anatomía y abdomen poco hundido, los brazos sensiblemente horizontales y finamente moldeados, dedos de las manos cerrados sobre los clavos, piernas juntas con las rodillas poco adelantadas y perizonium grande poco movido en sus pliegues horizontales y airoso en el anudado sobre la cadera izquierda con garboso colgante.


Calvario del retablo de la iglesia de San Benito


 La Cruz fina y de no gran tamaño lleva sencilla cartela rectangular con la sentencia. 

Las figuras de la Virgen y de San Juan, ambas en pie y de tamaño natural, se diferencian de las de otros Calvarios en que su mirada la dirigen hacia abajo y no hacia el Cristo. 

La Virgen tiene expresión dolorida en su rostro y desentendiéndose de la escena coloca las manos juntas sobre el vientre en actitud maternal más que orante. El amplio manto le cubre la cabeza y cae abierto sobre los hombros dejando ver la túnica y la toca que le cubre pecho y cabeza. 

San Juan, de rostro sereno, presenta abundosa melena y rostro lampiño, con las manos en actitud de sujetar el amplio manto, que también deja al descubierto la túnica. 

Las vestiduras de ambas imágenes presentan artísticos plegados rectilíneos verticales, en las que apenas destaca un leve sombreado natural, dado el estucado marmóreo blanco de las tallas.

En las calles laterales dos hornacinas, con remate de frontón curvo, alojan las imágenes de San Antonio Abad y San Joaquín, aunque en el inventario de 1865 figura como San Antonio de Padua. 

La separación de calles se hace por medio de columnas clásicas, de basa jónica en todas, capitel jónico en las cuatro inferiores y corintio en las cuatro superiores. 

En el ático, separado por entablamento jónico, cuadros con pinturas de motivos marianos como la Coronación de la Virgen en la parte central y partida en dos, la Anunciación: la Virgen en el lienzo de la izquierda y el arcángel en el de la derecha, obras que pudieran ser de Ramón Micó y J. Sánchez Ruano. 

Para Gómez Moreno9 las imágenes son obra de Alejandro Carnicero, mientras el Calvario lo data a principios del siglo XVI, considerándolo como excelente y lo atribuye al maestre Gil o Gille de Ronça10. El padre Alfonso Rodríguez G. de Ceba­llos11 hace las estatuas obra acaso de Isidro Carnicero y el Calvario lo data también como de principios del siglo XVI y aprove­cha­do del antiguo retablo, semejante al de la Capilla Dorada de la Catedral Nueva, aunque como ya se dijo anteriormente San Juan no tiene demasiado parecido entre ambos Calvarios. 

Varios autores atribuyen el Calvario a Diego de Siloé considerándolo obra magnífica12. No cabe duda que tiene cierto parentesco con el de la iglesia parroquial de Santiago de la Puebla. 

Se ha confirmado, a través de los libros de cuentas, según María Jesús Hernández Martín13 que el maestro arquitecto del retablo fue don Eustaquio Román y que, a los once años de sus construcción, los pintores Ramón Micó y José Sánchez Ruano14 doraron, jaspearon y pintaron imitando mármol el retablo y las figuras, siguiendo las normas de la Real Pragmática de 1777. Las imágenes de santos habían sido pintadas y estofadas cuando se hizo el retablo en 1783. 

El profundo camarín del cuerpo bajo, prolongado por detrás del ábside, fue construido por José de Churriguera en 1697. En el lugar que en la hornacina central ocupaba San Benito se colocó la imagen de Nuestra Señora del Socorro, (hoy desaparecida) y que se encontraba recibiendo culto en un altar al lado de la epístola. A primeros del presente siglo ocupó su lugar la imagen de María Auxiliadora, cuando los padres Salesianos, a partir de 1.898, usufructuaron la iglesia en las épocas en que no estuvo cerrada por ruina. Fue parroquia desde su fundación en 1104 hasta el arreglo parroquial de 1867, en que pasó a depender de la parroquia de la Purísima. En la actualidad se ha colocado otra imagen de la Virgen en el camarín central y la talla de María Auxiliadora original, donación de un matrimonio devoto de Encinas de Abajo, (don Juan Redero y doña María del Pilar Martín) recibe culto en el presbite­rio de la iglesia del convento vecino de las monjas de la Madre de Dios, cuyo retablo mayor (anterior al actual) había sido reparado, por amenaza de ruina, al mismo tiempo que se construyó en 1783 el de San Benito.

 

 

 

1.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 47.

2.- María Jesús Hernández Martín, Capillas camarín en la provincia de Salamanca. Salamanca, 1990. Pg. 47.

3.- Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 988. Pg. 96.

4.- María del Camino Paredes Giraldo, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Segunda mitad del siglo XVIII. Salamanca, 1993. págs. 300.

5.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 81.

6.- Modesto Falcón, Guía de Salamanca. Valencia 1992. Edición facsímil de la de Salamanca, 1868. Pg. 73. - José Camón Aznar, ob. cit. pg. 70. - Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 90. - Ángel de Cabo Alonso y Alfonso Ortega Carmona, Salamanca. Geografía, historia, arte y cultura. Salaman­ca, 1986. Pg. 342.

7.- Juan Agustín Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España. (5 volúmenes). Tomo  I. Madrid, 1800. Pg. 258.

8.- José Camón Aznar, ob. cit. pg. 70.

9.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 220

10.-Id. id.,  La escultura del Renacimiento en España. Barcelona, 1931. Pg. 45.

11.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, ob. cit. pg. 81.

12.- Ángel de Cabo Alonso y Alfonso Ortega Carmona, ob. cit. pg. 342. - José Camón Aznar, ob. cit. pg. 70. - Rafael Santos Torroe­lla,  Salamanca. Barcelona, 1967. Pg. 37 y Juan Eduardo  Cirlot, ob. cit. pg. 90.

13.- María Jesús Hernández Martín,  ob. cit. pg. 46.

14.- María del Camino Paredes Giraldo,  ob. cit. págs. 230, 233 y 306.


Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00

 

Generalidades

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 CRUCEROS DE LA CIUDAD DE SALAMANCA

 

 

Cruz del Río o de San Gil

La Real Academia Española de la Lengua define el crucero como: "cruz de piedra, de dimensiones variables, que se coloca en el cruce de caminos y en los atrios. Suele alzarse sobre una platafor­ma con peldaños y tiene esculpido el crucifijo y, fre­cuentemente además, la Piedad o Quinta Angustia". 

El cruce de caminos o encrucijada está íntimamente ligado con la Cruz. Entre los antiguos las encrucijadas poseían carácter teofánico o supersticioso y estaban consagradas a una figura ambigua y terrible entre los griegos, Hécate, la de las tres cabezas. 

En la ciudad de Salamanca, a lo largo de los tiempos, han existido varios cruceros de las características mencionadas y abundaron otros, más modestos, con la cruz de piedra sin labra de figura alguna e incluso existieron cruceros consistentes en humilde peana de escalones de piedra y cruz de madera. 

Se demuestra la existencia de cruceros ya en 1215 a través de una referencia que recoge Filgueira Valverde en un documento de la catedral de Lugo1. 

Haciendo un repaso a través de la historia tenemos suficientemente documentados cerca de cuarenta cruceros en la capital, si bien hoy solamente perviven tres de ellos, como recuerdo de los dos primeros tipos. 

El más antiguo del que tenemos constancia es el del Monte Olivete, 200 años posterior al antes citado y que describiremos más adelante. 

De finales del siglo XV o principios del XVI data la denominada Cruz de Aníbal, situada frente a la Puerta del Río, de la que daremos amplios detalles.

De 1570 es la noticia de tres cruceros que existían en el Arra­bal, entre el Teso de la feria, donde hoy el Parador de Turismo y el Puente romano uno, otro hacia donde luego se situó la Casa de Mancebía y un tercero casi en simetría con el primero (con eje en el puente) hacia las Salas Bajas y que podemos localizar en la obra de Richard L. Kagan, Ciudades del siglo de oro. Las vistas españolas. Madrid, 1986, pg. 364/366, que el rey Felipe II encargó a Anton Van den Wyngaerde y que reproduce la vista de Salamanca. 

Junto a la ermita del Cristo de Jerusalem, ya existente en 1220, hubo otro crucero, que aparece documentado en 1588, del que ampliaremos detalles más adelante. 

Se ignora la fecha en que fue levantado el Humilladero del campo de San Francisco, que trataremos luego en detalle, pero consta que, en 1710, la Cofradía de la Santa Cruz renovó el Humilladero, conocido vulgarmente como Crucero, donde el Viernes Santo se venía celebrando desde 1615 la ceremonia del Descendi­miento. 

El Crucero de la plazuela de Carvajal estaba situado frente al Seminario de este nombre, donde tuvo su asiento la antiquísima parroquia de San Ciprián, demolida en 1584, crucero del que trataremos después con amplitud. 

El resto de los cruceros, de los que tenemos noticias, podemos clasificarlos por su origen. 

Partiendo del plano de la ciudad, confeccionado por don Gerónimo García de Quiñones, el 11 de abril de 1784, vemos unos cruceros que se levantan junto a las puertas de la muralla, denominados vulgarmente como cruces de término. Esta circunstan­cia se daba en todas las ciudades medievales amuralladas, lo que nos lleva a la sospecha de que, junto a los cruceros que figuran en el plano en esa fecha y que son: San Vicente, de los Mila­gros, del Río y de San Polo, habrían existido los levantados en las proximidades de las otras puertas, que eran: Puerta nueva, Santo Tomás, Sancti-Spíritus, Toro, Zamora, Villamayor, San Bernardo y San Hilario o Puerta falsa. 

Otros cruceros tuvieron su origen en el deseo de las Órdenes religiosas y militares de extender a la calle el espíritu devoto que las impregnaba y sobre todo predicar el misterio de la Redención humana a través de la Cruz. 

Así en el citado plano vemos los cruceros levantados por los jesuitas frente a San Isidro y en la calle de Sordolodo (hoy Meléndez) en su confluencia con la de la Compañía, el del Colegio de Calatrava, -aunque no aparece en el plano-, el de los ca­balleros de la Orden militar de Santiago frente al Colegio del Rey, el de los de la Orden de Calatrava, que sustituyeron la cruz de madera que existía sobre un pozo en el antiguo "corralillo" o "pradilli­no", junto a la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, por una cruz de piedra. 

Aparecen en el plano otros cruceros como son: el de la Plaza de Santa Eulalia y el de la de San Bartolomé, que podrían tener idéntico origen a los anteriormente citados, pero erigidos en el exterior de las respectivas parroquias. También existieron cruceros en las proximidades de los antiguos cementerios, que a su vez se encontraban situados junto a las iglesias y ermitas. 

Consta la existencia, aunque no figuren en el plano, de una serie de cruceros cuyo origen se debe a la política de saneamiento de las calles. No olvidemos que en los pasados siglos la convivencia de animales y personas en las viviendas era normal, no existía red de alcantarillado, ni red de agua potable, por lo que los detritus de todas clases eran arrojados al exte­rior de las casas, formándose auténticos muladares en las calles. 

En las proximidades de las iglesias se buscaba la solución de colocar una Cruz para que, por respeto al símbolo, se abstuvieran los vecinos de arrojar inmundicias. Tal fue el caso del crucero de la ermita del Cristo de la Estafeta, colocado por los vecinos o el situado frente a la iglesia de San Benito por el rector de los jesuitas, acompañado de árboles a su alrededor y seguramente el de la Cruz Verde, que sería una humilde cruz de madera, pintada de este color, sobre piedra con escalones, aunque Ignacio Carrero2 nos da la versión de que se trataría de la mutilación del letrero indicador de la calle, cuyo título original era:

 

CALLE DE LA

CRUZ

VER DA

DE RA


Otra hipótesis, respecto a la Cruz Verde, sería la de que en tal lugar se levantaba el tablado en el que se sometía a tormento a los penitenciados por la Santa Inquisición, lugar donde finalizaba, la noche anterior al cumplimiento de la pena, la solemne procesión para leer las sentencias, procesión en la que figuraban una Cruz verde que se destinaba al patíbulo y una Cruz blanca, que se colocaba en la plaza presidiendo la ceremonia. 

No figura en el plano, aunque tal vez tuviera este mismo origen, el crucero de piedra de la calle de Padilla, corralón junto a la iglesia de la Magdalena, hoy de los padres Carmelitas descalzos en la calle de Zamora, callejón que no tenía salida, al igual que la calle de enfrente dedicada también a otro comunero, el salmantino Maldona­do. Existió tal calleja hasta los años sesenta de este siglo, dando acceso a la sacristía y a la puerta de la iglesia del lado del evangelio, a través de un alto muro de piedra con reja de hierro y puerta también de rejería, que cerraba el corralón por la parte de la calle de Zamora. 

La existencia de cruceros hay que rastrearla también en las ermitas o iglesias desaparecidas pues éstas eran la consecuencia natural en el proceso del tiempo y en la mayoría de los lugares, aún hoy, existe un crucero junto a la ermita e incluso tres cruces juntas, culminando la Pasión del Señor. También sería éste el origen de los Humilladeros, lugar junto a las ermitas adonde acudían los penitentes para expiar sus pecados humillándose y mortificándose en presencia de los demás. 

Este sería el origen del crucero de la Puerta del Río sobre el solar de la iglesia de San Gil y el de la plazuela de Carvajal sobre el de la iglesia de San Ciprián. 

Hay noticias de otras dos Cruces3 denominadas de los Pizarrales y de Antón, cuyas ubicaciones desconocemos. 

Otros cruceros los constituyeron las trece cruces que, partiendo de la ya citada, junto a la ermita del Cristo de Jeru­salem, componían las 14 estaciones del Vía Crucis, que culminaba en el convento del Calvario, del que hablaremos más extensamen­te. 

A propósito de la definición de rollo y picota que nos da la Real Academia Española, el primero: "columna de piedra, ordinaria­mente rematada por una Cruz, que antiguamente era insignia de jurisdicción y que en muchos casos servía de picota", y la segunda: "rollo o columna de piedra o de fábrica, que había a la entrada de algunos lugares, donde se exponían públicamente las cabezas de los ajusticiados, o los reos", se han producido a lo largo de la historia abundantes confusiones pues, frecuentemente, en documen­tación aparecida, al rollo se lo denomina picota, identifi­cándose ésta con la horca, siendo ambas símbolo de las jurisdiccio­nes criminal o de sangre, mientras el primero lo era de la jurisdicción civil. 

El elemento más antiguo es la horca, existente en casi todos los lugares, pues no se olvide que la mayoría de los Fueros nos hablan del castigo de "enforcamiento", siendo las horcas primiti­vas elementos no fijos construidos en material barato, generalmente madera, que se transportaban hasta un lugar determinado. 

La picota posee mayor antigüedad que el rollo pues se trata de un elemento que ya existía en la Edad Media. Aparece en el Código de las 7 Partidas de Alfonso X, el Sabio (Partida 7ª, Ley 4ª, tomo XXI): "La setena es quando condepnan a alguno que sea azotado oferido paladinamente por yerro que fizo, o lo ponen por deshonra del en la picota, ol desnudan faciendol estar al sol untado de miel lo coman las moscas alguna hora del día". 

Fray Pedro de Sandoval en la página 303 de su Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V dice: "Cuando un caballero es desafiado y no parece, el rey de armas publica su mengua y arrastra en vituperio sus armas públicamente, hasta que un pregonero o verdugo las cuelga y clava en la picota, como pesos falsos". 

El rollo, que hace su aparición a finales del siglo XIV, al igual que la picota cuando le sustituía, era emplazado en sitio céntrico y en lugar bien visible, mientras la horca se situaba en las afueras del lugar, aunque en sitios elevados. Se ha de hacer notar que ya en la época de los romanos a los ciudadanos no podía ejecutárseles más que extramuros de la población. 

El rollo, como testimonio de su calidad jurídica, suele ostentar el escudo de la villa o del señorío. En cambio la picota  -que lo mismo sustituía al rollo que a la horca en determinadas ocasiones- carece de adornos. 

Nace el rollo, como se ha indicado anteriormente, a finales del siglo XIV, teniendo como fin principal señalar la autonomía jurisdiccional de una población, o sea, su consideración como villa. Por ello llevaba grabados los escudos correspondientes según que su jurisdicción fuera de: realengo, abadengo o señorío y se situaba, generalmente, en pueblos importantes para significar la superioridad jurisdiccional de tal población sobre el resto de los lugares a él sometidos, circunstancia que se hacía notar plásticamente con los cuatro brazos de los canes pregonando su jurisdicción a los cuatro puntos cardinales. 

Fueron abundantes las concesiones de títulos, cambiando la situación jurídica de los pueblos, en tiempos del reinado de Enrique IV por la debilidad de la corona. Ya en la época de los Reyes Católicos la horca era considerada como "insignia de autoridad" en los pueblos de señorío. 

A los pueblos que obtenían el título de "villazgo" o ganaban pleito sobre competencias, se les autorizaba para poner "horca, picota, cuchillo, argolla, tener cárcel, prisiones y demás insignias de jurisdicción", pero como se limitaban a construir uno solo de los citados elementos, se producía la confusión de términos a que hemos hecho referencia, tanto en denominación como en las funciones y formas arquitectónicas de la construcción. 

Las formas que adoptaron los tres citados elementos se describen a continuación: 

La horca, como se ha dicho, precedió a la picota, siendo al principio simple artilugio transportable de madera, dotado de los tres clásicos palos, que servía para colgar al justiciable. 

La picota antigua estaba dotada de cuatro canes en lo alto y terminaba en remate puntiagudo, lo que debió darle el nombre; por degeneración de pico: picota. De los canes, que tenían variadas formas: rostros humanos deformes, carneros, leones o reptiles, se colgaban las argollas o garfios que servían, bien para tensar las cuerdas para la sujeción de los malhechores, (quienes antes de ir a la cárcel eran expuestos a la vergüenza pública), bien para ahorcar al ajusticiado. Servían también los canes para colgar en ellos las cabezas o los miembros amputados de los reos, como advertencia y escarmiento y así fueron expuestas las cabezas de los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado, tras su ejecución en la picota de Villalar. 

La picota más moderna se confunde con el rollo que debe su nombre al fuste circular (la mayor parte del poste y la más visible). Constan tanto la picota como el rollo de: gradas, basa, fuste, capitel y remate, siendo la ornamentación más o menos lujosa según la época de su construcción, sobresaliendo por los adornos los rollos medievales. 

Poseían un agujero en el fuste que, por la forma circular de la columna, se adaptaba perfectamente para utilizarlo en la ejecución de los reos condenados a garrote vil. 

Al legislar las Cortes de Cádiz, en el año 1811, la abolición de los "Privilegios exclusivos privativos y prohibitivos proceden­tes del Señorío" desaparecieron muchos rollos y picotas y los pocos que quedaron consiguieron la supervivencia mediante el ardid de colocarles como coronación, en la cúspide, una cruz con lo que pasaron a la categoría de cruceros. 

Por Real Cédula de Fernando VII, de 28 de abril de 1832, se abolió el suplicio de la horca, sustituyéndose por el de garrote, en sus tres variantes: ordinario, para las personas del común; vil, para castigo de delitos infamantes sin distinción de clases y noble, para los hidalgos. Las anteriores distinciones son abolidas en el artículo 89 del Código Penal de 1848 al establecerse la pena de muerte en garrote y sobre tablado. 

El único crucero que en Salamanca se correspondía con la definición de la R.A.E., por situarse en una encrucijada, allí donde convergen varios caminos, era el del Rollo, pues éste se construyó en 1727 "en el sitio de la cruz de los cuatro caminos"4, que eran: calzada de Medina, camino a la Puerta de Toro, camino de la Aldehuela, pasando por la ermita de San Mamés (donde hoy el derruido parque de bomberos) que era el camino real y calzada para Madrid y Aldea­lengua, en la actualidad calle de los ­Comuneros. 

El rollo de referencia, se hizo para alejar de la ciudad tal símbolo de oprobio y con planta circular y forma de obelisco tenía tres cuerpos, con escalera interior de caracol, rematado en una estatua de la muerte y en su segundo cuerpo llevaba, sobre la cornisa, cuatro ganchos de hierro para colocar en ellos y dentro de jaulas, los miembros de los ajusticiados. Se encontraba en estado ruinoso en 1771 pero no se derribó hasta 1834 y las últimas ejecuciones, de que existe constancia, tuvieron por escenario la Plaza Mayor en 11 de enero de 18025 donde, entre horca y garrote vil, murieron 16 malhechores de las cuadrillas del Cubero, del Corneta, del Chafandín y del Patricio, en cinco horcas y un tablado para el garrote. Dos de ellos sufrieron descuartizamiento y sus cabezas fueron expuestas en la Puerta de Zamora y en la de San Pablo. 

El rollo que actualmente se encuentra al final de la Avenida de los Comuneros es de los de jurisdicción y pertenecía a la familia Herrera Anaya, fundadores del convento de las Bernardas del Jesús, en cuyos linderos se encontraba. Al tender el ferrocarril quedó separado del convento, en terrenos de la huerta de la Compañía de Jesús que daba al camino de la Cárcel provincial. Quedó luego arrumbado en los depósitos de materiales del Ayuntamiento salmantino hasta que fue rescatado y situado en la plazuela de Santa Teresa y en abril de 1975 se ubicó en su actual emplazamiento en el Alto del Rollo. 


 

 

 

1.- Salvador Andrés Ordax, Iconografía cristológica a fines de la edad media. El crucero de Sasamón. Salamanca, 1986. Pg. 10.

2.- Ignacio Carrero, Diccionarios de personajes, topónimos y demás nomenclaturas del callejero salmanticense. Salamanca, 1996.pg. 82

3.- Joaquín Zaonero, Libro de noticias de Salamanca que empieza a rejir el año 1796. Edición crítica de Ricardo Robledo. Salamanca, 1998. págs. 55 y 81.

4.- María Nieves Rupérez Almajano, Urbanismo de Salamanca en el siglo XVIII. Salamanca, 1992. Pg. 151.

5.- Joaquín Zaonero, ob. cit.  Pg. 17.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00 

Crucero

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Monte Olivete

 

 

El Monte Olivete era una humilde barriada que se extendía al sureste, entre el convento de San Esteban, el edificio de Calatrava y la muralla. Se dio tal denominación al Colegio menor de Santa María y Todos los Santos, cuyo edificio se encontraba allí situado, por lo que el colegio fue conocido vulgarmente como Monte Olivete, hasta que fue derribado en 1804, a causa de su estado deplorable. 

El Colegio fue fundado por el bachiller Gonzalo González de Cañama­res, canónigo de Cuenca y Salamanca, para clérigos pobres de la serranía de esta provincia, mediante bula de León X en 1514, aunque hay quien afirma que funcionaba ya desde 1490. 

Funcionó el Colegio con el nombre de Santa María y Todos los Santos hasta que, el día 10 de setiembre de 1780, acogió a los colegios de San Millán, Santa Cruz de Cañizares y Santa María de los Ángeles, que en 1786 se trasladaron juntos al edificio de este último, con la nueva denominación de Colegios Unidos de los Ángeles.


Crucero del Monte Olivete
Fotografía de Javier Gallego


Ya a finales del siglo XVIII, al suprimirse los Colegios, el edificio había pasado a depender del convento de San Esteban y los alrededores se convirtieron en huerta del monasterio. Sobre el año 1733 se pensó situar en sus inmediaciones el Hospital que, para sus religio­sos, vinieron a fundar en Salamanca los franciscanos pertene­cientes a la Provincia de San Miguel, que luego construyen, aunque no terminan, el convento de San Antonio el Real, en la plazuela del Liceo. 

En 1412, San Vicente Ferrer se encontraba predicando sus célebres misiones, en el barrio antes mencionado, -cuando aún no existía el Colegio y sí una iglesia parroquial de San Esteban protomartir (distinta de la actual, pues ésta se empezó a construir el 29 de junio de 1524)-, cuando en el transcurso del sermón, celebrado en la huerta, por no caber tanta gente en la iglesia, se suscitaron murmullos en el auditorio al decir que él era el Ángel del Apocalipsis, que les anunciaba el día del Juicio final.Ante el escepticis­mo de los fieles les dijo que fueran a la cercana Puerta de San Polo y le trajeran a una mujer que llevaban a enterrar en aquellos momentos. Así lo hicieron y una vez en su presencia, le dijo: "En nombre de Dios te mando, que resucites y que digas si yo soy el Ángel del Apocalipsis". Contestó afirmativa­mente y el Santo le dio a escoger: vida o muerte. 

En recuerdo de tal hecho milagroso se levantó una Cruz de piedra al extremo de la que después ha sido huerta de los dominicos, en el lugar en que se encontraba san Vicente Ferrer predicando. Esta Cruz existe en la actualidad y puede apreciarse en una de las obras de don Antonio García Boiza1, en la del padre José Luis Espinel2, rodeada de frailes dominicos franceses que vivieron en el convento entre 1880 y 1886 y en una lámina de la obra de don Bernardo Dorado3.

 

 

Grupo de Dominicos de Toulouse en San Esteban 1880-1886

Crucero en el Monte Olivete. Imagen del libro "Salamanca monumental" de Antonio García Boiza


Es harto sencilla con tres gradas cuadrangulares de piedra de amplia huella, pedestal cúbico sin moldura, basa con ancho plinto y toro. Fuste cilíndrico esbelto y liso que remata en collarín y capitel de sencilla moldura en el ábaco cuadrangular sobre el que luce una Cruz de labra basta y doble sección de cuadrado y círculo, sin talla ni efigie alguna en sus caras. 

En enero de 1809, cuando llegaron las tropas napoleónicas a Salamanca, el general Monpetit que las mandaba, preguntó por el significado de tal Cruz, cuando la divisó entrando desde el Sur en la capital y al decirle cuál era su origen y hacerle mención de la memoria de San Vicente Ferrer ordenó a sus tropas que no se bombardeara ni el convento, ni sus alrededores, pues él era oriundo de Bretaña y como su madre devotos del santo que también viviera, predicara y muriera en esa región francesa, siendo enterrado en la catedral de Vannes en 1419.

 

 

 

 

1.- Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Madrid, 1959. Pg. 7.

2.- José Luis Espinel, San Esteban de Salamanca. Historia y guía (siglos XIII-XX). Salamanca, 1978. pg. 142.

3.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su Santa Iglesia, su fundación y grandezas que la ilustran. Salamanca, 1985. Edición facsímil de la de 1776. págs. 480/481.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00 

Cruz de Anibal

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Puerta del Rio

 

 


Este crucero se encuentra situado frente a la denominada Puerta del Río, también conocida como Puerta de Hércules, Puerta Imperial y Puerta de Aníbal, pues dice la tradición que por ella entrara el general cartaginés, cuando puso sitio a la ciudad, y demostraran su valor las mujeres salmantinas para asombro de los invasores. 

El lugar que ocupa hoy el crucero es el solar en que se levantaba la pequeña iglesia de San Gil, ya citada en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca, erigida en el territorio de los mozárabes, y derruida en tiempos de Juan I, junto a las casas cercanas, para desembarazar la muralla a efectos defensivos. 

Erigido el crucero en el siglo XV, se trata de una Cruz de piedra, asentada sobre cuatro gradas de planta octogonal hoy renovadas, soportada por una elegante columna lisa de fuste redondo, pedestal cúbico sin molduras, basa con plinto y toro, que remata en collarino y encima capitel gótico-plateres­co. La Cruz, apoyada en ábaco labrado es de bastante buena factura renacentista en las labores de los brazos y luce, por el lado que mira a la ciudad, un artístico Crucificado y por el que da hacia el río una elegante Virgen.

El Cristo presenta una figura muy deteriorada por el transcurso del tiempo y su situación a la intemperie. Se trata de un Cristo vivo, con la mirada dirigida hacia el cielo y el cuerpo con torsión de la cadera izquierda, la melena no muy abundante cae sobre la espalda, gran corona de espinas, cuello alargado, torso abombado con costillas bastante dibujadas pese al deterioro, abdomen hundido, piernas sólidas inclinadas hacia la derecha y pies mutilados. Los brazos casi no se distinguen dado su deterioro. El paño de pureza apenas tapa el bajo vientre pues se inicia hacia su mitad girando a la izquierda y por detrás se despliega hacia arriba en curvos pliegues barrocos que dejan al descubierto todo el lateral derecho. 

La Virgen es una Inmaculada de rostro deteriorado por las inclemencias del tiempo, con el velo que se extiende hacia atrás en el lado izquierdo y sobre el hombro al lado contrario, las manos cruzadas sobre el pecho en actitud orante y recogiendo sobre la izquierda el manto, que se desparrama airoso hacia abajo, con amplios pliegues en las bocamangas, dejando ver la túnica de pliegues verticales que parten de la zona izquierda.


Cruz del Río, vista norte
Fotografía de Evaristo Cancelas

    

Cruz del Río, vista sur
Fotografía de Evaristo Cancelas

 

También se denomina a este Crucero"Cruz de los ajusti­cia­dos" pues antaño fue picota de la ciudad. 

El cubo de piedra, sobre el que se asienta la Cruz, recuerda el rollo, patíbulo o cadalso que sobre él se levantaba, para las ejecuciones públicas y para la exposición de las cabezas de los ajusticiados a la contemplación del vecindario, como advertencia sobre la dureza del escarmiento. 

Así nos lo indica el barón Jaroslav Lev Rosmithal de Blatna, cuñado del rey de Bohemia, en su Relación de Viaje, de 1467 a su paso por Salamanca camino de Santiago, en que escribe: "en medio de la plaza está la horca, y si algún criado roba, lo cuelgan y lo dejan allí por tres días y al cabo de ellos lo entierran en el cementerio; a los forasteros acostumbran ahorcarlos en otra horca que hay fuera del lugar"1.La plaza a la que se refiere es la de San Martín y en 1593 consta que el cantero Juan de Salcedo procedió a asentar la picota del tablado de la plaza, por concierto que hizo con don Francisco Maldonado2. Años más tarde, en 1626, Andrés González construyó un nuevo cadalso3. La horca pasó luego a la Plaza Mayor, una vez construida ésta. 

Es curiosa la circunstancia de la cercanía a este Crucero de la iglesia de Santiago Apóstol, que era el templo de "acogerse a sagrado" en el que se refugiaban los malhechores condenados a muerte por los tribuna­les y que conservó esta prerrogativa cuando -en 1772- se suprimió tal merced a los demás templos salmantinos, excepción hecha de la Cate­dral. 

"¿Fue acaso una idea de misericordia la que llevó a cabo esta cercanía entre la pena y el perdón?" 4.

 

La cruz del Río y el recuerdo de la iglesia de San Gil
Fotografía de Walter Schröder en el Bildarchiv Foto Marburg.


 

 

 

1.- Jesús Majada Neila y Juan Martín Martín, Viajeros extranjeros en Salamanca (1300-1936). Salamanca, 1988. Pg. 100.

2.- Andrea Barbero García y Teresa de Miguel Diego, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Siglo XVI. Salamanca, 1987. Pg. 209.

3.- Pilar García Aguado. Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 1988. Pg. 85.

4.- El Museo. Crónica salmantina. I. Juan Domínguez Berrueta. Artículo: Camino de Santiago. Salamanca, 1957. Pg. 78.

 

Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00

 

Crucero

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Plazuela de Carvajal

 

  

No se sabe la fecha en que fue erigido este crucero, en la plazuela de Carvajal, aunque puede situarse per­fectamente a partir de la demolición de la antiquísima parroquia de San Ciprián (ya citada en el Fuero de Salamanca como cons­truida en el territorio de los francos), hecho que ocurrió en 1584. 

Existió tal Cruz de piedra, puesta en la plazuela como memoria de la iglesia, y llevaba la imagen del Santo y una cartela que decía: "Esta fue la iglesia de San Ci­prián", hasta finales del siglo XVIII, en que fue trasladada de lugar, con motivo de las obras de reparación del cercano Colegio de San Antonio, más conocido como Seminario de Carvajal, fundado por don Antonio de Vargas Carvajal a mediados del siglo XVII, como Colegio de huérfanos pobres de solemnidad, que había sufrido un gran incendio el 7 de diciembre de 1791 o el 7 de octubre del mismo año, según tomemos las fechas que cita don Manuel Villar y Macías en el volumen IV o en el volumen VII de su Historia de Salamanca1. 

Estuvo situada la Cruz que nos ocupa junto a la puerta de entrada accesoria, en la expla­nada del cementerio municipal, en lo que se denominaba Huerta de Villasandín, lugar al que se trasladaron algunos otros cruceros en 1832, cuando se puso en funcionamiento oficialmente el cementerio. 

El anterior camposanto había estado frente a la puerta de San Vicente, hacia el Prado Rico y fue destruido por los franceses en 1811 con lo que en el mes de noviembre comenzaron los enterramientos en la Huerta de Villasandín al no permitir los franceses que se enterrara en los templos. A la marcha de los franceses dejó de funcionar hasta que de nuevo lo hizo en 1832 con motivo de una epidemia de cólera.


La Cruz de San Cebrián en el cementerio de Salamanca. Salamanca en el ayer

Actualmente el crucero se encuentra en una rotonda del cementerio conocida como plaza de la República, zona creada antes de 1936. En 2017 se planteó la posibilidad de trasladar el crucero a su ubicación original en la plaza de Carvajal pero Patrimonio negó tal contingencia dado el mal estado de la cruz. En 2023 se especula con la posibilidad de instalar una réplica. 

El tipo del crucero es similar al de la Puerta del Río y al que hubo en la Puerta de San Polo, con columna jónica y adornos renacentistas en el capitel. Luce, por un lado, un Crucificado muy deteriorado al que le falta una pierna y por el otro una efigie de san Cipriano con libro y vestidura episcopal.


San Ciprián en el crucero.
Foto Salamanca en el ayer

    

Cristo Crucificado en el crucero.
Foto Salamanca en el ayer


Por la sacristía de la citada iglesia de San Ciprián "bajando veintidós pasos" se llegaba a la célebre Cueva de Salaman­ca, donde impartió enseñanzas de astrología judiciaria, asomancía, hidromancía, aeromancía, quiromancía y necromancía el marqués Enrique de Villena, según la leyenda que bien pudo tener realidad, pues a ella se han referido escritores ilustres, como el viajero humanista Hieronymus Münzer que en su "Itinerario español" de 14942, habla ya de ella o como el propio Cervantes que la inmortalizó en el entremés que lleva por título "La Cueva de Salamanca"3.
 

Hay que tener en cuenta el detalle de que San Cipriano había sido mago en su vida, lo que hace aún más interesante la leyenda.

 



1.- Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca. (9 volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión de 1973. Volumen IV. Pg. 77 y volumen VI, pg. 17.

2.- Jesús Majada Neila y Juan Martín Martín, Viajeros extranjeros en Salamanca (1300-1936). Salamanca, 1988. Pg. 105.

3.- Miguel de Cervantes Saavedra, Obras completas. Madrid, 1949. págs. 588/593.



Por José María Hernández Pérez
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El Calvario

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Humilladero

 

  

La expresión latina Vía Crucis significa literalmente "camino de la Cruz", o sea, el recorrido que hizo Jesucristo desde el pretorio de Pilato hasta el monte Calvario, en las afueras de Jerusalem. 

En cuanto a los orígenes de la devoción del Vía Crucis, desde los primeros tiempos los cristianos ya veneraron los lugares que tuvieron relación con la vida y la muerte de Cristo. 

La célebre peregrina Eteria, ya en el siglo IV, da una rela­ción detallada, de los actos que se celebraban en Jerusalem durante la Semana Santa en los distintos lugares en que tuvieron lugar los hechos de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.Los Calvarios, posteriormente denominados Vía Crucis, fueron implantados en toda Europa por los caballeros cruzados, quienes a su vuelta de Jerusalem, quisieron rememorar, de algún modo, las celebraciones que allí habían presenciado y en las que incluso habían tomado parte por las calles de la Ciudad Santa. 

En España el nacimiento de la práctica del Vía Crucis se debe al padre zamorano beato Álvaro de Córdoba O.P. quien lo reza en el convento cordobés de Escalaceli hacia 1425, a su vuelta de Tierra Santa. 

La Orden franciscana propagó esta piadosa devoción, en especial, a partir del siglo XIV, cuando se les concedió por el papado la custodia de los Santos Lugares y la devoción popular ha debido conformarse siempre al espíritu de la liturgia, siguiendo los principios generales de la Constitución Sacrosanctum Concilium. 

En Salamanca se desconoce cuándo tiene principio la práctica del Vía Crucis pero, es indudable que, a partir de 1588, cuando los padres franciscanos descalzos reformados de San Pedro Alcántara, de la provincia de San Pablo, habitan su convento, -situado en el camino de la Moral, fundado en 1586 por el ilustrísimo señor don Pedro Fernández Temiño, colegial del Salvador de Oviedo y luego obispo de Ávila-, ya se les denomina del Calvario o Calvaritas, aunque el monasterio llevara la denominación oficial de Convento de San José1, lo que quiere decir que ya existía el Calvario, punto final del Vía Crucis en las proximidades del nuevo convento. (Se distinguían estos religiosos, que desaparecieron cuando la exclaus­tración, por sus rigurosas penitencias: disciplinas y cilicios abundantes y completa descal­cez). 

La piadosa costumbre iniciaba su recorrido en la Cruz de término que existía junto a la Puerta de Villamayor, en la parte de afuera, al lado de la ermita del Cristo de Jerusalem y las sucesivas cruces iban jalonando el sendero, de lo que Gil González Dávila2 denomina en 1618 Vía Dolorosa, cruzando lo que hoy es el Hospital de la Santísima Trinidad y a través del camino de la Huerta Otea, para culminar en la situada frente al convento e iglesia de los franciscanos, ubicada en el camino del actual Cementerio municipal, (donde no hace muchos años se levantaba el estadio de la Unión Deportiva Salamanca, que por tal motivo tomó el nombre de campo de deportes de El Calvario). 

La tercera Cruz se encontraba situada frente a la puerta de Villamayor y junto a la esquina del convento de las Carmelitas descalzas3. 

Curiosamente el mismo recorrido descrito para el Vía Crucis es el que acordó el Cabildo de la Cofradía de la Cruz el 2 de enero de 1616, cuando creó su procesión de los Nazarenos Penitentes de Cruces, aunque al año siguiente lo variara. Las normas eran: Salir de la iglesia de la Vera Cruz el Viernes Santo por la mañana, encaminarse al Humilladero de Jerusalem y de allí al Calvario por el campo, siguiendo las cruces que marcaban cada una de las Estaciones.

 

 

 

 

1.- Gil González Dávila, Theatro eclesiástico de la Iglesia y Ciudad de Salamanca. Vidas de sus obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca, 1618. Pg. 168.

2.-   Id. id.  ob. cit. pg. 10.

3.- Joaquín Zaonero, Libro de noticias de Salamanca que empieza a rejir el año de 1796. Edición crítica de Ricardo Robledo. Salamanca, 1998. Pg. 43.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00 

Humilladero

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Campo de San Francisco

 

 

Tiene este crucero su origen en la ceremonia del "desen­clavo" o "descendimiento", que la Cofradía de la Santa Cruz celebra el Viernes Santo, desde el 17 de abril de 1615, siguiendo una tradición importada, curiosamente, de Perú y Nueva España. 

Quedándose pequeña la iglesia de la Vera Cruz, sede de la Cofradía, lugar en que se celebraba los primeros años la piadosa escena, se optó por sacarla al exterior, en una glorieta de cuatro arcos, que había frente a la capilla, con verja metálica que la aislaba del campo de San Francisco. Para la ceremonia se utilizaban unos grandes bastidores azules y unas negras corti­nas y sobre el escenario se colocaban: la Cruz, con un Cristo articulado, a los lados sendas Cruces para el Bueno y el Mal ladrón y además, las imágenes de la Virgen y de San Juan. 

Las tres primeras imágenes datan del año en que se cele­bró por primera vez la ceremonia. 

Tres frailes franciscanos -del vecino convento- se subían a unas escaleras apoyadas en la Cruz y procedían a desenclavar a Jesús, a quien, una vez descendido, depositaban en los brazos de su Madre, para colocarlo luego en un Sepulcro con forros de tafe­tán morado, que iba sobre humildes andas, con lo que se iniciaba la procesión del Santo Entie­rro. 

Este Humilladero era propiedad de la Cofradía de la Santa Cruz y, a principios del siglo XVIII, se encontraba muy deteriorado por lo que se encargó a Joaquín de Churriguera su restauración, dando comienzo la obra en 17101. Consistía ésta en un monumental templete con cuatro arcos, cerrada con hermosas verjas de hierro y adornado con 18 frondosos álamos, que se concluyó en 17142. 

Según Bernardo Dorado "ostenta con majestad, y grandeza un suntuoso Crucero labrado de sillería, con mucha talla, en donde la devoción de este Pueblo celebra, y venera todos los años las sagradas memorias de el Descendimiento de nuestro Redentor difunto desde el sangriento Patíbulo de la Cruz a los delicados brazos, y regazo de su Santísima Madre"3. 

La Cofradía, al concluir la obra, celebra diversos actos y solicita del Concejo la plaza para una corrida de toros. 

Con motivo de la urbanización del campo de San Francisco, según el proyecto de 1787, -del arquitecto don Jerónimo García de Quiñones-4, se pensó en demoler el Humilladero de la Cofradía de la Santa Cruz, para colocar en él una estatua del rey Carlos III, si bien no se llevó a término esta iniciativa por quedar demasiado descentrado el Humilladero respecto del Campo, pero sí que se demolió el monumento de la Cruz, junto con las verjas de hierro, vendidas por 8.310 reales al herrero Francisco Iglesias Martín5 y el arbolado, rematado en pública subasta, por órdenes del corregidor don José Oliveras Carbonell.

Durante el siglo XIX no se celebra el acto del Descendimiento en el Humilladero, por no reunir las debidas condiciones y también porque la Hermandad se encontraba en momentos desfallecientes. En 1877 se solucionan los litigios que tenía con el Ayuntamiento y nuevamente es demolido el crucero y vendidos sus materiales, incluidas las rejas de separación.


Calle de las Úrsulas, Capilla de la Vera-Cruz y Cruz de los Caídos.
Tarjeta postal 1950-1960 
Ediciones AISA

Cruz de los Caídos construida en 1939
en una fotografía de M. Núñez Varadé en
El Adelanto de 17 de marzo de 1942
    

La actual y remozada Cruz


Ya en este siglo, en 1948, se volvió a celebrar el acto del Descendimiento en el Humilladero, donde ya se encontraba la conocida como Cruz de los Caídos, monumento realizado a la memoria de los que murieron en la Guerra civil de 1936, construido en piedra granítica, rodeado de diez pequeñas columnas con cadenas, dotado de una escalera de acceso por el centro y dos laterales y que realizó el arquitecto don Antonio Ortiz de Arce en 1939. 

Hoy sigue existiendo la Cruz si bien se ha despojado al monumento de lápida, columnas y cadenas, con lo que todavía preside este esquinazo del Campo de San Francisco, aunque se ha sustituido la anterior Cruz más monumental y artística por otra sencilla de esbeltez cilíndrica con cabecero y transversal también cilíndricos, sin adornos ni efigie alguna y dotada en su base de dos gradas, pedestal cúbico con adornos en sus cuatro caras para posible inscripción, basa con plinto cuadrado, fuste cilíndrico liso que conforma el larguero de la Cruz y pequeño capitel con ábaco como soporte del árbol de la Redención. 

 

 

 

1.- Joaquín de Vargas Aguirre, Dibujos salmantinos. Salamanca, 1981. Pg. 65 y María Nieves Rupérez Almajano, Urbanismo de Salamanca en el siglo XVIII. Salamanca, 1992. Pg. 105.

2.- Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca. (9 volúmenes). Reimpresión de 1973. Tomo III. págs. 133/134.

3.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su Santa Iglesia, su fundación y grandezas  que la ilustran. Salamanca, 1985. Edición facsímil de la de 1776. Pg. 34.

4.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 128.

5.- María Nieves Rupérez Almajano,  ob. cit. pg. 142.


Por José María Hernández Pérez
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Cristo de la Liberación

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Yacente en la capilla del Cementerio

 

 

Imagen muy reciente, realizada entre 1987 y 1988, por el artista cacereño, afincado en Salamanca, don Vicente Cid Pérez. Fue presentada y bendecida en la iglesia de Santa María de los Caballeros del convento de las Mm. Adoratrices el 1 de abril de 1988 y tiene como particularidad el que no ha sido confec­ciona­da con materiales de los considerados como tradicionales, sino que ha sido esculpida en pasta de resina, reforzada con alabastro, lo que hace que tenga un elevado peso.


    

Cristo de la Liberación obra de Vicente Cid. Fotografías
 de www.diocesisdesalamanca.com y de la Hermandad
del Cristo del Amor y de la Paz Salamanca.

 

El encargo fue hecho por la Hermandad del Santísimo Cristo del Amor y de la Paz que creó una Cofradía filial para que saliera en procesión en la madrugada del Sábado Santo acompañando la soledad de un Cristo Yacente. 

Así lo hizo por primera vez el Cristo de la Liberación que dio nombre a la Hermandad, el día 25 de marzo de 1989, sobre unas andas de madera, en color nogal, talladas con motivos renacentis­tas por el mismo autor de la imagen del Cristo y portadas por 60 hermanos. 

La imagen de gran belleza plástica reclina cabeza y hombros sobre un almohadón inclinado a 45º, lo que permite la contemplación del rostro dolorido vuelto hacia el lado derecho en toda su magnitud, pese a la elevación de los hombros; brazos y piernas de perfecto moldeado y sucinto paño de pureza poco plegado. 

El Cristo sale en procesión desde el Colegio del Arzobispo (Irlandeses) aunque durante el año recibe culto en la capilla del Cementerio católico, en el que también se celebra una solemne novena previa al día de Todos los Santos que incluye el ya tradicional "besapiés" al Cristo de la Liberación. 

La Hermandad se denomina, como ya hemos dicho antes, del Cristo de la Liberación, sin mención alguna al carácter yacente de su titular porque surgió un contencioso con la Cofradía Peniten­cial del Cristo Yacente de la Misericordia que reclamó para sí la titulación en exclusiva de Yacente y tanto el Obispa­do como la Junta Permanen­te dieron la razón a esta Cofradía por su mayor antigüedad. 




Por José María Hernández Pérez
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Cristo de la Paz y de la Concordia

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Iglesia de las Mm. Isabeles

 

 

En el muro del lado del evangelio de la iglesia del convento de las Mm. Isabeles se venera una imagen de Cristo crucificado al que la comunidad conoce por el nombre de Cristo de la Paz y de la Concordia1.

 

Cristo de la Paz y de la Concordia. Imagen del libro
El Convento de Santa Isabel de Salamanca de José María Martínez Frías


Es de tamaño natural y presenta a Cristo muerto, grandioso en sus formas de abultada musculatura, con la llaga en el costado abierta y con amplio postizo reguero de sangre, la cabeza muy caída hacia el hombro derecho, corona de espinas postiza con alguna muestra de las punzadas que ésta produjo en la frente, cejas finas y grandes párpados que ocultan los ojos, bigote y barba que se bifurca en cuidados rizos y dejan ver los cerrados labios, nariz pronunciada, brazos en ángulo con antebrazos vigorosos, dedos muy bien tallados y ligeramente flexionados hacia los clavos, pecho no muy erguido noblemente varonil con el vientre alineado, piernas correctas muy bien torneadas y pies atravesados por un enorme clavo. 

La encarnadura es mate, lo que acentúa su naturalidad y han desaparecido las tumefacciones y huellas sanguinolentas que tenía por todo el cuerpo a principios de siglo. El amplio perizonium, que se anuda con soga de doble vuelta al costado derecho es ya barroco con movidos pliegues, que dejan ver perfectamente el desnudo muslo del mismo lado. Luce aureola metálica con radios flameantes y remates estrellados alternativamente. 

LaCruzes de tronco natural, apreciándose en exceso los nudos de la corteza y las líneas sinuosas de la madera, con gran cartela rectangular que luce la sentencia en tres idiomas. 

Para don Manuel Gómez Moreno "es un Cristo crucificado y muerto, de tamaño natural, atribuible a los comienzos del siglo XVII y de tipo más andaluz que castellano"2.

Según el padre Alfonso Rodríguez Gutiérrez de Ceballos, que sitúa al Crucificado en la clausura del convento, se trata de "una estupenda talla de la segunda mitad del siglo XVII, atribuible al escultor Bernardo Pérez de Robles"3 autor que luego veremos será conocido en Salamanca por sus Cristos de la Agonía (padres capuchinos), del Perdón (madres Bernardas) y de la Zarza (parroquia del Carmen). 

Parece que la obra no es antigua. Según testimonio de religiosas ancianas del convento, la imagen fue regalada, a finales del siglo pasado, por una piadosa familia que tenía su residencia en Zamora4. 

Tal hecho hace pensar en que su procedencia sea la recono­ci­da escuela de imaginería zamorana del siglo XIX, en la que fue maestro indiscutible don Ramón Álvarez, presunción que se avala por los detalles de la excelente conservación del Cristo, su dignidad artística, el virtuosismo de la imagen y el aspecto sereno de la cabeza del Crucificado, que son consustanciales a la imaginería zamorana de finales del siglo XIX. 

Lo más probable es que esta imagen sustituyera en el afecto de la comunidad el vacío que produjo el traslado del Cristo de la Agonía a la Catedral Nueva, en 1836, (cuyas vicisitudes se detallaron en el apartado correspondiente) como demuestra que ocupe esta imagen el mismo sitio que aquella ocupara en el muro del lado izquierdo de la iglesia conventual, como atestigua -en 1572- el valenciano don Bartolomé de Villalba y Estaña "El doncel de Xérica"5. 

 

 

 

 

1.- José María Martínez Frías, El convento de Santa Isabel de Salamanca. Salamanca, 1987. Pg. 35 y fotografía 22.

2.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 190.

3.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 142.

4.- José María Martínez Frías,  ob. cit. pg. 35.

5.- Manuel García Blanco, Seis estudios salmantinos. Salamanca, 1961. Pg. 65 y El Museo - Crónicas salmantinas. I. Artículo: El itinerario salmantino de "El pelegrino curioso". Salamanca, 1957. Pg. 72.


Por José María Hernández Pérez 
06/03/2023 Rev. 00 

Cristo de la Paz

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Parroquia de San Sebastián

 

  

Cuando don Manuel Gómez-Moreno visita Salamanca, en 1901, ve en la iglesia de San Bartolomé, hoy desaparecida, la imagen de un "Crucifijo muerto, poco menor del tamaño natural"1, pero luego anota que, al cerrarse al culto la iglesia, el crucifijo gótico pasa al Museo y las esculturas y pinturas a la parroquia de San Sebastián, ya citada en el Fuero de Salamanca en el territorio de los francos. Las esculturas eran: una Virgen, un Crucifijo muerto y las imágenes de San Bartolomé, San Pedro y San Juan Evangelista. Las cinco imágenes databan de los tiempos de las reedificaciones  de la iglesia (siglo XVI) y correspondían al estilo italiano entonces dominante1.


Cristo de la Paz. Foto Santiago Sánchez



Pudiéramos suponer que una de las esculturas fuera este Cristo pero sin embargo esta teoría se quiebra porque más adelante habla de que en el Museo existe un "Crucifijo de fines del siglo XVI; desnudo, robusto, cabeza muy caída, tipo manierista; bueno"2 que pudiera ser el Cristo del que hablamos, que continúa en el Museo todavía en 1932, según Camón Aznar3 y en 1956 según Cirlot4, pues ambos hablan de "Crucifijo de la segunda mitad del siglo XVI" e incluso pudiera citarlo Gaya Nuño5 al hablar de "otro Crucifijo talla en madera" en 1968. 

Desaparecido del Museo Provincial de Bellas Artes, aunque no sepamos la fecha, parece que pasara a la iglesia de San Sebastián y sería el conocido hoy como Cristo de la Paz, por la inscripción que junto a él se ha puesto y que sobre el muro del crucero del lado de la epístola y mirando hacia el altar mayor dice "PAZ", a un lado de la parte baja de laCruzy al otro lado los siguientes versos:

 

"Tú que pasas mírame

contempla un poco mis llagas

y verás que mal me pagas

la sangre que derramé".

 

Se trata de un Crucifijo de tonalidad marfileña brillante, desplomado sobre los pies, con la cabeza caída sobre el pecho, corona tallada con el típico sogueado de ramas de espino retorcidas, cabellera con guedejas simétricas y dos crenchas sobre los hombros, barba rizada y partida en dos puntas, nariz pronunciada, brazos que se descoyuntan por el vencimiento hacia adelante del cuerpo con venas y músculos pronunciados, dedos de las manos que se aprietan alrededor de los clavos con reguero de sangre que fluye por los brazos, piernas musculosas y con venas, la izquierda torcida hacia el interior, rodillas tumefactas, hombros salientes y pecho cilíndrico con moderadas costillas convergentes hacia el centro, llaga pequeña con abundan­cia de sangre que mancha el paño de pureza. 

Todo el cuerpo tumefacto con acúmulos de sangre venosa muy pronunciados pero sin demasiadas huellas sanguinolentas exteriores. 

Perizoma pequeño, de tonalidad rosácea muy pegado al cuerpo, pliegues totalmente horizontales, anudado en las dos caderas, el anudamiento derecho grande y el otro simple plegadura y colgante poco airoso. Lleva orla en la orilla de tono más oscuro. 

Este Cristo fue restaurado por el sacerdote salmantino don Gerardo Sánchez Cruz quien se lo encontró pintado de verde y al rasparlo descubrió el color carne brillante que hoy tiene6. 

LaCruzes muy gruesa y ancha, de color oscuro y sin cabecero, que se sustituye por la cartela o titulus con la condena, es­pecie de ánfora con adornos dorados. El brazo transversal está terminado en sus extremos a bisel con ángulo menor de 45º en forma de cuña, desigual y asimétrico. Presenta en su parte inferior los agujeros propios para sujeción a la carroza en que desfilaba con la Cofradía de los Excombatientes. 

La Cofradía del Santísimo Cristo de las Batallas, Nuestro Padre Jesús del Consuelo y Nuestra Señora del Gran Dolor (vulgarmente conocida por la Cofradía de los Ex-combatientes) fundada en 1944, atravesó diversas vicisitudes que la hicieron desfilar en día distinto al primitivo -Miércoles Santo-, a integrarse en el desfile procesional de otra Cofradía y por fin a extinguirse en 1971. 

En los años 1968 y 1969, habiendo trasladado la sede de la Cofradía desde la iglesia de San Juan de Sahagún a la de San Sebastián, desfilaron conjuntamente con la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Flagelado llevando como imagen la del Cristo de la Paz, en lugar del Cristo del Consuelo de la parroquia de San Juan de Sahagún, que era su titular. 

Este Cristo de la Paz es el mismo que pretendió en 1986 la Hermandad del Silencio para titular de su Cofradía y que autori­zada su cesión por el párroco de San Sebastián luego fue denegado el permiso por parte del Cabildo catedralicio, ya que la iglesia de San Sebastián es la sede de la parroquia de la Catedral desde el año 1903, una vez que fue rehabilitada para el culto, pues desde 1840 había servido al Estado como almacén de productos estancos. 

En 2015 la Hermandad de Jesús Amigo de los niños, más conocida como "La Borriquilla", incorporó al vía crucis penitencial, que desde 2012 realizaban por la calles del casco histórico de Salamanca los hermanos adultos en la madrugada del Domingo de Pasión, la imagen del Cristo de la Paz custodiado en la iglesia de San Sebastián.

 

 

 

 

1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 278.

2.-    Id.   id.,   ob. cit. pg. 308.

3.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 106.

4.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 160.

5.- Juan Antonio Gaya Nuño, Historia y guía de los museos de España. Madrid, 1968. Pg. 664

6.- La Gaceta Regional. Publicación periódica. Diario de Salamanca. 30 de marzo de 1986. Pg. 5.

 

Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00

 

Calvario

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Sepulcro Arzobispo Anaya en el Claustro de la Catedral Vieja

 

  

En el centro de la capilla de San Bartolomé, que es la segunda existente en el lado sur del claustro, al pie de las gradas del altar mayor, se destaca el mausoleo, tipo cama exento, del arzo­bispo don Diego de Anaya y Maldonado que es una obra de las más preciosas existentes en Salamanca. 

 

Capilla de San Bartolomé. https://catedralsalamanca.org/

Realizada hacia 1437, fecha en que murió el prelado, -aunque hay quien afirma que se esculpió en vida de éste por el detalle de que la estatua tiene los ojos abiertos- toda ella es de puro alabastro, denotando el estilo y la técnica borgoñona, pero con caracteres más suaves, ignorándose su autor al que solamente se le conoce como el Maestro de los Anayas, para Camón Aznar "digno discípulo de Claus Sluter"1 y para García Boiza "este desconoci­do artista debió ser alemán o suizo del alto Rin"2. 

Como era costumbre de la época la urna está soportada por leones, en este caso diez, que lucen las bandas de los Anayas, presentándose en actitud de devorar a hombres y la cama es de excelente labra en los cuatro costados, con la estatua yacente del arzobispo.


Sepulcro del Arzobispo Anaya. Google.maps

    

Sepulcro del Arzobispo Anaya. Google.maps

 

De tamaño natural va revestido el prelado con casulla gótica de rectos pliegues, collar con adornos florales y mitra, -adornada con cabujones y el escudo de la casa-, mientras sujeta un libro abierto en la mano izquierda y un afiligranado báculo, cortado junto a la cintura, en la derecha. (El hecho de tener el libro abierto, no siguiendo la costumbre de presentarlo cerrado, se interpreta como símbolo y testimonio de la fundación del Colegio Mayor de San Bartolomé). Ambas manos lucen anillo en cada uno de los dedos visibles. Como ya se ha indicado presenta los ojos abiertos y en la cara bondadosa esboza una leve sonrisa.

 

 

Detalle del Sepulcro Arzobispo Anaya

A los lados de la cabeza aparecen un ángel y un profeta3; para otros se trata de un santo4 que pudiera ser San Bartolomé portando una filacteria, que simboliza la verdad y la cabeza está recostada sobre cuatro labrados almohadones con borlón en las esquinas. 

En la cabecera del sepulcro y como frontal, el precioso relieve de un Calvario con núcleo de espectadores en abigarrado grupo que llega a tocar los brazos de la Cruz. La vestimenta de las figuras posee una extraordinaria finura por la delicadeza de los curvilíneos pliegues y se enmarcan en un retablillo de arco grande con arquillos trilobulados y columnas laterales. 

Se observan las siguientes figuras: 

Cristo, de perfecto rostro, tiene la cabeza muy ladeada hacia la derecha, perfectamente delineados el cabello y la barba, redonda corona de espinas en forma de bocel, brazos musculosos en retorcida posición hacia lo alto, grandes manos planas con los dedos muy detallados y palmas hacia delante, torso saliente y vientre hundido, abierta llaga en el costado, rodillas y piernas rollizas recibiendo el pie derecho el clavo girado en posición inverosímil.


Calvario en el Sepulcro Arzobispo Anaya. Fotografía del blog Escultura Castellana

Paño suprafemoral enorme de pliegues artísticos y minuciosos. La Cruz de sección tronco piramidal lleva cabecero largo con cartela rectangular de enorme tamaño que se despliega y recoge en sus extremos apergaminados un sol y una luna. 

Los dos Ladrones pasan sus brazos por encima de la cruz respectiva cuyas siluetas desaparecen tapadas por las figuras inferiores. Sus rostros están alineados a la altura del Cristo y presentan amplia y corta melena el uno y barba y cabellera larga el otro; torso liso el primero y con señaladas costillas el segundo. 

El centurión Longinos junto al lado derecho de la Cruz lleva gorro cónico y se identifica por la lanza.

 

Stephaton, de enorme barba puntiaguda y arqueados bigotes, a quien sólo se ve la cabeza tocada con gorro exótico, sujeta con ambas manos una larga caña que en su extremo superior se adorna con un recipiente para contener la hiel y el vinagre que le dieron a beber al Crucificado. "La sinceridad fue burlada al propinarle en vez de vino bueno, vinagre; la dulzura escarnecida, suministrándole hiel" nos dice San Agustín5. 

Al lado derecho en abigarrado grupo vertical, de rostros arracimados con inclinación hacia fuera, se encuentran las Santas Mujeres: una con toca cerrada enmarcando su rostro, junto al travesaño de la Cruz; otra que se tapa ambas mejillas con las manos y que luce toca y rostrillo, bajo el pecho del Buen Ladrón y otra que luce toca, túnica y manto e incluso pañuelo al cuello, sujetando con una mano a la Virgen, vestida con túnica, manto y toca y que provista de redonda aureola se encuentra caída sobre el suelo con su mano derecha apoyada en la rodilla. 

Las Santas Mujeres, identificadas como las Tres Marías, aparecen con frecuencia en las Sagradas Escrituras, si bien no está igualmente documentada su presencia en el Calvario. 

Mateo habla de las tres cuando nos dice: "Entre ellas estaba María Magdalena, María la madre de Santiago y José y la madre de los hijos del Zebedeo" (27, 56). 

También Marcos cuando afirma: "Entre ellas María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José y Salomé". (15, 40) y cuando dice: "María la Magdalena y María la madre de José estuvieron mirando dónde lo ponían". (15, 47). Todavía las nombra otra vez: "Pasado el sábado, María de Magdala, María la Madre de Santiago y Salomé, compraron perfumes, para ir a ungirle" (16, 1). 

Para Juan, solamente: "estaban en pie junto a la Cruz de Jesús su Madre, María de Cleofás, hermana de su madre y María Magdalena" (19, 25). 

Y Lucas habla en general de:"las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea" (23, 49). 

Se aclara bastante lo dicho si nos guiamos de La Leyenda dorada6: 

"Según la tradición Ana se casó tres veces y tuvo sucesiva­mente tres maridos. Joaquín, Cleofás y Salomé. Del primero de ellos engendró a María, la Madre del Señor, la cual andando el tiempo, fue dada en matrimonio a José y engendró y parió a Nuestro Señor Jesucristo. 

Muerto Joaquín, Ana se casó con Cleofás, hermano de San José. De este segundo marido tuvo otra hija a la que puso también el nombre de María; esta María posteriormente se casó con Alfeo y de este matrimonio nacieron cuatro hijos, que fueron Santiago el Menor, José el Justo, conocido popularmente por el sobrenombre de Barsabás, Simón [Cananeo] y Judas [Tadeo]. 

Muerto Cleofás, Ana se casó con Salomé y con éste, su tercer esposo, tuvo una hija a la que puso el mismo nombre que a las otras dos, el de María. Esta tercera María se casó con Zebedeo y con él tuvo dos hijos que fueron Santiago el Mayor y Juan el Evangelista". 

Las dos figuras de la izquierda se encuentran alineadas horizontalmente con Stephaton: La primera es barbilampiña, luce melena corta y presenta las manos juntas; arrodillado, el manto le cubre desde la cabeza, suponiéndose se trata de San Juan. La otra figura asoma la cabeza por detrás, lleva barba y melena con un gorro (especie de bonete) de cuatro puntas y apoya la mano sobre la columna exterior. Cabe la duda de que se trate de José de Arimatea o tal vez de Nicodemo. 

La liturgia de las exequias se desarrolla en un programa iconográfico siguiendo las pautas del área castellano-leonesa, apareciendo los personajes del duelo y los santos y santas intercesores, en los laterales del mausoleo, labrados finamente de la siguiente forma: en el lado izquierdo una estela con los doce apóstoles a los lados de Jesucristo que porta una Cruz procesional y los Evangelios y en el lado derecho doce santas con sus respectivos símbolos martiriales, que hacen la corte a la Virgen María con el Niño en actitud de bendecir. Cada figura aparece entre arquillos trilobulados de finísima talla. Las cuatro esquinas están cubiertas por un grupo de tres figuras bajo doseletes en las que el centro lo ocupa un obispo y los extremos dos frailes franciscanos. 

Es curioso el hecho de que el friso de un sepulcro, junto al altar mayor al lado de la epístola, lleve el mismo relieve descrito para el lado izquierdo del mausoleo central y el friso de otro sepulcro, también del lado de la epístola, presente el relieve descrito para el lado derecho, dando a entender que son réplicas, allí colocadas, por tratarse de los sepulcros de sus padres: don Diego de Pedro Álvarez de Anaya y doña Aldonza Maldonado. Entre el coro de Santas que acompañan a la Virgen son fácilmente identi­fi­cables: Santa Lucía, Santa Práxedes, Santa Pelagia, Santa Catalina de Alejandría, Santa Clara, Santa Águeda, Santa Margarita y Santa Bárbara. No así las otras cuatro restantes. 

A los pies del yacente, significando sus respectivas virtudes y explícitamente de las que hizo gala el arzobispo en el Concilio de Constanza: el león que evoca la fortaleza y energía, el perro que recuerda la fidelidad y la liebre que delata la inteligencia vigilante. Perro y león se dan la mano recordando el texto de Isaías en las Sagradas Escrituras (Is 11, 6). Aparecen a los pies del sepulcro dos ángeles con amito y dalmática portando el escudo heráldico del arzobispo. 

Alrededor del mausoleo una preciosa verja de hierro forja­do, cuajada de arabescos, guirnaldas, bichas, follaje y escudos, que se colocó en 1514 y que es considerada como la obra cimera del arte hispano gótico-plateresco, al igual que lo es el precioso mausoleo descrito. La verja es atribuida al Maestro Hilario7 o a Francisco de Salaman­ca8 aunque Amelia Gallego de Miguel disiente de tales atribucio­nes9. 

 

 

 

 

1.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 52

2.- Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Madrid, 1959. Pg. 72.

3.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelo­na, 1956. Pg. 62 y José Camón Aznar, ob. cit. pg. 51.

4.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967.pg. 122.

5.- Santiago de la Vorágine, La Leyenda dorada. (2 volúmenes). Tomo I. Madrid, 1982. Pg. 219.

6.- Id. id.   ob. cit. Tomo II. Pg. 566.

7.- José Carlos Brasas Egido, Las Catedrales de Castilla y León. Catedral de Salamanca. León 1992. Pg. 155 y Conrad Kent, Salamanca en la edad de oro. Salamanca, 1995. Pg. 71.

8.- Antonio García Boiza, ob. cit. pg. 72. - Manuel Gómez-Moreno y Martínez, ob. cit. pg. 123. - Antonio Casaseca Casaseca, Las Catedrales de Salamanca. León, 1993. Pg. 63 y Juan Eduardo Cirlot, ob. cit. pg. 62.

9.- Amelia Gallego de Miguel, Rejería castellana. Salamanca. Salamanca, 1977. Pg. 56.


Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00

Cruz de la Virgen de los Dolores

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Monasterio de las Mm. Isabeles

 

 

En la clausura del convento de las Mm. Isabeles y, concretamente, sobre uno de los muros del coro, se encuentra una imagen de 61 cm de altura, en madera policromada, de la Virgen de los Dolores sentada sobre una roca al pie de la Cruz, soportada por una ménsula repisa de estilo rococó. La imagen parece del siglo XVIII.


Virgen de los Dolores en el libro El convento de Santa Isabel
de Salamanca de José María Martínez Frías, 1987


El redondeado rostro carnoso gira hacia la izquierda y vuelve la cabeza hacia arriba con forzada torsión del abultado cuello, frente despejada, ojos pequeños muy abiertos, nariz de finas aletas y boca diminuta de pronunciados labios. 

El brazo derecho encogido con la mano sobre la parte alta del pecho con los dedos anular y corazón juntos, el brazo izquierdo extendido con la mano abierta en actitud declamatoria, posición sedente y avanzada la pierna derecha apoyando sobre la roca el pie, que luce un brillante zapato. 

La disposición sentada de la Virgen recuerda a la Dolorosa de la Vera-Cruz y también el gesto de cara y manos, aunque ésta se presenta totalmente derrumbada sobre el suelo. Se diferencia en que carece de corona en la cabeza.

La figura de la Virgen es ancha y voluminosa, puesta de manifiesto a través de la túnica, atada a la cintura y sin apenas pliegues verticales, que sólo se curvan para señalar la posición encogida de la pierna derecha. 

El manto va recogido en ambos brazos y cae lateralmente y por detrás en graciosas plegaduras sin apenas curvas, desde la parte superior de la cabeza, dejando libre una bella y reducida toca que enmarca el rostro. 

La Cruz fina y estrecha, sin adorno alguno, va pintada en negro.

 

 

1.- José María Martínez Frías, El convento de Santa Isabel de Salamanca. Salamanca, 1987. Págs. 54 y 55.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00 

Paso del Vía Crucis o Camino del Calvario

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Iglesia de las Mm. Bernardas

 

 

El Domingo de Ramos la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Perdón, desde hace pocos años ha incluido en su desfile procesional un nuevo paso que acompañe al Cristo titular. 

Se trataba de una gran Cruz de estilo moderno, construida con planchas de acero, soldadas, de excelente bruñido, larguero y brazos prismáticos rectangulares sin apenas adornos, que flameaba un precioso Santo Sudario de tela blanca con adornos bordados, confeccionado primorosamente por las religiosas del convento de las Mm. Úrsulas. 

La Cruz procedía de la Escuela–taller de Peñaranda de Bracamonte e iba alojada en lujosa carroza de madera barnizada luciendo las 14 estaciones del Vía Crucis en polícromos relieves, embutidos en marcos dorados de vistosa filigrana barroca, haciendo de sus banzos un soberbio retablo horizontal 

Fue reformada por Leopoldo García González en 2000 para reducir su peso. Su iluminación interior ocasionó que fuera conocida con el sobrenombre de “microondas”. 

Posteriormente fue sustituida por una cruz de madera


Antiguo paso del Camino del Calvario
desfilando con la Cruz metálica
    

Paso del Camino del Calvario en 2006
Imagen de Danisd75 Wikimedia Commons

En 2022 la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Perdónademás de estrenar lugar de salida, la Catedral Nueva, estrenó su nueva imagen de la Dolorosa que acompañará a su Crucificado, María Santísima de Gracia y Amparo, del escultor sevillano Juan Manuel Montaño Fernández. Retirando de desfilar el paso del Camino del Calvario.


María Santísima de Gracia y Amparo con la Cruz en 2022
Imagen de Danisd75 Wikimedia Commons


Se trata de una Imagen de vestir que desfiló en 2022 junto a la Cruz del anterior paso pero con distinto sudario y distinta carroza. En 2023 la Cruz fue de nuevo sustituida por otra de madera y brazos prismáticos rectangulares.


María Santísima de Gracia y Amparo con la Cruz en 2023
Fotografía de David Sañudo en Salamancartvaldía


Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00

Calvario en Relieve Gótico de Marfil en el Monasterio de las Mm. Franciscas Descalzas

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Las religiosas Franciscas descalzas fueron fundadas en Salamanca el 24 de agosto de 1601 por doña María (para otros doña Jerónima) esposa del mariscal don Luis Núñez de Prado, ocupando tres monjas una humilde casa en lo que hoy es la parte más elevada de la calle Azafranal, en terrenos de los Monroy, señores de Garriel. 

En 1614, con las dotes de varias religiosas, adquirieron unas casas contiguas al convento, edificando la iglesia y extendiéndose hasta ocupar los terrenos que daban a las calles del Cristo de los Milagros, Azafranal y Corrales de Monroy. 

Tanto el convento como la iglesia han sido demolidos en 1962 para dar lugar a la construcción de bloques de viviendas. Las religiosas viven actualmente en el paseo del Rollo, en un nuevo monasterio, obra del arquitecto salmantino Antonio Fernández Alba. 

El monasterio carecía de valor arquitectónico y la capilla poseía dos retablos barrocos, originales de Gregorio Fernández, hoy propiedad del Patrimonio Nacional, ubicados en el Museo Diocesano de Valladolid.


Calvario en relieve realizado en marfil del convento de las
Franciscas Descalzas. Imagen del “Catálogo monumental de España.
Provincia de Salamanca”, Manuel Gómez-Moreno


Las pinturas del retablo mayor, así como las de los laterales, fueron terminadas en 1756 por José Enríquez en colaboración con Francisco Hernández. 

La primera noticia sobre este pequeño relieve nos la aporta don Manuel Gómez-Moreno y Martínez quien habla de tres pequeños relieves en marfil, procedentes de Galicia1. 

De los tres pequeños relieves nos vuelve a hablar Margarita M. Estella Marcos, quien a propósito de ellos dice: "Dentro de un grupo de plaquetas de escasa calidad artística y fuerte sabor local son de interés las dos plaquetas y un óvalo de marfil con relieves que poseyeron las monjas Franciscas Descalzas de Salamanca, repetición artesanal de viejos modelos que en pequeños detalles dejan percibir el paso de los años y el cambio de estilo"2. 

Gómez-Moreno, sin embargo, afirma que su estilo es arte francés del siglo XIV. 

Representan a Jesús en la calle de la Amargurael Calvario y el Entierro de Cristo.

El primero que presenta forma de óvalo, formato casi inédito, mide 0,04 m de ancho y muestra el encuentro de Jesús con las Santas mujerespor las calles de Jerusalem, camino del Calvario y por una figura a la derecha con calzón, jubón y carmañola data la obra a finales del siglo XV, Margarita M. Estella Marcos. 

El Calvario, en plaqueta rectangular de 0,072 por 0,05 m, con friso de triple arquería, está coronado por arquillo con gablete. El Cristo tiene la anatomía natural sin tanta contorsión como en otros ejemplares góticos del siglo XIV. La Virgen, sostenida por las otras Marías, presenta rasgos bastante irregulares, mientras San Juan aparece retratado en imagen manierista. 

La tercera placa, también rectangular de 0,072 por 0,05 m, representa el Entierro de Cristo, a quien portan sobre una sábana José de Arimatea y Nicodemo, acompañándoles otro hombre, que derrama ungüento sobre el cadáver de Jesús, mientras varios personajes contemplan la escena.

 Las figuras de las tres plaquetas se encuentran burdamente talladas, policromadas en tonos duros con fondos azules, el pelo dorado y los ojos y la boca en su color. La composición se inspira en antiguos modelos, excepto la primera que lo hace en un modelo de la época, según pone de manifiesto el atuendo de la figura masculina a que se ha hecho referencia anteriormente. 

 


 

1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 291.

2.- Margarita M. Estella Marcos, La escultura del marfil en España. Románico y gótico. Madrid, 1984. Pg. 218.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00

 

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